Diplodocus
Diplodocus: Significa
doble viga. Su nombre es debido a los huesos dobles de su cola. Este fue uno
de los animales más largos de la tierra. Medía 27 metros de largo, 4 de alto
y pesaba 15 toneladas. Ofrecía un aspecto insólito con su larguísimo cuello
y su larguísima cola, y una cabeza menuda en comparación con el resto del
cuerpo. A pesar de su tamaño, podía mantener el cuello y la cola erguidas,
sin que tocaran el suelo. Su cuerpo que estaba perfectamente adecuado a su
modo de vida. Para alimentarse, podía alcanzar las copas de los altísimos
árboles, como la conífera y la cica, que vivían entonces. Su cabeza
pequeña le permitía rebuscar en la vegetación allí donde pocos de los
demás dinosaurios podían llegar. Esta dieta precisaba de un tipo específico
de cuello vigoroso, ligero y flexible, de modo que pudiera levantarse y
bajarle fácilmente. El cuello constaba de unas 15 vértebras y medía 7
metros y medio. Para facilitar su digestión tragaba piedras, como algunos de
los otros saurópodos, que al caer en el estómago trituraban las plantas que
comía el animal para poder digerirlas. Una vez que una zona se quedaba sin
pastos porque ya estaba ramoneada, el animal se desplazaba con su paso de
ambladura, junto con sus congéneres, en busca de nuevos comederos. Cuando
andamos, el movimiento de nuestros tobillos hace que nuestros cuerpos se
balanceen arriba y abajo. Para los saurópodos grandes, cualquier movimiento
de sus pesados cuerpos precisaba mucha energía. Sus huellas fosilizadas
demuestras que tenía unas patas amplias y redondas como los elefantes, con
dedos cortos, cilíndricos y con la punta plana. Sus patas traseras eran
ligeramente más largas que las delanteras, por lo que la zona posterior del
cuerpo quedaba más elevada que la anterior. Si alguna vez le amenazaba algún
carnívoro, su única defensa hubiera consistido en su larguísima y
fustigante cola, cimbreante como un látigo. La larga cola se iba estrechando
hasta el final terminando en unos finos huesecillos como pequeños cilindros.
La cola en total tenía 73 huesos. Un golpe certero con esta cola tuvo que ser
terrible para el enemigo. Su cuerpo estaba preparado para soportar y desplazar
un peso enorme, y la espina dorsal, entre hombros y caderas, era el centro
energético de todo el animal. Las vértebras dorsales tenían que ser lo
suficientemente fuertes para aguantar el considerable peso del cuello, tronco,
vientre y cola; pero también estaban caladas y tenían huecos para lograr
ligereza. Unas delgadas espinas, apuntando hacia arriba desde lo alto de las
vértebras, servían de punto de anclaje de los poderosos músculos dorsales.
Unas largas costillas apuntaban hacia abajo, curvadas abrazando el vientre,
ayudaban a poner la espina dorsal en su debida posición a pesar del peso de
la gran masa abdominal y protegían los órganos internos del animal. El lomo
del dinosaurio constaba de unas 10 vértebras. En total, entre el cuello, el
lomo y la cola tenía casi 100 vértebras. Hacia la mitad de la cola, los
huesos de horquilla se achataban. Este tipo de huesos debió servir de escudo
protector de la parte inferior de la cola cuando la arrastraba por el suelo.
Hasta hace poco tiempo, los hombres de ciencia creían que este dinosaurio y
otros saurópodos sólo podían andar a cuatro patas. Pero los especialistas
han estudiado el tamaño y la fuerza de las patas, y la estructura de la cola,
están de acuerdo que estos dinosaurios se empinaban, con las patas traseras,
para alimentarse mejor y llegar a las copas de los árboles más altos.
También esta posición le servía para defenderse dando fuertes coces con las
patas delanteras, ayudado por su gran garra pesada. Este dinosaurio puede que
fuera el saurópodo más conocido. Al final del siglo pasado, un millonario
norteamericano de origen escocés, Andrew Carnegie, estaba decidido a tener un
dinosaurio gigante en un museo de Pittsburgh, Estados Unidos. Para
complacerle, un grupo de buscadores de fósiles trabajaron en Sheep Creek,
Wyoming, y con encontraron dos ejemplares de este dinosaurio. Se pudo
reconstruir así el robusto animal que recibió el nombre de
Diplodocus
Carnegiei. Cuando Eduardo VII, rey de Inglaterra, vio una pintura de este
dinosaurio en la residencia de Carnegie, preguntó si se podía hacer una
réplica del animal para exhibirla en Gran Bretaña. El modelo se instaló en
1.905 en el Museo de Historia Natural de Londres. Perteneció a los
diplodócidos y daba al nombre a su grupo. Vivió durante todo el Cretácico
en Norteamérica.