Son pocos los hogares que no tienen televisor, sin importar la clase económica o el
barrio al que pertenezcan. A veces hasta hay varios televisores en una sola casa, y lo
mismo pasa con el otro gran aparato tecnológico de consumo, el teléfono. De hecho, hasta
en los pueblos más remotos hay televisores. Pero aun en EE.UU., uno de los países más
computarizados, sólo cerca de un 27% de los hogares están conectados a Internet. Y en la
mayoría de los demás países del mundo la cifra es mucho más baja. En suma, Internet
está sencillamente muy lejos de ser un medio de comunicación masivo.
Es cierto que mucha gente usa la Web en la oficina. Pero será difícil que esto
fomente la creación de grandes negocios en línea enfocados al consumidor, porque las
compañías cada vez limitan más el tiempo que sus empleados pasan en línea y las
páginas electrónicas a las que tienen acceso, por motivos de seguridad y productividad.
El futuro de Internet depende del hogar.
Y las cifras parecen aún demasiado bajas para justificar la fantástica ilusión de
los profetas de Internet, que hablan de un mundo completamente interconectado en cuestión
de un par de años. Puede que la expansión de Internet parezca espectacular, pero no es
tan impresionante como algunos creen.
Todos sabemos lo que es un verdadero medio de comunicación masivo. Aun ahora que las
cadenas televisivas han perdido parte de su poder, sigue habiendo programas capaces de
atraer 25 o 30 millones de espectadores al mismo tiempo y por media hora seguida.
America Online, el principal proveedor de acceso a Internet de EE.UU., sólo puede
darle cupo al mismo tiempo a unos 800.000 de sus 13 millones de miembros. Es más gente de
la que atrae un canal de noticias durante el día, pero hasta programas poco conocidos
logran atraer una mayor audiencia. Lo que es más, esos 800.000 miembros de AOL están
diseminados por toda la Web, en miles de páginas electrónicas distintas.
Es cierto que la Web no pretende ser un medio de comunicación para emisiones masivas,
sino un medio más preciso, que le ofrece a segmentos más específicos del público
servicios e información diseñada específicamente para ellos. Sin embargo, la Web
tendrá que atraer muchos millones más de usuarios y crear un mercado masivo antes de que
su fragmentada audiencia sea capaz de afectar la clase de información y servicios que
están disponibles en el mundo real.
¿Qué se necesita para que Internet se convierta en un medio masivo? La respuesta
típica es que se necesita una conexión más veloz y más potente desde el hogar. Es
cierto. Pero creo que hay otras cuatro cosas que deben cambiar, y una de ellas es
absolutamente esencial. Para empezar, la conexión a Internet no debe ser sólo más
veloz, sino también más barata y automática. También es necesario desarrollar un mejor
contenido en línea. La Web necesita mejor contenido y más promoción, y modelos de
negocios mucho mejores, para que las compañías puedan empezar a ganar dinero en línea.
Pero lo más importante para que Internet llegue realmente a todos los hogares es
acabar con la tiranía de la PC. Es decir, debe haber otras formas de conectarse a la Web.
Actualmente, Internet está aprisionada dentro de la PC. Su desarrollo se ve limitado por
este aparato torpe, complejo, inestable y excesivamente caro. Después de veinte años de
haberse convertido en un producto de consumo masivo, la PC ha llegado a sólo un 45% de
los hogares de EE.UU., y por supuesto a un número mucho menor en América Latina. Aun
tras dos años de drásticas reducciones de precios, no se ha logrado impulsar la
penetración de mercado de la PC a más de un 50% de los hogares.
Aun suponiendo que la PC entrara a más de un 50% de los hogares en los próximos
años, su penetración seguiría siendo casi la mitad que la de la televisión. Y no hay
que olvidar que a menos de veinte años de que la TV se convirtiera en un producto de
consumo masivo a finales de los 40, ya era normal tener una casa.
Nicholas Negroponte, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts y uno de los
gurús más optimistas de Internet, reconoce el problema de la PC. Hace unos meses, en un
artículo para la revista Wired (que es la Biblia de los profetas de Internet), Negroponte
describió el shock que se llevó cuando tuvo que comprar una computadora por su cuenta,
después de años de depender de otra gente que la compraba por él.
"De pronto me di cuenta que aun con una buena parte del talento de computación
del MIT a mi disposición y aun sin tener que preocuparme en lo más mínimo por el costo
de la computadora, mi situación no es muy distinta a la de un campesino en Pakistán que
se enfrenta a su primera PC", dijo Negroponte, que no es nada ignorante en cuestiones
tecnológicas. Las computadoras actuales son demasiado complejas para ser realmente
accesibles.
La mejor esperanza para lograr una verdadera expansión de Internet es el desarrollo
veloz y la promoción enérgica de aparatos más baratos y sencillos que yo llamo
"aparatos informáticos, como WebTV, la caja de control para el televisor de
Microsoft, o las computadoras Jupiter, un nuevo tipo de PC portátil de la que hablaré en
el futuro.
La ventaja de estos aparatos es que han sido diseñados para llevar a cabo un pequeño
número de funciones especializadas, ya sea navegar Internet, enviar y recibir correo
electrónico, escribir documentos o mantener un calendario electrónico. Son aparatos que
no son capaces de usar miles de programas distintos, o de satisfacer todas las necesidades
de todas las personas. Pero se encienden automáticamente, se conectan a Internet sin
mayores complicaciones, casi nunca fallan, y le evitan al usuario tener que vérselas con
complejos sistemas operativos como Windows o MacOS.
Los que quieren que Internet se convierta en un medio universal tienen que olvidarse de
su amor por la tecnología y darse cuenta que hay un mundo más allá de la PC. Tienen que
apoyar los diversos aparatos informáticos que se están diseñando tanto dentro como
fuera del sector de la computación. Porque a menos que surja un aparato realmente
sencillo para conectarse a Internet, uno tan confiable y fácil de usar como la
televisión o el teléfono, la Web seguirá siendo un éxito parcial, un entretenimiento
para los tecnófilos y los privilegiados.