Muchas de las
  expediciones que se realizan para obtener dinosaurios se deben planificar de
  antemano, tal vez con años de anticipación, debido a la necesidad de
  conseguir fondos y voluntarios para realizar buena parte del trabajo. Hasta
  una expedición elemental requiere cantidades significativas de dinero con el
  fin de cubrir los costes de alimentación, comunicaciones, herramientas,
  transporte y salarios. El objetivo, por lo general, es conseguir fósiles que
  se puedan utilizar tanto para exhibirlos como para investigarlos. Los
  ejemplares para la investigación podían ser esqueletos completos o incluso
  huesos aislados si proceden de un tipo de dinosaurio poco frecuente, mientras
  que, para ponerlos en exposición, los ejemplares han de ser lo más completos
  posible, aunque se trate de animales bastante comunes y conocidos para la
  ciencia. Existe una creciente demanda, a nivel mundial, de ejemplares para la
  exposición, y se puede convencer a los museos e instituciones educativas de
  que proporcionen fondos para una expedición, puesto que existe una
  compensación garantizada, en términos del mayor número de visitantes a los
  museos o de los mayores beneficios educativos. Los mejores descubrimientos son
  los ejemplares que producen un efecto espectacular cuando se exhiben y que,
  además, son nuevos para la ciencia, pero son muy excepcionales. La mayoría
  de los dinosaurios que entusiasman al experto probablemente resulten bastante
  poco impresionantes para el visitante medio del museo.
      En una expedición a la
  búsqueda de dinosaurios es fundamental la planificación. Hay que definir muy
  bien la zona de búsqueda, y tiene que haber información que confirme la
  presencia de esqueletos, y que se los puede hallar. Esta información procede
  de las prospecciones. Un geólogo o un paleontólogo vaga por el fondo de un
  barranco o una ladera, entre rocas sedimentarias de la edad adecuada, en busca
  de fragmentos óseos. Va siguiendo los rastros por hondonadas y barrancos
  hasta que encuentra la fuente, que puede ser un montículo de huesos curtidos
  por la intemperie e irreconocibles o un esqueleto casi completo. Entonces, el
  prospector intenta determinar de qué ejemplar podía tratase y de lo grande
  que podría ser, a partir de los trozos de hueso que estén al descubierto. A
  continuación está en condiciones de estimar si merece la pena dedicar
  cientos de horas a excavar en el lugar.
      La planificación de
  una expedición implica también la negociación con los propietarios del
  terreno, para poder llegar hasta el sitio y establecer el derecho legal para
  excavar y retirar ejemplares. En la actualidad, suele ser necesario hacer un
  contrato de arrendamiento o pagar regalías por los ejemplares que se retiren.
  Muchos terrenos clásicos donde hay dinosaurios pertenecen al gobierno, como
  parques naturales, y sólo se permite excavar allí a los museos e
  instituciones científicas autorizadas, con el fin de impedir un exceso de
  excavaciones o de explotaciones comerciales.
      Los directores de la
  expedición tienen que disponer de los vehículos adecuados, capaces de
  recorrer terrenos sinuosos y transportar huesos que pesan varias toneladas. Se
  valen de roulottes o tiendas de campaña para el personal, una provisión
  provista de agua, una alimentación adecuada y otras previsiones cotidianas.
  Estos arreglos domésticos son fundamentales, ya que muchas excavaciones de
  dinosaurios están situadas a cientos de kilómetros de distancia de tiendas o
  instalaciones sanitarias, y a veces hay que trabajar durante meses en total
  aislamiento.
      Por último, los
  directores necesitan un equipo formado por martillos, picos, palas, formones,
  cepillos, arpillera, yeso y madera. Las expediciones modernas llevan a menudo
  compresores de aire para hacer funcionar los taladros neumáticos, explosivos
  en raras ocasiones, elementos de fundición si esperan tomar impresiones de
  pisadas, equipos de reconocimiento, cámaras fijas y de vídeo, aparatos de
  radio de onda corta, teléfonos de campaña y otros artefactos.
      Una excavación bien
  planificada puede llevar apenas una semana o tanto como un mes, según la
  cantidad de roca que cubra al ejemplar y la cantidad y la extensión por la
  que estén distribuidos los huesos debajo de la superficie. Cuando los
  buscadores han calculado la disposición del esqueleto, hay que retirar la
  sobrecarga, o la roca que hay por encima. A veces hay que excavar o despedazar
  muchas toneladas de piedra dura, y los taladros neumáticos pueden resultar
  útiles si se lleva un compresor. El objetivo es llegar hasta un nivel situado
  a escasos centímetros por encima de los huesos con la mayor rapidez posible,
  pero la cantidad de sobrecarga se incrementa con lo escarpado de la ladera y
  el grado de dispersión de los huesos que haya que excavar.
      Entonces se pone al
  descubierto, de forma controlada, la totalidad del esqueleto, eliminando
  cuidadosamente las piedras de la plataforma irregular, hasta los mismos
  huesos. En esta etapa de la operación se pueden utilizar pequeños taladros
  neumáticos, martillos y formones, y otras diversas herramientas. Después de
  encontrar los huesos, es más conveniente utilizar herramientas más
  delicadas, como agujas montadas con un asa y cinceles muy ligeros, ya que el
  más mínimo golpe equivocado puede destruir la delicada superficie ósea.
  Todos los huesos de un mismo esqueleto de dinosaurio se suelen encontrar al
  mismo nivel, lo cual facilita considerablemente el proceso de excavación. Se
  rastrea y se sigue cada uno de los huesos con todo cuidado, hasta que pueda
  completamente al descubierto. Los excavadores proceden hacia afuera en busca
  de otros huesos, pero por lo general se encuentran en condiciones de prever lo
  que esperan encontrar, y dónde, si el esqueleto está todavía articulado en
  parte, es decir, unido. En otras palabras, después de hallar una sola
  vértebra cervical o caudal tienen probabilidades de hallar otras a ambos
  lados, dispersas de forma regular.
      La etapa siguiente es
  fundamental: el trazado de un mapa y el asentamiento de datos acerca del lugar
  donde se encuentra el esqueleto. Si los huesos están dispersos por una zona
  amplia, se utiliza un equipo común de levantamiento del terreno para
  determinar la base sobre la cual trazar el mapa. A veces se ponen hilos por
  toda la zona con el objeto de dividirla en metros cuadrados, y entonces se
  hace un para exacto de cada metro cuadrado, utilizando un metro cuadrado con
  una cuadrícula más fina, sobre una hoja transparente. Se toman numerosas
  fotografías del lugar. El mapa constituye una parte fundamental del ejercicio
  de la excavación, porque sirve de registro permanente del modo en que se
  hallaba el esqueleto en medio de la roca, que puede proporcionar información
  útil sobre la tafonomía: como murió el animal, de qué modo el esqueleto
  fue víctima de los carroñeros, transportado, destrozado y, por último,
  sepultado. Las fotografías y el mapa también tienen gran importancia para
  que los paleontólogos puedan montar los huesos, ya que resulta imposible
  recordar con exactitud la posición de docenas de huesos que forman el
  esqueleto típico de los dinosaurios.