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Iguanodon
Iguanodon: Significa
  diente de Iguana. Su nombre es debido a que sus dientes eran como los de la
  iguana. Avanzaba normalmente a cuatro patas, pero a veces se incorporaba y
  andaba sobre las traseras. Pesaba tanto como un gran elefante, equivalente a 6
  toneladas. Los científicos creen probable que se apoyara sobre los dedos de
  las patas posteriores, como los perros y los gatos. Cuando lo perseguían los
  depredadores, podía alcanzar unos 35 kilómetros por hora. La cola era
  rígida y plana, y le servía de contrapeso. Se han encontrado muchos
  esqueletos en un mismo lugar. Esto da una pista de que vivían en rebaños o
  manadas. Fue el segundo dinosaurio que recibió una denominación en 1825.
  Tenía unas extremidades muy peculiares, terminadas en cinco dedos. El primer
  dedo era un pulgar en forma de un espolón afilado. Sólo podía moverlo hacia
  los lados, y lo usaba para defenderse de los depredadores carnívoros. Era
  herbívoro y utilizaba su quinto dedo, que era largo y flexible, para sujetar
  y doblar las ramas donde crecía su alimento. Sus demás dedos poseía una
  pezuña con la que podía apoyarse en el suelo y andar a cuatro patas.
  Probablemente dedicaba la mayor parte del día a buscar comida y luego a
  masticarla. No tenía dientes en la parte frontal de las mandíbulas, y usaba
  el pico óseo para morder las hojas. Los dientes posteriores eran como los de
  una iguana, aunque mayores. Tenía en total unas 100 muelas. Medía 10 metros
  de largo y 5 de alto. Pertenecía al grupo de dinosaurios llamado
  iguanodóntidos, y le daba ese nombre al grupo. Vivió en el Cretácico
  inferior. El primer fósil fue descubierto antes de que se conociera la
  existencia de los dinosaurios. En aquella época los científicos decidieron
  el tipo de animal que era y a qué se podía parecer, y llegar a estas
  conclusiones implicó un trabajo duro. No había libros ni dibujos de
  dinosaurios. No es de extrañar, pues, que sus ideas nos parezcan raras. Para
  tener idea de cómo era, los científicos compararon los restos de sus fósiles
  con animales vivos. Gideon Mantell, el doctor que lo descubrió, pensó que
  debía parecerse a un lagarto actual llamado iguana, como si fuera una
  versión gigante de ella. En 1834 Mantell recibió parte de un esqueleto que
  todavía estaba en la roca. Después de estudiar el fósil, dibujó la figura
  del animal tal como se lo imaginaba. El trazado de este dibujo preciso a
  partir de un montón de huesos fue casi imposible, y Mantell cometió muchos
  errores. Richard Owen, el hombre que bautizó los dinosaurios con este nombre,
  sabía mucho sobre animales. Su trabajo en el Real Colegio de Cirujanos
  consistía en diseccionar y describir los animales muertos del zoo de Londres.
  Owen usó estos conocimientos para reconstruir el aspecto de los dinosaurios.
  En 1841 Owen dio su famosa conferencia, en la que presentó los dinosaurios
  como un tipo animal desconocido hasta el momento. Se refirió a este
  iguanodóntido y a otros dinosaurios, como el 
  Megalosaurus o el 
  Hylaeosaurus
  y otros descubiertos hasta el momento. Sus ideas diferían de las de Mantell.
  El dinosaurio de Owen tenía algunas partes tomadas de un cocodrilo, y otras
  más parecidas a las de un elefante o un hipopótamo. Pero la púa del dedos
  seguía todavía en el extremo del hocico. Owen tuvo la oportunidad de plasmar
  sus ideas en figuras de tamaño real. En 1854, el escultor Benjamin Waterhouse
  Hawkings inició la realización de modelos de dinosaurios con destino al
  Parque del Palacio de Cristal, al sur de Londres, y Owen dirigió sus
  trabajos. Éstos todavía pueden verse hoy día, aunque en estos modelos este
  dinosaurio se parece más a un rinoceronte escamoso que a un dinosaurio. En
  1978, en las profundidades de una mina de carbón, en Bélgica, un grupo de
  mineros efectuó un hallazgo del mayor interés, un fósil de este dinosaurio.
  De hecho, fue el primero de otros muchos que se encontrarían luego. Los
  descubrimientos en Bernissart fueron extraordinarios. Un total de 39
  esqueletos completos o casi completos fueron esmeradamente extraídos y
  llevados a la superficie. El Real Museo de Historia Natural de Bruselas envió
  a su mejor paleontólogo para organizar el trabajo. El descubrimiento produjo
  un gran cambio en la forma de dibujar este dinosaurio. Durante 25 años
  perduró la idea de Richard Owen como una criatura parecida a un robusto
  rinoceronte, pero el hallazgo de los miembros de Bernissart cambió por
  completo aquella imagen. Se cree que en la mina de Bernissart se encontraron
  dos tipos de este animal. Uno medía 10 metros de largo y el otro 6 metros.
