Space Quest IV
Con estas palabras en boca de un holograma tridimensional
proyectado ante los atónitos ojos de nuestro héroe Roger Wilco, comenzaba un relato
sobrecogedor acerca del triste destino al que la humanidad se había visto conducida.
Una vez más, Wilco pensó cómo era posible que este tipo
de cosas le pasaran siempre a él. Sólo recordaba estar contando sus muchas batallitas en
el bullicioso bar del asteroide Magmetheus, cuando todo se había desencadenado, sin darle
apenas tiempo a reaccionar.
Dos sujetos con una especie de traje policial le habían
sacado casi a rastras del tugurio, cuando la cosa empezaba a ponerse por fin interesante
con los compañeros de juerga, a quienes, por cierto, correspondía pagar la próxima
copa.
Los policías le mostraron una grabación en la que Roger
reconoció enseguida a uno de sus viejos "amigos": el indeseable Vohaul. El
malvado no podía perdonar el ridículo al que una vez fue sometido por Wilco y, antes de
hacerse Señor del mundo conocido, estaba dispuesto a dejar su "expediente"
libre de vergüenzas, liquidando al pobre Roger.
Cuando todo parecía perdido, dos figuras surgieron de la
oscuridad del callejón, le rescataron y huyeron con él a toda prisa. En breves
instantes, y sin tiempo para preguntar nada, Wilco se vio empujado hacia una grieta
temporal, en la que se sumerge hasta llegar a un extraño y desolado planeta, al que sólo
después de una atenta observación, Roger identifica como Xenon, su tierra natal.
Aunque ya nada es como era. La destrucción reina por
doquier y, en este mundo de pesadilla, sólo unos extraños y amenazadores Cyborgs pululan
por las calles a la búsqueda de nuevas presas.
En su deambular, Roger encuentra un Miniordenador portátil
y un simpático juguete que le recuerda otros tiempos más felices. El único camino
posible parecen ser de pronto las alcantarillas, y por ellas se introduce sin pensárselo
dos veces. Así, llega al lugar donde al parecer se ocultaban los componentes de la
última resistencia y donde descubre el mensaje grabado que le desvela el triste destino
seguido por la humanidad.
LA HUMANIDAD EN MANOS DE UNA MÁQUINA
"... Todo comenzó a raíz del ambicioso proyecto
Xenon Super Computer.
Habíamos diseñado un potente ordenador cuya capacidad
estaba fuera de toda duda, y su aparente perfección nos hizo imaginar que en él podía
estar la clave del desarrollo de nuestro planeta. Luego, el destino demostró lo
contrario.
Se introdujeron toda clase de datos al megacerebro
informático, incluyendo los necesarios para el control de la atmósfera, y los sistemas
de defensa.
Todo pareció ir bien durante los primeros tres años.
Luego, un desafortunado día, una expedición espacial, localizó un extraño hallazgo:
una pequeña caja con un rótulo exterior en el que se leía "Leisure Suit
Larry", y antiguos discos de datos informáticos. La información en ellos contenida
se introdujo en el Gran Ordenador para su análisis, y un extraño virus entró en acción
tomando el control de la máquina. Todas las pantallas quedaron en blanco y luego
apareció en ellas el texto "Wilco debe pagar". Luego, nuestras propias armas se
volvieron contra nosotros y comenzó el caos.
La mayoría intentó huir a otros planetas, pero sólo
algunos lo consiguieron. Los que eran atrapados fueron "reprogramados" y
convertidos en Cyborgs al servicio de la inteligencia superior que parecía controlarlo
todo.
Mientras grabo este mensaje, sólo un puñado de nosotros
queda aún en pié, y nuestra salud cada vez se resiente más.
Para empeorar aún más las cosas, hemos sabido que el
ordenador ha conseguido desvelar el secreto del viaje a través del tiempo. Mis dos
mejores hombres han partido en una operación suicida a intentar robar esta última
tecnología, ya que estamos convencidos que si nadie de nuestro tiempo es capaz de
sacarnos de esta angustiosa situación, en alguna época pasada, tal vez existió alguien
con el coraje suficiente para hacerlo. Si tú eres el que esperamos, doy gracias al cielo,
aunque yo no pueda estar aquí para verlo..."
