Saurópodos
Los
saurópodos, que significa patas de reptil, forman un extenso grupo de
dinosaurios Sauristiquios que incluía algunos de los animales más grandes
que hayan existido jamás. Era uno de los grupos más fáciles de identificar,
los cuales se parecían mucho unos a otros. Son los mayores dinosaurios, y
también los mayores animales terrestres, que han caminado sobre la Tierra.
Tenían un cuerpo enorme que iba estrechándose hacia delante, formando un
cuello notablemente largo, y hacia atrás, con una cola más larga todavía,
esto último con algunas excepciones. El cuello era una de las
características más notables de los saurópodos, que era largo, esbelto y
flexible. Se nutrían de las hojas más altas de los árboles, en cierto modo
como las jirafas actuales. A veces se erguían sobre las patas traseras para
alcanzar más arriba. El cuello terminaba en una cabeza de pequeñez
ridícula, con las fosas nasales encima de ella. No parece que las mandíbulas
hayan sido muy fuertes; tenían dientes débiles en forma de estacas o de
cuchara, apropiados tan sólo para alimentarse de vegetación blanda, y con
ellos podían comer tanto los brotes tiernos de las plantas acuáticas como
las hojas de las copas más altas. Sus dientes no eran aptos para triturar, lo
que hace suponer que tragaban la comida sin masticarla; sin embargo,
probablemente ésta quedaba completamente triturada por los gastrolitos,
piedras, en la molleja o estómago muscular; previamente tragados antes del
almuerzo. La cola era gruesa en la base, pero delgada y como un látigo hacia
su extremo; es posible que el animal la utilizara para azotar a sus enemigos,
como lo hacen algunos lagartos modernos, pues no tenía otro medio de
autodefensa. Las patas eran largas, rectas como columnas, con pies dotados de
cortos dedos, en conjunto bastante parecidas a las de un elefante, y, aunque
las patas grandes y pesadas eran parecidas a las de estos mamíferos,
presentaban en ellas garras y pezuñas como en otros reptiles. Los de larga
cola, como los diplodócidos, y como hemos dicho antes, podían erguirse sobre
las patas traseras y la cola, y utilizar las garras de las patas delanteras
para defenderse del enemigo.
Como grupo, los saurópodos estaban entre
los dinosaurios que prosperaron en mayor medida: existieron desde el principio
del Jurásico hasta el Cretácico Tardío, hace entre 208 y 66 millones de
años, y se extendieron por todo el mundo. Las familias de los
vulcanodóntidos y cetiosaurios fueron unas de las primeras que pasearon por
la tierra. Tenían la columna vertebral más fuerte que muchos que surgieron
más tarde, como los camarasáuridos, y con orificios en las vértebras que la
hacían mucho más ligera que lo que correspondería por su tamaño.
Podríamos suponer que los primeros saurópodos fueron relativamente pequeños
y que su tamaño aumentó con el paso del tiempo; así, las formas del
Jurásico superior serían más grandes que las del inferior, y las del
Cretácico todavía serían mayores. Los hechos, sin embargo, se han revelado
diferentes: los saurópodos del Jurásico superior son los más numerosos,
variados y grandes de todos.
Observemos con más atención algunos de
éstos. Un saurópodo típico y bien conocido es el Apatosaurus,
llamado impropiamente Brontosaurus. Este dinosaurio del Jurásico
superior, hallado en el oeste norteamericano, medía 21 metros de largo,
tenía 4 metros y medio de altura en la cruz y pesaba casi unas 30 toneladas.
En los mismos yacimientos del Apatosaurus se encuentra el
Diplodocus.
