El significado de Triásico es por tri- que significa tres, que es por
las tres capas de roca que se depositaron durante el período en la Tierra.
El período Triásico,
que duró desde hace 245 hasta 208 millones de años, fue el primero de los
tres períodos en que vivieron los dinosaurios. Se dividía en dos
subperíodos: el inferior y el superior. El Triásico inferior duró desde
hace 245 hasta 232 millones de años, y el Triásico superior desde 231, más
o menos cuando aparecieron los dinosaurios, hasta los 208 millones.
Al principio del
Triásico, nuevos animales llenaron aquel mundo vacío, después del impacto
de la extinción masiva del final del Pérmico. En las orillas del agua
saltaban las primeras ranas, y las tortugas nadaban en lagos y ríos. El mundo
del Triásico comprendía un sólo supercontinente llamado Pangea, y los
dinosaurios y los demás animales eran capaces de recorrer cualquier parte del
mundo sobre tierra firme. El clima era cálido y húmedo. Junto a los ríos y
lagos empezaron a crecer varios tipos de plantas, como los helechos, que se
extendieron junto a los estanques. El clima fue mucho más seco en el
interior, en el que había grandes extensiones desérticas, situadas en los
cálidos trópicos, ideales para los reptiles.
Como quedaban tan pocas
especies, el principio del Triásico fue una época de grandes cambios.
Algunos reptiles mamiferoides sobrevivieron desde el Pérmico hasta el
Triásico. Sin tanta competencia de otros herbívoros y sin grandes océanos
que cruzar, éstos rondaban a sus anchas por Pangea. El grupo de estos
reptiles más desarrollado, los cinodontos, dio origen, hace unos 215 millones
de años, a los mamíferos. Estos eran pequeños animales parecidos a
musarañas, que probablemente cazaban de noche, atrapando insectos y otros
animales diminutos. Los mares del Triásico estaban muy concurridos. Los
reptiles nadadores se impulsaban con las cuatro patas y capturaban peces con
sus afilados dientes. Los ictiosaurios parecidos a delfines, nadaban en aguas
poco profundas en todo el mundo en el Triásico. Otros reptiles, como los
rincosaurios, prosperaron entre mediados y finales del período. Pero el grupo
de más importancia de reptiles fue el de los arcosaurios, que tomaron la
delantera. Incluían a los tecodontos, cocodrilos, dinosaurios y pterosaurios.
Los tecodontos, los reptiles más importantes del Triásico, dieron origen a
los demás arcosaurios. Uno de los primeros grupos de dinosaurios fue el de
los sauristiquios. También aparecieron a finales del período los
ornistiquios. Eran pequeños y ágiles herbívoros. Uno de los dinosaurios
más antiguos encontrados hasta ahora es el
Eoraptor, que se incluye en
un grupo aparte de dinosaurios, los herrerasáuridos. Los prosaurópodos
dieron origen a los saurópodos, y otros carnívoros del tamaño de hombres
cazaban a los pequeños animales. Al final de este período hubo otra
extinción masiva, más pequeña, aunque acabó definitivamente con los
reptiles mamiferoides, los tecodontos, los rincosaurios..., dejando así el
escenario preparado a los dinosaurios, que empezaban su dominio de 165
millones de años en el planeta.
Durante este período
aparecieron los primeros dinosaurios. Estos no tenían hierba sobre la que
correr, ni manzanas que comer, ni rosas que oler. Las flores que animan hoy
nuestros campos no existían entonces. Los primeros dinosaurios estaban
rodeados por gran cantidad de exuberantes plantas verdes de otros tipos. Esto
les favorecía porque muchos de ellos eran herbívoros y tenían un apetito
desmesurado. A su vez, estos herbívoros eran devorados por animales
carnívoros. Esta relación en la alimentación se llama cadena alimentaria o
trófica. La vida de la tierra empezó en el mar, y en él vivían las
primeras plantas, algas microscópicas. Entre las primeras plantas terreras se
encontradas los musgos y las hepáticas. Vivían en las orillas de las
marismas hace 400 millones de años. Doscientos millones de años más tarde
los dinosaurios se alimentaban de ellas. Los musgos y las hepáticas siguen
entre nosotros. Sólo crecen en lugares húmedos. Pueden verse en las orillas
de los ríos y de los lagos pantanosos, como en la Era de los Dinosaurios. Las
hepáticas no tienen tallos ni raíces propiamente dichos, viven en lugares
húmedos y presentan un tallo acintado o lobulado; algunos se diferencian en
tallitos y hojas. Presentan cortos filamentos con cápsulas, minúsculos
depósitos, en su extremo. encargadas de diseminar esporas, las células que
se convertirán en nuevas plantas. Los musgos tienen cortos tallitos con
hojitas; éstos, al ser blandos, no pueden alcanzar mucha altura. Sus
rizoides, finos como cabellos, absorben agua. Como las hepáticas, sólo
crecen en lugares húmedos. No han variado mucho desde entonces. Antes del
período Triásico, la Tierra estaba cubierta de las plantas de que hemos
hablado antes y de helechos gigantes. Durante el Triásico, el clima, como ya
hemos dicho, se hizo más seco; por lo que las plantas tuvieron que encontrar
maneras de alcanzar las aguas profundas subterráneas. Y para hacerse más
altas, en busca del sol, desarrollaron tallos rígidos y fuertes. Las primeras
plantas con tallos rígidos y haces conductores fueron los equisetos y los
licopodios. Los equisetos tienen anillos de finas hojas que se estrechas en el
extremo. Los licopodios son como grandes musgos con gruesos tallos rígidos.
Antes de los dinosaurios, estos plantas alcanzaban un tamaño gigantesco. Los
helechos aparecieron en el período Devónico, hace más de 350 millones de
años, y eran mucho más comunes que en la Era de los Dinosaurios. Los
helechos tenían haces conductores para el transporte de agua en el interior
de sus tallos rígidos, y hojas como dedos. Hoy sobreviven muchas especies. Al
principio, los helechos vivían bajo el dosel umbrío de los gigantescos
licopodios y equisetos. Los primeros dinosaurios devoraban los blandos brotes
de su follaje con voracidad. Los helechos se hicieron mucho más altos hasta
alcanzar a veces los 30 metros de altura. Durante el período Triásico,
sustituyeron progresivamente a muchos de los licopodios y equisetos gigantes
de las épocas anteriores, más húmedas. El tronco leñoso de los helechos
gigantes, que era en parte tallo y en parte raíz, se erguía recto y sin
ramas. Las hojas se extendían desde la parte superior, formando una sombrilla
de encaje, como una palmera.