Con estas palabras, la grabación se interrumpió, dejando
a Roger Wilco sumido en serios pensamientos. Lo que hasta ese instante parecía ser
producto de unas cuantas copas de más en la taberna galáctica de Magmetheus, se había
convertido en una angustiosa realidad.
Pasados los primeros momentos de desconcierto, nuestro
héroe empieza a unir cabos sueltos, y llega a la conclusión de que detrás de aquel
extraño virus iniciador del caos, sólo puede estar una persona: Vohaul.
UN NUEVO DESAFÍO PARA ROGER WILCO
Nuestro amigo estelar disfrutaba de una inmerecida fama de
cuentista. La única verdad es que nunca supo volver la espalda a los problemas ajenos, y
esto le había llevado siempre a meterse en líos increíbles. Ahora, la agonía de este
planeta que le vio nacer, unida al hecho terrible de que le hubiesen sacado del bar sin
mediar aviso, convertían la situación en ineludible. Vohaul podía echarse a temblar.
Wilco había decidido ir en su búsqueda y terminar el trabajito empezado hace tiempo.
Sin más dilación, Roger abrió la única puerta visible y
se internó en los subterráneos. Después de recorrerlos varias veces, la salida parecía
ser una escala metálica. Para alcanzarla, había que evitar una apestosa masa verdosa con
no muy buenas intenciones, de la que tomó una muestra para analizarla después.
La escalera daba acceso a una tapa de alcantarilla, desde
la que pudo observar la llegada de una patrulla de reconocimiento de la policía espacial.
Cuando todo pareció quedar tranquilo, Roger se dirigió hacia la nave, en la que se
introdujo como polizón. Luego, la nave despegó llevando a nuestro héroe hacia el
corazón de la guarida de Vohaul.
Una vez en ella, una rápida inspección de los alrededores
mostraba que todos los accesos al interior se encontraban controlados por vigilantes.
Junto al cuerpo de guardia, la llegada de un extraño vehículo surgido de la nada llamó
la atención de Wilco y, aprovechando un descuido, se introdujo en él.
Un extraño panel de instrumentos con símbolos nunca
vistos parecía controlar la nave, así que comenzó a probar varias claves. Antes de
nada, anotó con cuidado la que aparecía en el display, y siguió probando. Parecía que
no iba a haber suerte, cuando a la tercera o cuarta prueba, Roger se vió catapultado
hacia un torbellino de colores parecido al que le había traído al futuro.
Después de recuperarse del mareo que le había producido
el viaje, nuestro héroe se decidió a abrir la compuerta del vehículo, para salir al
exterior del extraño planeta en el que se hallaba. Un paisaje increíble se ofrecía ante
sus ojos: en la base de la plataforma rocosa sobre la que había aterrizado, un mar de
aguas oscuras parecía ocupar toda la superficie del planeta. Desde él, como mil islas
pequeñas, promontorios erosionados caprichosamente constituían el único suelo
practicable.
Después de recorrer por un instante la pequeña meseta,
una gran sombra anunció el paso de una gigantesca ave sobre Roger. Buscando una salida,
comenzó a bajar una especie de escalera natural de roca, cuando de repente, dos enormes
garras apresan al aventurero y lo elevan hacia los cielos.
Tras un corto vuelo, donde todo parece perdido, Wilco es
lanzado a un gran nido al que llega ileso de milagro. No corre su misma suerte un policía
espacial que seguramente venía tras él, y al que las garras del ave han herido de
muerte. Roger investiga el cuerpo, y encuentra una envuelta de chicle con símbolos que le
recuerdan los de la nave. Tras varios intentos, consigue encontrar un hueco por el que se
desliza, y cae hasta el agua.
