Aun los mayores y más
fieros dinosaurios servían de alimento a animales mucho más pequeños.
Un gran Apatosaurus
avanza entre los matorrales por una llanura de América del Norte a finales
del Jurásico. Se ha visto deparado de su grupo, y el terreno despejado, donde
rondan manadas de Ceratosaurus y poderosos Allosaurus, es un
lugar peligroso para un dinosaurio solo y perdido. Sin embargo, no está solo.
Un animal de ese tamaño es casi como una isla andante. Sobre él vive toda
clase de animales. Su piel y su sangre son un alimento tentador para muchos
seres. Sabemos que a principios del Cretácico ya había pulgas, y aunque los
piojos no aparecieron hasta mucho después de la extinción de los
dinosaurios, es probable que la gran superficie de piel de nuestro solitario Apatosaurus
fuera un terreno abonado para muchos tipos de parásitos. Quizá hubiera
insectos como las moscas zumbadoras modernas, que ponen huevos bajo la piel de
un animal. Cuando la larva sale del huevo, excava un túnel en la piel,
alimentándose de carne. Donde hay muchos invertebrados se reúnen animales
mayores para alimentarse de ellos. En el caso de este dinosaurio,
probablemente eran los pterosaurios. Podemos imaginarnos bandadas de pequeños
pterosaurios planeando alrededor del cuello del Apatosaurus, posados en
sus flancos, picoteando los parásitos de su piel. Un parásito es un animal
que se alimenta en el cuerpo de otro ser vivo y tiene su hogar encima o dentro
del cuerpo de su huésped. Actualmente las pulgar y las garrapatas que viven
adheridas a los perros y chupan su sangre son parásitos comunes.
Las primeras aves
quizá se unieran también al festín, posándose en lo alto del lomo y
dejándose llevar. Hoy día, el picabueyes, un ave africana, se sigue
comportando del mismo modo, posándose sobre el lomo de los rinocerontes.
Fijémonos en las patas del Apatosaurus. Soportan 30 toneladas de peso
y deben provocar grandes alteraciones cuando se abren paso entre la espesura,
pisoteando los matorrales y removiendo la tierra. Los insectos y otros
animales pequeños se ven arrojados bruscamente de sus refugios y corren a
ponerse a cubierto, mientras su mundo se desmorona a su alrededor. Los gusanos
y otros excavadores salen del suelo cuando sus madrigueras se desploman. No
tardan en llegar varios animales para alimentarse de estos bichos
desconcertados. Algunos, del tamaño de una musaraña, y varios dinosaurios
pequeños, tal vez cazaran alrededor de los gigantes, comiendo insectos
desenterrados. En la zona donde se encontró el Apatosaurus, aparecía
también el hueso de la para de un dinosaurio adulto que sólo medía 15
centímetros de altura hasta la cadera.
Mientras el Apatosaurus
se abre paso entre la maleza, buscando su grupo, es observado desde las
sombras. Un enorme Allosaurus acecha bajo las ramas de un ginkgo. No
está interesado en el herbívoro porque no hace mucho que ha comido. Sus
mandíbulas están un poco abiertas, y varios pequeños pterosaurios hurgan
con el pico entre los bordes aserrados de sus dientes. Esto es lo que buscan
los pterosaurios. Pero no lo limpiarán todo. Parte de la carne de pudrirá
donde ha quedado encajada y proporcionará al carnívoro un veneno cuando
muerda, muy útil contra grandes pesas y rivales de su propia especie. Cuando
los cocodrilos actuales yacen con la boca abierta, pequeñas aves saltan a su
interior para picotear los jirones de carne que quedan entre sus dientes. Es
más que probable que los dinosaurios permitieran a los pterosaurios hacer lo
mismo. Estos reptiles voladores no sólo buscan las briznas de carne. Unas
pequeñas sanguijuelas se han pegado a la blanda carne de las encías del
dinosaurio y le chupan la sangre. Esto es inevitable, porque el Allosaurus
tiene que beber agua de charcas poco profundas y ríos embarrados, donde
acechan las sanguijuelas, que también serán un sabroso bocado para los
pterosaurios.
No muy rejos se oye un
silbido. Los restos de la última presa del Allosaurus no son más que
un montón de huesos astillados y una mancha de sangre en el suelo, pero una
manada de Ornitholestes hambriento lucha por los escasos estos. El Allosaurus
se ha llenado el buche, igual que el reducido grupo de Ceratosaurus que
lo seguían durante la caza. Ahora les toca a los animales más pequeños.
Pronto sólo quedarán los huesos, y con el tiempo hasta ellos se romperán
por la acción de las bacterias y los hongos.
El Apatosaurus
encuentra su grupo en una hondonada polvorienta, revolcándose por el suelo y
levantando nubes de polvo, que asfixian a los parásitos que viven sobre la
piel de los animales.