En el contexto de la evolución
En 1.859, Charles Darwin publicaba El origen de las especies. En esta obra monumental expuso la teoría de la selección natural como mecanismo de la evolución: se seleccionan los organismos mejor adaptados de cada generación para que sobrevivan y se reproduzcan, y sus descendientes heredan estas ventajas. Darwin no tenía casi nada que decir acerca de los dinosaurios, pero citó la naturaleza progresiva del registro fósil para apoyar su teoría. No obstante, apenas dos años después, los dinosaurios entraron en la historia evolutiva.
En 1.860 se encontró una pluma fósil en las rocas correspondientes al Jurásico superior de unas canteras situadas en las proximidades de Solnhofen, en el sur de Baviera. Un año después, salió a la luz en la misma zona el esqueleto de un ave, casi completo, pues faltaba la cabeza. La noticia se esparció por la comunidad científica internacional, a la que se alertó sobre el inmenso valor del ejemplar, ya que se trataba, con mucha diferencia, del ave fósil más antigua que se conocía, y presentaba, además, unos rasgos anatómicos poco frecuentes. Se trataba de una mezcla de las características de los reptiles primitivos con las de las aves avanzadas. Por ejemplo, tenía dientes en las mandíbulas, garras en las patas delanteras y una larga cola ósea, como los reptiles; pero también tenía alas, plumas, ojos grandes y una espoleta, como las aves modernas. Se declaró que el esqueleto pertenecía al género Archaeopterix, establecido en 1.861. Después de muchas negociaciones internacionales, Owen consiguió el ejemplar para el Museo Británico por la suma de 700 libras, el dobla de su presupuesto anual para adquisiciones. En seguida se demostró que el Archaeopterix constituía una etapa evolutiva intermedia, o eslabón perdido, entre los reptiles y las aves. Thomas Huxley, otro destacado anatomista y paleontólogo inglés, lo utilizó como una prueba importante en favor del concepto darwiniano de evolución. Propuso, de forma explícita, que este animal era un dinosaurio emplumado, un punto de vista que parecía aproximarse a la mayoría de las interpretaciones modernas. Si no se hubieran conservado sus plumas junto con los huesos, es probable que se lo hubiese identificado como un pequeño dinosaurio carnívoro. Los dinosaurios desempeñaron un papel fundamental en gran parte de los principales debates científicos de los dos últimos siglos anteriores al nuestro, si bien se sabía muy poco de ellos en aquella época. En la segunda mitad del siglo XIX, los grandes buscadores de huesos, como Edward Cope y Othniel Marsh, obtuvieron grandes cantidades de muestras óseas de dinosaurios en las tierras baldías de los estados centrales norteamericanos. Muchos de los dinosaurios conocidos que aparecen en los museos y en las pinturas, fueron bautizados por ellos: Allosaurus, Stegosaurus, Triceratops, Tyrannosaurus... A lo largo de este siglo, se han obtenido vastas colecciones de dinosaurios recién descubiertos en los antiguos terrenos de caza de Europa y América del Norte, así como en casi todos los demás continentes. Además, y lo que probablemente sea más importante, los paleontólogos han realizado una gran variedad de estudios sobre la vida y la época de los dinosaurios, era un invento por lograr una comprensión detallada de cómo vivían estos monstruos de otro planeta y por qué fueron tan prósperos. En este libro se cuenta la historia de cómo se consiguen y se estudian los dinosaurios, y aparece una información detallada sobre algunos de los problemas fundamentales que los paleobiólogos especializados en dinosaurios están investigando e investigarán a lo largo de la década de los noventa. | | |