Durante mucho tiempo,
los paleontólogos se han preguntado acerca de la fisiología termorreguladora
de los dinosaurios; es decir, de su sistema de control de la temperatura
corporal y, como consecuencia de ello, acerca de su metabolismo, el
metabolismo incide en la velocidad general de las reacciones químicas del
organismo, que afecta a los niveles de actividad. En la actualidad, las aves y
los mamíferos son homeotermos: mantienen una temperatura corporal elevada que
no se modifica pese a los cambios de temperatura del ambiente. Los animales
con una temperatura corporal variable son poiquilotermos. Pero hay que pagar
un elevado precio para mantener constante la temperatura corporal. Las aves y
los mamíferos llegan a utilizar hasta nueve décimas partes de los alimentos
que consumen simplemente con este fin; los alimentos se queman para mantener
elevada la temperatura cuando hace frío, y se pierde energía de distintas
formas para mantener fresco el cuerpo cuando hace calor.
Las aves y los
mamíferos son endotermos: tienen un control interno de la temperatura. Los
lagartos, las serpientes, las tortugas, los anfibios y los peces son
ectotermos, con un control externo de la temperatura; la temperatura corporal
suele variar a medida que lo hacen la temperatura del aire o del agua, y por
lo tanto experimentan grandes fluctuaciones del mediodía a la medianoche.
Algunas veces, estas criaturas varían su comportamiento para modificar la
temperatura, como por ejemplo cuando se ponen al sol sobre una roca para
calentarse, o se esconden en una madriguera para refrescarse, pero los
lagartos y los cocodrilos están a merced del ambiente. El aspecto positivo de
la cuestión es que estos ectotermos por lo general necesitan comer tan sólo
una décima parte de los alimentos que necesitan los endotermos del mismo
peso.
Durante las décadas de
1.820 y 1.830, los primeros buscadores de dinosaurios los consideraban
lagartos gigantes, y por lo tanto, ectotermos corpulentos. En 1.841, el
destacado anatomista ingles Richard Owen, más tarde sir Richard, marcó dos
hitos memorables. En primer lugar, publicó por primera vez el nombre
dinosaurio, como distintivos para unificar las cinco o seis especies que se
habían descubierto hasta ese momento. En segundo luhar, defendió la teoría
de los dinosaurios eran animales avanzados, más comparables con los elefantes
y los rinocerontes, en términos fisiológicos, que con los lagartos.
En 1.870, Thomas Huxley,
otro eminente paleontólogo inglés, sustentaba que la fisiología de los
dinosaurios coincidía con el modelo mamífero, al destacar las semejanzas
entre los dinosaurios y las aves. Destacaba, en particular, la similitud entre
los terópodos más pequeños y el Archaeopteryx, el ave más antigua
que se conoce, cuyos primeros fósiles se hallaron en 1.861. Sin embargo, la
idea de que los dinosaurios fueran endotérmicos no se mantuvo durante
demasiado tiempo. La mayoría de los paleontólogos de la época victoriana, y
los de buena parte del presente siglo, los consideraban ectotermos perezosos,
habitantes de las ciénagas, que llevaban una vida lenta y tenían un ritmo
metabólico bajo.
A esta opinión se
opuso con firmeza, a principios de la década del setenta, el doctor Robert
Bakker, a la sazón colaborador de la Universidad de Yale, en una serie de
artículos. Presentó siete tipos diferentes de pruebas, según su criterio,
todos los dinosaurios eran muy activos y totalmente endotérmicos:
- Cuando se ponían de pie, las patas de
los dinosaurios se enderezaban y existen indicios de que podían correr.
- Los grandes saurópodos debían tener
un corazón desarrollado, capaz de bombear la sangre hasta la cabeza.
- Muchos terópodos presentan
adaptaciones para una gran agilidad; tal vez tuvieran un ritmo metabólico
elevado.
- Se han encontrado fósiles de
dinosaurios dentro del Círculo Polar Ártico; por consiguiente, tenían
que ser capaces de soportar temperaturas muy bajas.
- En las comunidades de dinosaurios se
puede apreciar la proporción endotérmica depredador/presa. Esto se basa
en el descubrimiento de que los carnívoros mamíferos actuales necesitan
diez veces más alimentos que los ectotermos del mismo peso corporal, y
así, la proporción entre los depredadores y sus presas debería
aproximarse a 1:100 para los endotermos, y a 10:100 para los ectotermos.
- Los huesos de los dinosaurios presentan
indicios de un crecimiento rápido y de remodelación, como ocurre con los
huesos de los mamíferos modernos.
- Ciertos terópodos tenían cerebro como
el de las aves, más bien grande, y no pequeño como en los reptiles.
- El cráneo de los dinosaurios carece de
la abertura pineal en la parte superior, que es el orificio del tercer ojo
de numerosos lagartos, que estos ectotermos utilizaban para el control de
la temperatura a través del comportamiento.
- Las aves, que son endotermas,
evolucionaron a partir de pequeños dinosaurios terópodos, y por lo tanto
es probable que los dinosaurios también fueran endotermos.
Las sugerencias de
Bakker provocaron grandes controversias a lo largo de la década, que
continúan incluso ahora. Según sus críticos, la mayoría de sus argumentos
no eran decisivos, algunos se apoyaban en demasiadas suposiciones y no se
podían comprobar, y otros se basaban en vínculos erróneos entre la
anatomía y la fisiología. Por ejemplo, muchos ectotermos se mueven en
realidad con gran rapidez, entre ellos, numerosos lagartos; lo que no pueden
hacer es mantener esta velocidad durante mucho tiempo. Pero no podemos
comprobar si los dinosaurios tenían arranques de velocidad o si eran
corredores permanentes. Además, no tenemos pruebas de que hubiera una
glaciación extensiva durante el Mesozoica; por tanto, las temperaturas dentro
del Círculo Polar Ártico, en esa época, no eran tan bajas como en la
actualidad. Y los rasgos esenciales de los mamíferos que presentan los huesos
de los dinosaurios, como la red de canales internos, sólo indican un
crecimiento rápido y un gran tamaño corporal, pero no tienen nada que ver
con la endotermia. Estas características aparecen en la actualidad en los
ectotermos de gran tamaño, como las tortugas, mientras que las aves y los
mamíferos pequeños tienen huesos supuestamente ectotérmicos sólo porque
son pequeños.
Hoy en día, la
cuestión se centra en las proporcionas depredador/presa, la estructura ósea
y los presupuestos de energía: el equilibrio entre el consumo de alimentos,
la calidad de estos y el ritmo metabólico. Bakker sigue manteniendo su
posición, inquebrantable, mientras que los demás paleontólogos admiten una
posición intermedia, según la cual los pequeños terópodos avanzados eran
endotermos, como las aves; en cambio, todos los demás dinosaurios, los
grandes y los enormes, disponían de un mecanismo termorregulador especial, al
que llaman homeotermia inerte y homeotermia masiva. Esto se basa en el hecho
de la temperatura corporal fluctuante de los poiquilotermos va un poco
rezagada en relación con los cambios de la temperatura ambiente, y la
duración de este diferencia depende del tamaño del cuerpo. Cuanto mayor es
el ectotermo, almacena más inercia en su cuerpo, lo cual retrasa el
enfriamiento nocturno y también la velocidad de calentamiento durante el
día. Se ha calculado que la temperatura corporal de la mayoría de los
dinosaurios manifestaba una fluctuación de apenas 1 ó 3 grados, incluso
cuando la amplitud térmica entre el día y la noche ascendía a más de 20ºC.