Los dinosaurios
atacaban de distintas maneras según su tamaño. Los cazadores pequeños
confiaban en la velocidad y en sus afilados dientes para atrapar y matar a su
presa. Los carnívoros mayores utilizaban la fuerza bruta y garras afiladas.
Algunos, incluso, acosaban a sus víctimas en manadas.
Los herrerasaurios
fueron unos de los primeros cazadores capaces de perseguir y matar a una pieza
de caza mayor. También son unos de los dinosaurios más primitivos que se han
descubierto hasta ahora. La mayoría altos como un hombre y armados con
afilados dientes puntiagudos, tuvieron que ser unos enemigos
extraordinariamente pavorosos. Tenían largas y ágiles patas traseras y
podían perseguir a su presa y alcanzarla.
Los pequeños
cazadores, significa celurosaurios dependían de la velocidad para
matar a una presa. El más veloz fue, probablemente, el Ornithomimus,
que se alimentaba de lagartos e insectos. Podía perseguir a sus presas a la
asombrosa velocidad de 80 kilómetros por hoja, superior a la de un caballo o
un galgo, los dos de carreras. Era presa de los grandes cazadores, y sólo su
velocidad le permitía dejarlos atrás. Los compsognátidos, cuyo único
representante era el Compsognathus, también eran dinosaurios de
movimientos rápidos que atacaban a sus presas a gran velocidad.
Los dientes son algunas
de las mejores pistas para saber cómo ataca un animal. Los grandes felinos
actuales matan clavando profundamente sus cuatro colmillos o caninos en la
carne su presa. Pero los dinosaurios no tenían colmillos, excepto los
herbívoros heterodontosáuridos. Los pequeños cazadores celofísidos
asestaban unos de los mordiscos más letales. Sus dientes como puñales
estaban adaptados para cortas la carne, no para clavarse en ella. Algunos
reptiles modernos muerden de una manera similar. Los varanos de Komodo tienen
dientes cortantes con los que pueden matar a una vaca e incluso a una persona.
No todos los
dinosaurios carnívoros eran cazadores. Los ovirraptorosaurios, que significa
reptiles ladrones de huevos, necesitaban otras armas para conseguir su comida.
En lugar de hileras de afilados dientes para desgarrar la carne, algunos no
tenían dientes y otros tenían dos púas en el paladar. Con las púas o el
duro pico, rompían los huevos que robaban a otros dinosaurios.
Entre los
tiranosáuridos, el Tyrannosaurus rex era el gigante de los dinosaurios
carnívoros. Aunque demasiado corpulento para emprender persecuciones a
grandes distancias, no solía tener dificultades para procurarse el alimento.
Si encontraba a otro cazador que acababa de derribar a un animal, lo
ahuyentaba y devoraba la presa. Los grandes cazadores actuales, como los
leones, utilizan las mismas tácticas para obtener comida sin esfuerzo. Es
posible que tuviera un arma secreta. Algunos expertos creen que este
gigantesco cazador quizá matara a sus presas infectándolas. Consideran
posible que entre los dientes conservara jirones de carne podrida, que
infectarían las heridas causaba al morder a sus víctimas. La infección se
extendía con rapidez y la presa no tarda en morir.
El Tyrannosaurus rex
y sus parientes cercanos eran unos mortíferos cazadores. Utilizando sus
habilidades como rastreadores, se acercaban a su presa sin ser descubiertos y
se lanzaban sobre ella a la carrera, desde poca distancia. Estos poderosos
carnívoros embestían a su víctima con sus temibles fauces abiertas de par
en par. El impacto de una carga era colosal.
Uno de los cazadores
más eficaces era el Deinonychus y muchos otros dromeosáuridos.
Combinaban la velocidad y la agilidad con unas armas imponentes. La más letal
era la garra del segundo dedo de las patas traseras, que actuaba como cuchillo
en forma de media luna. Sujetaban a su víctima con las musculosas patas
delanteras y la destripaban con una sola coz. Cuando atacaba, podían girar
esta garra asesina 180º hasta encontrar el mejor ángulo de corte. Tal vez
cazaran en manadas. Actuando de forma coordinada, podrían derribar a un
dinosaurio mucho mayor. Hoy, una manada de leones se organiza para capturar
sus presas de una manera muy parecida. Los grandes dinosaurios, quizá
atacaban también en manadas y lograban derribar saurópodos enormes.
Los dinosaurios
herbívoros acorazados tendrían que defender su vida. Un fornido Euoplocephalus,
provisto de porra en la cola, habría sido un enemigo peligroso. Un golpe bien
dirigido de la pesada porra bastaría para derribar a un tiranosaurio. Un
herbívoro con cuernos, como el Triceratops, también podía defenderse
eficazmente. Quizá embestía a su atacante, como los rinocerontes modernos se
defienden de un león. Sus largos cuernos curvos lo convertían en un
adversario temible.