El paleontólogo
  prepara una descripción formal de todos los huesos de que dispone, y elabora
  esta parte del informe en una secuencia bastante normalizada. En general,
  describe primero el cráneo, a continuación la columna vertebral desde
  adelante hacia atrás, después de cintura torácica y las extremidades
  anteriores, la cintura pélvica y las extremidades posteriores y, por último,
  los elementos superficiales de menor importancia, como las costillas y las
  escamas. Dentro de esta estructura, también se formaliza la descripción del
  cráneo. El paleontólogo dirige su atención, en primer ligar, al hocico,
  avanza hacia atrás por la parte superior de la cabeza, por los laterales, por
  dentro sobre el paladar, en torno a los recovecos de la caja craneana, a lo
  largo de la mandíbula inferior, y por último en torno a los dientes. La
  descripción del cráneo de un dinosaurio bien conservado puede llegar a
  ocupar cincuenta páginas, o más, en un informe científico medio, porque
  abundan los detalles. Las partes descriptivas de relato llevan una clave que
  se corresponde con las ilustraciones que muestran las zonas descritas.
      El informe pasa a
  continuación a los aspectos más interpretativos del descubrimiento. Aquí se
  pueden incluir capítulos relacionados con la mecánica de las mandíbulas y
  de las extremidades (en otras palabras, la forma de comer del animal, y de
  desplazarse). Existen diversas maneras de tratar estas cuestiones, que se
  asientan en el conocimiento que se obtiene de los animales vivos. Por ejemplo,
  si los detalles de los huesos fósiles están bien conservados, el
  paleontólogo está en condiciones de especular, con una cierta confianza,
  sobre la naturaleza de las articulaciones de la mandíbula y las extremidades.
  Sujetando y manipulando los huesos fósiles, puede establecer hasta qué punto
  se mueven entre sí, y en qué sentido. Después se puede reconstruir la
  compleja musculatura que acciona la mandíbula o la extremidad que se estudia.
  Los huesos presentan cicatrices musculares, que se comparan con las de los
  animales modernos, como los cocodrilos o las aves. Esto permite realizar
  suposiciones fundamentadas sobre la posición de los músculos, su tamaño y
  el sentido del movimiento. El experto tiene una cierta confianza en sus
  especulaciones, ya que todos los vertebrados vivos comparten muchos rasgos
  comunes de su musculatura, en virtud de sus antepasados comunes, y no existen
  motivos para suponer que los dinosaurios fueran tan diferentes.
      Por último, el
  paleontólogo procura reunir toda esta información y deducir, por ejemplo, la
  fuerza y el sentido de los movimientos de las mandíbulas. Si a esto se
  añaden otras pruebas, como la forma de los dientes, su tipo de desgaste, y
  otras plantas y animales que aparecieron en el mismo lugar, el conjunto
  servirá para formular hipótesis acerca de la alimentación.
      La forma de los huesos
  de las extremidades, los músculos que se postulan y las pruebas que se
  obtienen de las huellas fósiles permiten la elaboración de proposiciones
  detalladas sobre la forma de andar y correr del animal.
      Cuando el paleontólogo
  ha procurado estudiar en detalle cada uno de los huesos e intentado
  interpretar las partes móviles, reúne toda la información en un análisis
  general del aspecto y la forma del animal. Es posible que cuente con el
  esqueleto montado del animal completo, dibujos detallados de todo el esqueleto
  en posiciones naturales, y las reconstrucciones de los músculos de la cabeza,
  el hocico, los ojos, las orejas, la piel de la garganta, los principales
  órganos internos y demás. A veces se transmite esta información al artista,
  que la utiliza para esculpir un modelo tridimensional del animal, como fue en
  vida, o para realizar una ilustración en color. Estos ejercicios contienen un
  objeto científico, además de uno educativo (estas reconstrucciones se
  utilizan en libros como este, y en exposiciones de los museos).
      La finalidad de este
  aspecto del trabajo del paleontólogo está en descubrir tanto como sea
  posible acerca de la vida y el aspecto del animal. Esta información se puede
  utilizar entonces para reconstruir la biología de la especie y para recrear
  el ambiente en que vivía.