EN MANOS DE LAS MUÑECAS DE LÁTEX
A todos los héroes les ocurren cosas increíbles, pero
nuestro amigo Wilco supera con creces la media. Cuando consigue salir del agua, hacen
aparición en escena las habitantes del planeta. Una tribu de mujeres llamadas las
muñecas de látex, quizá por su afición a vestirse con prendas de este material.
La que parece la líder del grupo acusa a Roger de haberle
traicionado hace algún tiempo, y le informa que está dispuesta a escarmentarle de una
vez por todas. Le obligan a entrar al submarino a punta de lanza, y le conducen a un mundo
subacuático del que la fuga parece a todas luces imposible.
El comité de bienvenida incluye a una verdugo experta en
tratar a varones, que muestra al chico el lado terrible de algunos electrodomésticos. Por
suerte, cuando la cosa se pone realmente fea, aparece un hermoso monstruo marino que
parece estar enfadado por respirar siempre los mismos aires.
Dado que las chicas huyen en desbandada, Roger consigue
regalar al engendro "nuevos aires", que parecen terminar bruscamente con sus
problemas.
Las que antes eran mujeres feroces, se vuelven dulces
gatitas que no saben cómo agasajar a su salvador, así que de común acuerdo deciden
premiarle con el mejor regalo que se puede hacer entre féminas: ir de tiendas.
Si necesita cualquier cosa, en la galería galáctica
podrá encontrarla. Nadie imaginaría, viendo el paisaje del planeta Estros, que cerca de
él pudiese existir un satélite artificial en cuyo interior se concentrasen los más
sofisticados comercios de este lado del universo. Evidentemente, qué mejor sitio que
junto a un planeta habitado sólo por féminas.
Mientras las agradecidas chicas se olvidan pronto de su
salvador, atraídas por el efluvio de las modas, Roger Wilco decide que echará un vistazo
a fondo en las tiendas. Estas se distribuyen en forma de anillo, alrededor de la
magnífica pista central de patinaje con gravedad cero.
En un comercio de ropa para hombres, consigue cambiar sus
maltrechas ropas, con lo que su aspecto vuelve a ser el de siempre. Luego encuentra la
forma de ganar algún dinerillo extra echando una mano en el Monolith Burger, aunque al
final parece que el negocio no es rentable, y Roger decide dejarlo.
En la tienda de Software, la multitud se ha llevado ya los
últimos superéxitos de la casa Sierra, y sólo quedan algunos títulos ya caducos y un
libro de pistas sobre una aventura espacial que resulta conocida a nuestro héroe.
Después de comprarlo, Roger visita Radio Shock, una cadena
de tiendas especializadas en todo tipo de aparatos electrónicos. Lo único que encuentra
interesante es un adaptador para el PocketPal Computer que encontró en Xenon, pero el
precio es demasiado elevado para poder comprarlo.
Recuerda entonces la tarjeta de crédito que se les cayó a
las chicas, y decide probar suerte. Pero los nuevos sistemas de detección son infalibles,
y el truco ya no está en la clave. El Cajero Automático sabe que la titular de la
tarjeta es una hermosa rubia, y el Sr.Wilco dista mucho de parecer una chica.
Con un poco de ingenio, Roger se las arregla para obtener
el disfraz adecuado y consigue el dinero para el adaptador. De entre los distintos
modelos, elige el que cree le será útil, aunque si no fuera así, siempre podría volver
e intentar cambiarlo por el adecuado.
Más tarde, un poco harto ya de tiendas, decide echarse
unas partiditas en un local de videojuegos cercano. Harto de la máquina del Astro
Chicken, se dirige hacia la única que queda libre, cuando de repente, hace su aparición
en escena uno de los vehículos de la policía de Vohaul que anda tras él.
Con más suerte que otra cosa, Roger consigue escapar y se
dirige al único sitio donde cree que no se atreverán a seguirle: la pista de patinaje.
Allí tiene que escapar de un nuevo ataque, y dando un
rodeo consigue volver al salón de videojuegos y apoderarse del vehículo. Anota la clave
que podría traerle de vuelta aquí si fuera necesario, y piensa unos segundos hacia
dónde dirigirse.