Este famoso dinosaurio era uno de los saurópodos más largos, que con sus 27
metros de cabeza a rabo, casi lo mismo que una ballena azul, que con una
longitud de alrededor de los 30 metros, es el más largo animal viviente. Era
similar al Apatosaurus, pero más largo y delgado; su peso era de tan
sólo 10 toneladas. Un saurópodo de Inglaterra que también posee la misma
forma típica del grupo es el Cetiosauriscus, similar en algunos
aspectos al Cetiosaurus, el primer saurópodo descubierto. El
Cetiosauriscus
se encuentra en los estratos inferiores del Jurásico superior y fue algo más
pequeño, pues no superaba los 15 metros de largo. Sus restos suelen ser mucho
más fragmentarios que los bien preservados de sus parientes norteamericanos,
pero un esqueleto bastante buen, el mejor encontrado hasta ahora, se excavó
cerca de Stamford, Licolnshire, en 1.968. Bastante diferente de todos estos
fue el Brachiosaurus, del Jurásico superior, hallado en el oeste de
Estados Unidos y en Tanzania. A diferencia de casi todos los demás
dinosaurios, tenía las patas delanteras más largas que las traseras; debido
a esto, su espalda ascendía profundamente hacia el cuello, que se mantenía
erguido verticalmente. Hasta hace pocos años se creía que era el animal
terrestre más grande que jamás había vivido. La cabeza estaba a 12 metros y
medio del suelo, lo bastante alta para mirar por un edificio de cuatro
plantas; sólo el hueso del brazo mide más de 2 metros, y se ha calculado que
su peso ha de unos 50 toneladas, quizá más, de 10 a 12 veces más pesado que
el elefante más grande. Sólo un museo tiene un esqueleto completo montado de
esta enorme bestia: el Museo de Ciencias Naturales de Berlín Oriental. Pero,
en 1972, se encontraron en Colorado algunos huesos de dos nuevos dinosaurios
saurópodos, aún mayores que el Brachiosaurus. Una sola de sus
vértebras medían cerca de 1 metro y medio de largo. Estos animales, al que
todavía no se les ha dado un nombre verdadero, sino que se les conoce como
Supersaurus,
de 13 0 14 metros de alto y 25 de largo, y Ultrasauros, de 15 metros de
alto y 30 de largo, siendo el dinosaurio más pesado y alto, y los dos
pesarían más que las 50 toneladas del Brachiosaurus. Pero el más
largo de todos estaba aún por llegar. Hace muy poco tiempo, en México, se ha
encontrado un nuevo dinosaurio que hoy día aún se sigue excavando: se le ha
llamado Seismosaurus, con una longitud de 43 metros, es el dinosaurio
más grande. El mayor dinosaurio conocido por el hombre contrasta
profundamente con otro dinosaurio hallado en fecha reciente, 1.977, en
Argentina, en un yacimiento del Triásico superior o Jurásico inferior. Este
nuevo dinosaurio, descrito a partir de varios especimenes como Mussaurus,
es el más pequeño que se conoce y no era mayor que un tordo; su esqueleto
tiene cierto parecido con el de un Prosaurópodo, pero su diminuto cráneo es
notablemente parecido al de un saurópodo. Las proporciones del cráneo, los
ojos y las patas sugieren que podría tratarse de un individuo joven, incluso
una cría. Cerca de los esqueletos se encontraron dos pequeños huevos en
excelente estado de conservación. Por las proporciones, probablemente este
dinosaurio no era el más pequeño, sino que esas crías de adultas quizá
medirían unos 2 metros. Un dinosaurio que se tiene bastante certeza de su
pequeñez de adulto era el Micropachycephalosaurus, un pequeño
ornistiquio de China, que con su tamaño no mayor que un conejo, sería este
el más pequeño.
Hasta fecha muy reciente, la mayoría de
los expertos en dinosaurios creían que los grandes saurópodos pasaban gran
parte de su tiempo, si no todo, en aguas someras, en pantanos y en las orillas
de los lagos, alimentándose de blandas plantas acuáticas. Así es como los
describían en la mayor parte de los libros sobre el tema, y las ilustraciones
de los mismos lo corroboran. En primer lugar se decía que sus patas no eran lo
bastante fuertes para sostener sus enormes cuerpos en tierra y que necesitaban
la flotabilidad que ofrece el agua para sostenerse. En segundo lugar, se
creía que sus dientes débiles sólo podían triturar hierbas acuáticas
blandas. Finalmente, se pensaba que la posición de las aberturas nasales
externas encima de la cabeza era un rasgo especial que permitía a estos
dinosaurios respirar mientras estaban sumergidos caso por completo, tal vez
ocultándose de sus enemigos, como los Allosaurus. Pero esta creencia
ya no la sostiene todo el mundo. En efecto, hay muchas razones para creer que
los saurópodos eran animales propiamente terrestres. El hecho de que las
aberturas nasales externas estén encima del cráneo no significa
necesariamente que tuvieran ahí las verdaderas ventanas de la nariz y que el
animal viviera en el agua. Existen algunos animales actuales, como los
