Los fósiles de
  dinosaurios más raros son el contenido de sus intestinos y las piedras de sus
  estómagos. El contenido del intestino, como los coprolitos, proporciona
  información inequívoca sobre su alimentación. Por ejemplo, se ha hallado un
  diminuto dinosaurio de fines del Jurásico, el Compsognathus, con el
  esqueleto completo y enroscado de un lagarto en su caja torácica. Se
  identifica al lagarto como un Bavarisaurus, y debemos suponer que la
  criatura acababa de ser tragada cuando el pequeño dinosaurio encontró la
  muerte.
      A menudo se encuentran
  desechos vegetales dispersos en torno al esqueleto de los dinosaurios
  herbívoros. Estos restos podrían representar el contenido del intestino,
  pero por lo general no se puede comprobar, porque el material suele ser
  similar a otros restos vegetales que se conservan en los sedimentos
  circundantes.
      También se encuentran
  piedras estomacales y pulidas en relación con la caja torácica de los
  dinosaurios herbívoros. Se piensa que los dinosaurios utilizaban estas
  piedras, llamadas gastrolitos o piedras estomacales, de la misma forma que las
  aves utilizan los granos de arena, para moler los alimentos en una porción
  del intestino similar a la molleja. Los pollos recogen granos de arena con el
  pico, y los almacenan en la molleja, un saco muscular situado entre la boca y
  el estómago, donde se muelen los granos y las demás sustancias duras antes
  de la digestión. La molleja de las aves equivale a nuestras muelas. Los
  dinosaurios tenían dientes, pero no podían masticar porque sus mandíbulas
  sólo se abrían y se cerraban como goznes, y no podían realizar movimientos
  laterales de molienda. De modo que es posible que tuvieran molleja y
  gastrolitos, aunque resulta difícil demostrar que todos los guijarros pulidos
  que se encuentran cerca de los esqueletos de los dinosaurios sean verdaderas
  piedras estomacales, y no se trate de meras asociaciones casuales.