  Algunos expertos creen que se trata de dos especies distintas. Otros
  consideran que son del mismo tipo. Los dinosaurios más grandes machos y los
  más pequeños hembras. Todavía se sigue debatiendo el problema. Costó tres
  años desterrar todos los esqueletos. El equipo trabajó en condiciones
  extremadamente difíciles, el lugar era estrecho, oscuro y peligroso. Cuando
  todos los restos se trasladaron a Bruselas sin novedad, empezó la gigantesca
  tarea de conservación y agrupación de los fósiles. Nunca se habían
  encontrado tantos esqueletos de un mismo tipo de dinosaurio juntos. Esto dio
  al museo de Bruselas la gran oportunidad de estudiar y reconstruir este
  dinosaurio. Louis Dollo fue el paleontólogo encargado. A medida que iba
  estudiando los fósiles, Dollo fue capaz de descifrar muchos secretos en torno
  a él, incluyendo dónde estaba realmente situado el cuerno del hocico. El
  trabajo fue lento y minucioso. Se realizó en una antigua capilla, que fue
  usada como laboratorio del museo. Por último, se creó una nueva imagen de
  este dinosaurio, totalmente distinta a las anteriores. Ya no parecía un
  lagarto o un rinoceronte. El dinosaurio de Dollo era gigante, estaba en
  posición erecta y caminaba sobre dos patas. Su cuerno del hocico pasó a ser
  una gran púa situada en una de las patas delanteras. Louis Dollo consiguió
  algo que la mayoría de los expertos en dinosaurios sólo soñaban. Como
  paleontólogo encargado de las excavaciones de fósiles en la mina de carbón
  de Bernissart, en 1978, tuvo la oportunidad de estudiar los esqueletos de nada
  menos que 39 ejemplares. Era la oportunidad de su vida, y a ello dedicó 40
  años de estudio, la mayor parte de sus años de trabajo. Los científicos
  empezaban a poner en duda la idea de que los dinosaurios era criaturas pesadas
  y parecidas a los elefantes. Algunos expertos creían que eran más ligeros, y
  parecidos a las aves. Dollo estaba de acuerdo con estas nuevas teorías y
  reconstruyó los esqueletos de este dinosaurio en posición erguida. En sus
  esfuerzos por mostrar una imagen real, Dollo estudio ciertos animales vivos.
  Diseccionó aves no voladoras, como el emú, para descubrir como debían de
  haberse movido los dinosaurios. También se dedicó a dibujar reptiles
  actuales, como camaleones, un tipo de lagartos, y cocodrilos, para averiguar
  cómo se pudo haber alimentado este dinosaurio. La versión definitiva de
  Dollo mantenía la misma posición erguida del ualabí y el cuello de ave de un
  emú. Además, creía que tenía una lengua larga como la de una jirafa para
  coger las hojas de los árboles, pues descubrió un gran orificio en la base
  de la mandíbula inferior. Los científicos descubrieron posteriormente que se
  equivocaba respecto a la lengua, pues el orificio que había observado no era
  más que un hueso roto. Dollo creía que usaba el largo cuello para alcanzar
  las hojas de los árboles altos, como hacen las jirafas. Suponía que usaba la
  cola para sostenerse cuando se erguía sobre las patas traseras a fin de
  llegar a las ramas más altas. Su interés por describir no sólo los
  dinosaurios sino su estilo de vida, modificó la actitud de los científicos.
  Los especialistas actuales han continuado el trabajo de Dollo. Además de
  estudiar los esqueletos fósiles también se ocupan de averiguar cómo vivían
  los dinosaurios. David Norman fue el primer paleontólogo moderno que
  reexaminó detalladamente todos los datos sobre este animal. Estudio de nuevo
  su esqueleto y los datos de Dollo. Su investigación detectivesca le
  proporcionó un importante descubrimiento; este animal, al contrario de lo que
  Dollo creía, no caminaba siempre sobre dos patas, sino que la mayoría de las
  veces se movía a cuatro patas. Gracias a los científicos que estudiaron este
  reptil tenemos una idea de cómo se desplazaba. Pero no se sabe todavía de
  qué color tenía la piel. Seguramente no lo llegaremos a saber nunca, pues no
  se ha encontrado ninguna pista al respecto. Cada dibujante que lo pinta lo
  puede hacer del color que más le guste. Había 4 pistas que lo cambiaron
  totalmente de aspecto. La primera fue que tenía la cola dirigida hacia
  arriba. Esta peculiaridad le obligaba a inclinarse hacia delante. Por lo
  tanto, el animal mantenía una postura muy diferente a la que Dollo le había
  atribuido. Un estudio más detallado de los esqueletos de Dollo, mostró que
  su equipo había roto la cola para dar a los dinosaurios una postura erguida y
  similar al del ualabí. La segunda pista eran las manos estaban hechas para
  caminar. Con el cuerpo inclinado hacia delante, las manos podían llegar al
  suelo fácilmente. Los tres dedos del medio tienen unas articulaciones que les
  permiten doblarse hacia atrás. Los dedos terminaban en unas garras planas y
  anchas, casi como pezuñas. Por lo tanto, caminaba a cuatro patas. La tercera
  pista era de que tenía las muñecas suficientemente fuertes para soportar su
  peso. En la muñeca, los huesos se mueven libremente para facilitar el
  movimiento. En la muñeca los huesos están fuertes solados para poder
  soportar el peso del animal caminando o corriendo. Y la cuarta pista es que
  tenía un hueso especial en medio del pecho. La explicación más evidente
  para este misterio es que su finalidad era fortalecer la parte más débil del
  tórax, la situada entre los hombros. Esta zona debía de soportar mucha
  fuerza cuando caminaba sobre las cuatro patas. El hueso fortalecedor era, muy
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