Recuerda entonces las claves obtenidas en el libro de
pistas, una de las cuales parece complementar otra que ya tenía. Con ambas, compone unos
signos que le permiten hacer un alucinante viaje al pasado, a los tiempos que
constituyeron su primera aventura (The Sarien Encounter). Después de una entretenida
charla sobre motos, y con unas cerillas de recuerdo, Wilco decide retornar a Xenon, para
la batalla final.
UNA VICTORIA FINAL QUE DARÁ QUE HABLAR EN
LAS TABERNAS GALÁCTICAS
De nuevo en Xenón, Roger busca la puerta de entrada hacia
el interior del edificio donde se aloja el Gran Ordenador, y su actual controlador, el
pérfido Vohaul.
Una puerta redonda de acero le impide el paso, ya que por
más que intenta conseguir la clave que la abre, la cerradura se niega a responder.
Pensando que pueda ser por falta de grasa, Wilco utiliza el único líquido con el que
cuenta. El efecto no es el esperado, pero el humillo que sale de la cerradura indica que
ya no es más que un adorno. Así que un simple empujón da vía libre.
En el interior del cilindro metálico que sirve de pasillo,
tres amenazadores círculos con emisores de rayos láser, dan una noción clara de que los
que están al otro lado no son aficionados, y están protegidos contra cualquier
incidente.
Roger decide tomárselo con calma. Enciende un purito, y
prueba algunas combinaciones. Después de varios intentos frustrados, observa que sobre la
pantalla en que se encuentra, unas letras indican que la aventura que está viviendo es
"Space Quest XII", y llega a la conclusión que las cifras válidas son todas
múltiplos de doce.
Tras el tercer anillo, un laberinto con tres niveles
confunde un poco a nuestro héroe, y una serie de robots destructores contribuyen a
ponerlo todo más difícil. En cada pasillo, Wilco localiza una especie de puntos de
conexión, en los que decide utilizar el adaptador comprado en Radio Shock, que por suerte
ajusta a la perfección. Alimentando al ordenador portátil con una pila de la mochila
donde lleva todos los objetos útiles, consigue entrar al sistema de seguridad, y prever
los movimientos de los robots.
En el nivel dos localiza una entrada que parece llevar a
las entrañas del ordenador, pero una puerta cierra el paso. La clave es complicada por su
gran cantidad de dígitos, pero no hay nada que un buen libro de pistas no pueda
solucionar.
En la pantalla de acceso al ordenador, dos son las acciones
claves: la eliminación de los robots y el inicio de formateo del cerebro informático.
Con el camino más despejado, Roger recorre por completo
los tres niveles, para hallar en el tercero el acceso a una zona aislada, donde aparece
suspendido un cuerpo que le resulta extrañamente familiar.
La voz del temido Vohaul se deja oír desde esos jóvenes
labios, para informar a Wilco que aquel es el cuerpo de su hijo, y que nunca jamás
volverá a serlo, ya que ahora pertenece por siempre a la mente criminal que ha decidido
vivir en él como venganza suprema.
Nuestro héroe no puede permitir nada tan repugnante, y se
inicia un forcejeo, donde conseguirá hacerse con el disco de programación.
Una manipulación adecuada sobre el computador conseguirá
devolver a Roger Wilco Jr. a su propio cuerpo, y terminar la secuencia de formateo de
Vohaul en el Super Ordenador Central, con lo que la pesadilla habrá tocado a su fin.
LOS FELICES MOMENTOS FINALES
Durante un emocionado instante, padre e hijo se abrazan y
se cuentan las peripecias que les han llevado a estar juntos. Luego, Roger Wilco Jr.
informa que la historia no puede alterarse sin correr riesgos, por ello nuestro héroe
debe abandonar el futuro por una grieta temporal.
Roger está feliz por haber logrado salvar a Xenon, su
planeta natal, del dominio de Vohaul. Además, puede que con un poco de suerte sigan en la
taberna de Magnetheus los chicos a los que les tocaba pagar la próxima ronda. Y en esta
ocasión, hay toda una larga historia para contar.
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