elefantes o los tapires, en los que las aberturas nasales externas están
situadas encima del cráneo, pero sabemos que, de hecho, las ventanas de la
nariz están en el extremo de una probóscide o trompa, y algunos saurópodos
pueden muy bien haber poseído una estructura similar. Los animales que viven
en el agua, como los cocodrilos, suelen tener una disposición por completo
diferente, con las ventanas de la nariz al extremo de un largo hocico. Por
otro lado, los dientes de los saurópodos no son tan débiles como solía
creerse y a menudo están muy gastados, lo cual sugiere que el alimento de
estos dinosaurios era algo más coriáceo que las plantas acuáticas. Hay
también otras observaciones que concuerdan con la idea de una vida terrestre,
con sólo excursiones ocasionales al agua. Por ejemplo, la forma del cuerpo no
es apropiada para una existencia acuática. Los reptiles y mamíferos que
viven en el agua suelen tener cuerpos en forma de barril con el cuello corto,
las colas aplanadas para nadar y patas cortas, a veces como remos. Como hemos
visto, sin embargo, los saurópodos tenían cuerpos anchos, cuellos largos,
quizá para alimentarse de las hojas de árboles altos, colas largas y a modo
de látigos y patas rectas, largas, elefantinas. El esqueleto está
constituido de tal manera que lo hace lo más ligero posible, pero aun así es
lo suficientemente fuerte y resistente como para soportar sin problemas el
enorme peso de estos animales. Los huesos de algunos de estos dinosaurios eran
alveolares, dotados de plerocelos, huecos, para aligerarlos de peso. Los pies
de los saurópodos no son anchos y extensos, como suele ocurrir en los
animales que caminan por el barro blando o la arena suelta; por el contrario,
son pequeños y compactos en relación con el tamaño del animal, de modo que
si éste hubiese entrado en un pantano se habría quedado irremediablemente
atascado en el lodo. Finalmente, la naturaleza de los sedimentos en los que
los saurópodos suelen estar enterrados no sugieren un entorno pantanoso, y
los demás fósiles encontrados con ellos son principalmente restos de plantas
y animales que vivieron en tierra firme. No obstante, el argumento más
poderoso contra una vida acuática de los saurópodos es que si su cuerpo
hubiera estado sumergido en el agua, el peso de éste presionando sobre su
pecho y pulmones casi con toda seguridad les habría impedido aspirar el aire
atmosférico. En Texas, EE.UU., a finales de los años treinta se descubrieron
huellas de pisadas pertenecientes a saurópodos que andaban sobre las patas
delanteras. Debido a su tamaño y forma, a los saurópodos les habría sido
imposible mantener el equilibrio así en tierra firme, por lo que los
científicos creen que estos dinosaurios podían nadar en aguas poco
profundas.
Una creencia que parece haberse hecho muy
popular es la de que los dinosaurios, y más concretamente los saurópodos,
poseían dos cerebros, uno en la cabeza y otro en la región de la pelvis.
Esta creencia se basa en el hecho de que los saurópodos poseían un
abultamiento de la médula espinal a la altura de la pelvis, que era mucho
mayor que el que poseen los demás vertebrados terrestres. Pero eso no es
razón para suponer que dicho abultamiento fuera capaz de pensar. Como en
otros animales vertebrados, nosotros incluidos, ese abultamiento tenía que
ver, sobre todo, con el control automático de las extremidades inferiores y
la cola. Y, por otro lado, puede no haber sido tan grande como generalmente se
cree, pues la cavidad correspondiente a las vértebras quizá estuviera
ocupada en gran parte por un tejido que almacena de glucógeno, como ocurre en
algunos vertebrados actuales.
Por cierto, los descubrimientos recientes
han demostrado que algunos saurópodos del Cretácico superior poseían unas
placas óseas de protección incrustadas en la piel.
Aunque el tamaño del cuerpo era
gigantesco, los saurópodos no producían huevos de un tamaño en consonancia.
Si hubiera sido así, la cáscara habría tenido que ser tan gruesa que ni el
aire hubiera podido pasar a través de ella para cubrir las necesidades del
embrión, ni éste hubiera podido romper la cáscara cuando estuviera
preparado para nacer. Lo que sabemos de los huevos de los saurópodos se basa
en abundantes hallazgos de cáscaras de huevos, en ocasiones de huevos enteros
y a veces incluso de nidadas completas, con frecuencia formadas por cinco
huevos, en el sur de Francia. Estos huevos tienen una forma entre oval y
redonda, con el eje más largo de unos 25 centímetros de longitud, y una
áspera superficie exterior cubierta de pequeñas protuberancias. El único
animal cuyos restos se encuentran en los mismos estratos y que fue lo bastante
grande para haber producido tales huevos es un saurópodo llamado
Hypselosaurus.
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