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    Portada - Las preguntas sin respuesta: Dinosaurios corredores y saltadores

    Dinosaurios corredores y saltadores

        Hasta hace pocos años, muchos paleontólogos tenían una imagen mental de la locomoción de los dinosaurios que, probablemente, no difería demasiado de los modelos de andar pesado y las "imágenes congeladas" que aparecían en las primeras películas de monstruos. Los dinosaurios gigantescos se movían con torpeza y lentitud, pisando árboles y otros animales, que quedaban aplastados bajo sus patas, a medida que avanzaban, sin prestar atención, como un carro de combate. Las ideas han cambiado, ahora que se puede calcular con exactitud a qué velocidad era capaz de correr un dinosaurio. Las pruebas principales proceden de las pisadas, que proporcionan dos útiles elementos de información. En primer lugar, en general las pisadas indican qué dinosaurio dejó las huellas, según el tamaño, la cantidad de dígitos y la forma global de la señal. En muchos casos, es posible apreciar las impresiones de las articulaciones de los dedos, y compararlas con los esqueletos excavados en rocas de la misma época, situadas en las proximidades. En segundo lugar, el espacio comprendido entre las pisadas, en una huella fosilizada, permite averiguar la longitud exacta de la zancada. En 1.976, el profesor R. McNeill Alexander, de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, estableció una proporción matemática entre la longitud de la zancada y la longitud de la extremidad, válida para todos los vertebrados, gracias al cual se conoce su desplazamiento. Esta relación es válida para animales tan diversos como los caballos, los seres humanos, los perros, los elefantes y los avestruces.

        Para calcular la velocidad de los dinosaurios, McNeill Alexander averiguaba la longitud de la zancada, directamente en las huellas fosilizadas, y calculaba la longitud de las patas, con un alto grado de certeza, con la ayuda de un esqueleto. Las velocidades que obtuvo oscilaban entre cuatro y seis kilómetros por hora para los saurópodos gigantes, como Apatosaurus, y de seis a ocho y medio para los terópodos, como Megalosaurus. A partir de 1.976, los paleontólogos han aplicado esta fórmula a una gran cantidad de huellas de dinosaurios, y descubrieron que la mayoría de los dinosaurios más grandes tendían a moverse con un paso majestuoso, en general más rápido que el ser humano al andar.

        No obstante, con algunas huellas se obtuvieron velocidades más altas. Para ciertas huellas de terópodos de mediano tamaño se calcularon velocidades de hasta 16,5 kilómetros por hora, casi la velocidad máxima de un ser humano. Incluso se llegaron a calcular velocidades superiores, de hasta 42 kilómetros por hora, para carnívoros pequeños, mientras que los 45 a 50 kilómetros por hora de los tiranosaurios se aproximaban a la velocidad de un caballo de carrera al galope.

        La cuestión de la velocidad de los dinosaurios tiene enorme significación para su fisiología, y ha habido disputas mordaces acerca de los métodos para calcularla e incluso sobre la validez de utilizar huellas preservadas, en primer término. Los partidarios de la endotermia de los dinosaurios sostienen que hasta las formas más grandes tenían patas ágiles, y eran capaces de galopar. Estos paleontólogos están convencidos de que no tiene sentido calcular la velocidad de los dinosaurios a partir de las huellas, ya que es poco probable que se obtengan las velocidades máximas. Después de todo, afirman, es poco probable que un dinosaurio se moviera con demasiada rapidez en medio del barro en el que dejó impresas sus huellas. No dejaba rastros que pudieran preservarse cuando galopaba en las llanuras.

        Los defensores de la ectotermia de los dinosaurios afirman que el peor lugar para conservar las huellas son las ciénagas y los pantanos: el barro penetra enseguida en las pisadas, y al cabo de pocos minutos ya no se ve nada. Argumentan que las pisadas más claras son las que se forman en la tierra firme, como se demuestra actualmente en cualquier playa, y que por tanto, era posible que alcanzaran velocidades elevadas. Destacan la coherencia de todos los cálculos que postulan la velocidad del paso humano para los dinosaurios más grandes, y mayores velocidades sólo para los terópodos más pequeños.

        También está la cuestión de la estructura de las patas. La mayoría de los expertos en biomecánica (el estudio de las plantas y los animales como construcciones de ingeniería) afirma ahora que los saurópodos realmente grandes estaban a series limitaciones materiales a causa de su enorme tamaño. Los huesos de las patas eran lo bastante fuertes como para permitirles andar, e incluso andar con rapidez, pero no galopar, ya que la tensión que sufre el hueso aumenta en cuento empieza a elevarse la velocidad de locomoción. Los elefantes y los rinocerontes actuales son capaces de galopar, pero parece que se encuentran en el límite máximo que tamaño para este tipo de desplazamiento veloz. Los análisis minuciosos de las patas e los dinosaurios sugieren que es probable de los estegosaurios, los ceratópsidos y los anquilosaurios fueran capaces de galopar a una velocidad similar a la de los elefantes. Los terópodos bípedos menores, que no sufrían estas limitaciones mecánicas de tamaño, podían alcanzar velocidades considerables, para huir de los depredadores o para atrapar una presa muy veloz. Pero la noción de un Tyrannosaurus de siete toneladas echándose a correr a cincuenta kilómetros por hora todavía resulta tan sobrecogedora que la mayoría de los biólogos se resistirían a aceptarla.

    Las preguntas sin respuesta

         
     

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