Los dinosaurios no
tenían orejas carnosas externas en la cabeza, como tú. Al igual que las aves
y los reptiles, sólo tenían orificios auditivos muy pequeños y muy
próximos al punto donde la cabeza se unía al cuello.
Los fósiles de algunos
dinosaurios están tan bien conservados que los científicos han podido
estudiar los minúsculos huesos del interior de su oído. Por las pruebas
encontradas, los expertos creen que probablemente podían oír bastante bien.
Imagínate que intentas
acercarte silenciosamente a un cocodrilo. Este animal tiene un oído muy fino
y sería algo arriesgado. Los túneles de su oído se parecen a los de los
oídos de los dinosaurios, por lo que es probable que éstos tuvieran un buen
sentido del oído.
Un buen oído era
fundamental para sobrevivir en el mudo prehistórico. Resultaba difícil
acercarse a los dinosaurios sin ser descubierto, siempre podían oír
acercarse a un enemigo. Los hadrosaurios pasaban gran parte del tiempo
alimentándose, con la cabeza gacha; quizá la subían de vez en cuando para
vigilar.
Si los hadrosaurios
oían un ruido peligroso, daban la alarma a los otros miembros del rebaño.
Los hadrosaurios crestados también emitían su bramido con su cresta en la
época de celo. Los dinosaurios hubieron de tener un buen oído para
distinguir estos mensajes acústicos.
El interior del oído
de un ave quizá era muy parecido al de un dinosaurio. El sonido penetraba por
el orificio lateral del cráneo del dinosaurio y descendía por un breve
conducto hasta tropezar con el tímpano. Las ondas sonoras hacían vibrar el
tímpano, y este movimiento se transmitía a un huesecillo del oído medio que
transportaba las vibraciones hasta el oído interior, recubierto de
terminaciones nerviosas. Estos nervios transmitían los mensajes sobre los
sonidos al cerebro del dinosaurio.
Algunos reptiles
actuales carecen de tímpanos pero pueden oír perfectamente, como por ejemplo
las serpientes. Oyen captando las vibraciones que se transmiten por el suelo.
Así, pueden saber si se acerca otro animal. La serpiente de un encantador
indio no oye la música para bailar, sino que observa el movimiento de la
flauta del encantador y lo reproduce.