Así de crudas están las cosas en Estados Unidos. Primero fue Bill Gates quien
insistió en reducir el tiempo de su declaración de dos días como pide el DOJ- a
sólo unas horas, y ahora el affair en torno al código fuente del producto estrella de la
mayor empresa de software del planeta. En un documento enviado por la compañía a los
juzgados del estado de Columbia, Microsoft compara su código fuente con la fórmula de la
Coca-Cola, es decir, poco menos que un secreto de estado, y alega que no puede permitirse
el lujo de revelarlo ya que es la base para algunos de sus futuros desarrollos.
Como a una de cal, otra de arena, Microsoft sugiere que si se llega al caso de tener
que librar finalmente el código, se podrían firmar unos contratos que obligasen a los
que examinasen el código a mantenerlo en absoluto secreto. En este sentido, la empresa
pone como ejemplo a sus propios programadores: no hay un solo profesional que tenga acceso
al código completo de Windows ya que para trabajar sólo se les proporciona aquella parte
o partes que necesitan. Pero he aquí otro punto de fricción entre la empresa y la
justicia; mientras que la primera esgrime que esta práctica es común en el mercado, el
DOJ considera que su código está suficientemente protegido por los acuerdos existentes.
Por ahora, lo único que está claro es que ambas partes se reunirán con el juez Thomas
Penfield Jackson para hablar sobre el tema.