En 1995 una nube tóxica de color amarillo cubrió la planta productora de chips de
Teccor Electronics (Tejas). Se trataba de ácido proveniente de una fuga que al caer sobre
las obleas de silicio produjo una gas extremadamente tóxico. Tres empleados tuvieron que
ser internados y durante semanas acarrearon problemas respiratorios de diversa índole. La
empresa se limitó a declarar que estos trabajadores habían "metido innecesariamente
sus narices en las emanaciones".
Tras el accidente, se abrió una investigación que puso al descubierto diversos
fallos, lo que llevó a la Occupational Safety and Health Administration (OSHA) a informar
que "la seguridad era secundaria para la producción". Este incidente es uno de
los que ponen de manifiesto el lado oscuro de la flamante industria de los semiconductores
y las consecuencias de su rápido crecimiento en el mundo. En todo el mundo, los
semiconductores produjeron unos astronómicos beneficios de 150.000 millones de dólares.
Según la investigación de "USA Today", este sector de la economía no es
tan aséptico y pulcro como nos muestran los reportajes de seres enfundados en trajes
blancos presurizados que mueven con extremos cuidados los brazos mecánicos que tratan las
obleas de silicio en habitaciones inmaculadas; esta industria tiene un patio trastero
lleno de residuos extremadamente peligrosos que nadie quiere mostrar.
Según las investigación, las empresas:
- Arriesgan a sus trabajadores, muchos de ellos mujeres y miembros de minorías, que
carecen de conocimientos completos sobre los peligros, a veces mortales, que representan
los productos químicos con que trabajan.
- No cumplen con estándares de salud y seguridad, elevando los riesgos de una exposición
química a niveles inconcebibles. 10 de 36 plantas de Silicon Valley fueron requeridas por
la justicia debido a carencias en salud y seguridad durante 1993 y 1997.
- Continúan con el uso de sustancias químicas responsables de producir cáncer y daños
físicos, a pesar de reconocer el peligro.
- Se han expandido hacia áreas de los Estados Unidos, donde las regulaciones de seguridad
ambiental no son tan estrictas como en Silicon Valley, lugar donde la industria del
semiconductor nació.
Pero lo peor de todo es que se ha detectado que durante años, algunos trabajadores han
sido expuestos a ácidos y disolventes, que más tarde han resultado ser los causantes de
eccemas bucales, dolores de cabeza, vómitos, variaciones de humor o desmayos.
En la actualidad, dos pesos pesados de los semiconductores, IBM y Motorola, están
envueltos en procesos judiciales con acusaciones de haber sido las causantes directas de
casos de cáncer, malformaciones de nacimiento, problemas respiratorios y desórdenes
neurológicos.
Según "USA Today", Silicon Valley cuenta con 18 de los 29 sitios más
contaminados de Estados Unidos relacionados con el mundo de los microprocesadores. La
mayoría está infectado con Tricloroetileno (TCE), un disolvente ampliamente utilizado
hace unos años en tareas de limpieza de chips.
Pero el problema no se queda aquí. En los próximos cinco años se prevé que se
pondrán en funcionamiento en Estados Unidos treinta nuevas planta de fabricación de
chips. Algunas pertenecerán a empresas tan conocidas como NEC; Motorola, Texas
Instruments o IBM, que mínimamente disponen de recursos para minimizar el impacto de sus
actividades, pero muchas otras estarán en manos de empresas de pequeño calibre sin su
potencia económica.
A todo este panorama hay que sumar un dato fundamental: el número de chip en el
planeta crece a una velocidad increíble, como muy bien demuestra Intel en su loca carrera
por sacar, en períodos cada vez menores de tiempo, nuevos procesadores que desbanquen a
los actuales. ¿A dónde nos llevará el chip?