Siempre se ha considerado a los dinosaurios como reptiles, y se suponía que
sus parientes más próximos eran los cocodrílidos. Después de todo, un
cocodrilo lleno de escamas, con sus enormes mandíbulas y largos dientes,
tiene un aspecto lo bastante primitivo como para parecer un dinosaurio
viviente. Un análisis más cuidadoso de su anatomía indica que los
cocodrílidos son arcosaurios ("reptiles predominantes"), como los
dinosaurios y los pterosaurios: tienen las "ventanas craneales"
conocidas con el nombre de ventana anteorbital (al menos aparece en las formas
fósiles) y la ventana mandibular, y el cuarto trocánter del fémur.
Para hablar con
propiedad, sin embargo, hay que decir que los parientes vivos más próximos
de los dinosaurios son las aves. Tal afirmación ha estado implícita durante
muchos años, pero no se ha expresado con tanta claridad sino hasta hace muy
poco. Huxley, en su informe de 1.870, tenía bastante claro que Archaeopteryx
no era más que un dinosaurio con plumas y que las aves como grupo
evolucionaron a partir de los pequeños terópodos. Sin embargo, la claridad
de este punto de vista quedó oscurecida buena parte del presente siglo por un
exceso de hipótesis relacionadas con las evidencias fósiles, y también por
la búsqueda de los "antepasados" esquivos de las aves, en épocas
muy remotas. Se tenía la impresión de que Archaeopteryx, en el
Jurásico superior, hace alrededor de 150 millones de años, era demasiado
parecido a las aves como para haber evolucionado de los terópodos
contemporáneos; entonces, había que buscar antepasados de las aves unos
setenta años antes, en el Triásico superior. De allí surgió la idea de que
las aves evolucionaron directamente de los tecodontos, y la prolongada
historia intermedia estaba totalmente desprovista de fósiles. Desde luego, se
han hecho informes sobre varias supuestas "aves" del Triásico
superior y el Jurásico inferior, pero hasta ahora ninguna de ellas ha
resultado ser un ave auténtica.
Durante la década del
setenta, algunos paleontólogos, entre ellos, el profesor John Ostrom, de la
Universidad de Yale, pusieron en duda el modelo tecodonto/ave. Ostrom repitió
muchos argumentos esgrimidos por Huxley un siglo antes, y demostró que, en
todos los aspectos, los esqueletos de Archaeopteryx y las aves
posteriores se corresponden con los esqueletos de los terópodos, como Deinonychus.
Las similitudes que observó son tan sorprendentes que parece increíble que
sus ideas encontraran alguna oposición; y sin embargo, algunos paleontólogos
siguen estando en contra. La resistencia resulta extraña sobre todo si se
tiene en cuenta que no hay pruebas que propicien una hipótesis alternativa.
Los argumentos de
Ostrom fueron recogidos por varios analistas que los consideraron
irrefutables. Las aves encajan a la perfección al final de una secuencia de
terópodos cada vez más similares a ellas, que comienza con Coelophysis,
y va avanzando a través de los tiranosaurios, los ornitomímidos, los
celúridos y otros, hasta llegar a los dromeosáuridos, los troodóntidos y,
por último, las aves propiamente dichas. Varias características típicas de
las aves ya estaban presentes en distintos terópodos. Algunos paleontólogos
incluso afirman que las plumas, la sinapomorfia fundamental de las aves,
estaban presentes en todos o al menos en algunos de los dinosaurios
terópodos. Por el momento, no existen pruebas directas de esta fascinante
afirmación.