A continuación se
trasladas los ejemplares escayolados a un museo o una universidad, para su
estudio. El transporte a veces constituye un grave problema logístico para una
expedición de este tipo, debido al enorme peso y volumen de muchos
especimenes, al terreno escabroso por el que hay que transportarlos y por las
distancias que en algunos casos hay que recorrer.
En los días heroicos de
la búsqueda de dinosaurios en América del Norte, durante el siglo pasado, los
huesos se retiraban de los yacimientos a lomo de caballo o en carretones.
Después había que arrastrarlos a lo largo de muchos kilómetros de terreno
baldío irregular, a menudo sin contar con las ventajas de una carretera o un
camino, hasta una estación de ferrocarril, donde se los subía a un buen tres
que realizaría el largo viaje hacia el este, hasta Nueva York, Washington, o
algún otro centro de estudios de la época. A veces el viaje desde el
yacimiento hasta el laboratorio llevaba semanas, y entre los peligros cabe
mencionar las terribles condiciones climáticas, en muchos casos, estos equipos
de buscadores de huesos trabajaban durante todo el invierno, la hostilidad de
los indios, además del desgaste del transporte y la manipulación inadecuada de
los especimenes por parte de los empleados del ferrocarril, que no sabían lo
que tenían entre manos. Hasta los últimos años del siglo XIX, se solían meter
los huesos en cajones con paja o arpillera, y a veces sufrían un daño
considerable en el transcurso del viaje. Las distintas técnicas de escayolado
se desarrollaron a fines de la década de 1.870. Un método utilizaba tiras de
tela empapadas en engrudo, mientras que otro se reducía a amontonar el yeso
sobre la parte exterior de los huesos. La técnica moderna que hemos descrito,
que consiste en empapar en yeso las tiras de arpillera y disponerlas después
sobre los huesos, se convirtió en el procedimiento habitual a partir de la
década de 1.880.
En esa época, además,
los mismos paleontólogos a menudo tenían escasa experiencia de campo.
Esperaban en el laboratorio a que les enviaran los huesos, y tenía muy poca
idea del contexto donde se los habría recogido. Esto daba origen a
sorprendentes confusiones cuando procuraban volver a montar los esqueletos: a
veces se incorporaban fragmentos y piezas de diversos especimenes en una
reconstrucción, porque no se tomaba nota de la distribución exacta de los
huesos sobre la roca.
Ahora el transporte se
suele hacer en furgoneta. Todavía existe el peligro del terreno escabroso en
muchas localidades, y a veces los huesos se dañan, aunque siempre estén
escayolados. Sin embargo, los miembros del equipo suelen acompañar los huesos,
provistos de mapas detallados sobre la disposición de los fósiles antes de que
se los excavara, además de fotografías. El montaje resulta ahora bastante más
fácil que en el pasado.