Shadow of the comet
Estamos en 1910. Han pasado 76 años desde los extraños
sucesos de Illsmouth y el cometa Halley está a punto de volver a visitarnos. Me llamo
Jonathan Parker y trabajo como fotógrafo para una prestigiosa revista científica
británica. He estudiado los documentos de Boleskine y estoy seguro de que fue testigo de
algo terrible que tuvo mucho que ver con la llegada del cometa. He convencido a mi editor
para que financie mi viaje a Illsmouth y he conseguido alojamiento en casa del doctor
Cobble, el médico del pueblo. Si todo va bien llegaré tres días antes del cometa y
conseguiré pruebas de todo lo que ocurra.
PRIMEROS PASOS
A mi llegada al puerto de Illsmouth fui recibido por el
doctor Cobble y el alcalde Arlington. Me acerqué a ellos y, tras los saludos de rigor,
los tres entramos en un carro de caballos que nos trasladó a la casa de Cobble. El doctor
me mostró mi habitación y, tras despedirme de él, recogí y examiné dos objetos: un
telegrama y un diario que perteneció a Boleskine.
El telegrama decía que en el baúl con mi equipaje no
habían sido incluidas las placas fotográficas que había pedido, mientras que en su
diario Boleskine explicaba que había contratado los servicios de un niño de 12 años
para que le acompañara al bosque, donde tuvo la oportunidad de descubrir y dibujar nuevas
constelaciones.
Me dirigí por tanto al almacén para comprar placas
fotosensibles para mi cámara. Myer, el dueño del almacén, estaba hablando con un
extraño individuo vestido con una especie de hábito al que llamaba señor Hambleton,
pero me atendió rápidamente y me vendió las placas que yo necesitaba advirtiéndome que
tal vez se encontraran en mal estado.
Debía identificar al niño que había servido de guía a
Boleskine, y para informarme me dirigí al registro municipal. El archivero, un amable
anciano llamado Tobías Jugg, me permitió estudiar el libro de nacimientos que se
encontraba sobre una mesa y así pude descubrir que en 1822 habían nacido solamente tres
niños en el pueblo. Volví a hablar con Jugg que, después de que yo mostrara interés
por la historia de la ciudad, me explicó que las tres personas que figuraban en el
registro contaban con 88 años y vivían aún. Me dio sus direcciones y me rogó que fuera
a visitarle a su casa más tarde.
Mis investigaciones me llevaron hacia Curtis Hambleton, que
vivía en el viejo almacén de pescado. Curtis reconoció ser la persona que había guiado
a Boleskine 76 años atrás, pero se mostró reacio a hablarme de lo que pasó durante
aquellos días. Sólamente pude averiguar que había guiado a Boleskine durante tres días
hasta un claro del bosque en el que había una cruz y que allí ambos habían visto algo
terrible. A raíz de esa experiencia Curtis había discutido con su padre y su hermano
Wilbur y desde entonces vivía solo y despreciado por su familia. Un rasgo inconfundible,
los ojos de diferente color, me hizo comprender que el hermano de Curtis era el extraño
hombre del hábito que había visto en el almacén.
Regresé al registro municipal y encontré una lupa en el
armario de la derecha. En casa de Tobías Jugg observé un rifle colgado de la pared a
modo de trofeo que resultó ser el que Lord Boleskine llevara durante su exploración. Con
ayuda de la lupa pude leer una inscripción medio borrada en el rifle en el que figuraba
la palabra "Searcher" y unas extrañas letras.
LA CRUZ DEL BOSQUE
Al pasar por la plaza del pueblo vi a un grupo de gitanos
cantando y bailando. Un oficial de policía, que dijo llamarse Baggs, obligó a los
gitanos a marcharse, y de nada sirvieron mis quejas para convencerle de que estaba
cometiendo una injusticia. Antes de marcharse, una hermosa gitana agradeció que hubiera
intercedido por ellos.
Debía localizar la posición exacta del claro del bosque
donde se encontraba la cruz, y para ello regresé a mi habitación. Saqué del baúl dos
objetos que fueron propiedad de Boleskine (un dibujo y un mapa) y encontré un trozo de
algodón y una botella de alcohol en el cajón de la cómoda. Empapé el algodón con el
alcohol, coloqué el dibujo sobre la mesa y froté el dibujo con el algodón haciendo
aparecer un mensaje que sin duda alguna era la continuación del mensaje del rifle.
Recogí el dibujo, coloqué el mapa sobre la mesa y señalé con una cruz el lugar en el
que se encontraba la constelación "Searcher".
Ahora que ya tenía el mapa marcado necesitaba encontrar a
alguien que accediera a acompañarme al bosque, y probablemente la taberna sería el lugar
perfecto para encontrar al hombre adecuado. Precisamente estaba conversando con el
tabernero y una persona apoyada en la barra cuando apareció un tal Nathan Tyler que se
ofreció a charlar conmigo sobre el asunto. Le estaba diciendo que sus precios eran
abusivos y que pensaría su oferta cuando una piedra rompió súbitamente uno de los
cristales de la taberna.
Todos salimos fuera y allí descubrimos a Benjamin y Obed,
los dos jóvenes Hambleton, enfrascados en una terrible pelea con un muchacho llamado
Walter Webster. Utilicé un palo que encontré frente a la taberna para ahuyentar a los
dos matones y acompañé a Webster a la farmacia para que Matthews, el farmacéutico,
cuidara sus heridas. Después de una breve conversación con Mary, la hija de Matthews,
Webster se ofreció para acompañarme al bosque y el farmacéutico me dijo que podía
utilizar su laboratorio para revelar mis fotografías.
Regresé a mi habitación para sacar del baúl todo el
material que necesitaba, exactamente mi cámara fotográfica, un trípode, una lámpara de
petróleo y una linterna. Al salir de nuevo de la casa ya era de noche y me dirigí al
ayuntamiento, el lugar de la cita con Webster. El joven se ofreció a cargar con el
trípode y me condujo a través del bosque hasta un pasaje que conducía directamente al
claro donde se encontraba la cruz, pero un movimiento entre los arbustos le asustó y le
hizo huir llevándose consigo el trípode.
No podía hacer fotografías sin el trípode, de manera que
busqué un remedio casero para sustituirlo. Para ello recogí tres ramas y una enredadera
que encontré en diversos puntos de la espesura y, una vez junto a la famosa cruz,
utilicé dichos elementos para construir un soporte donde colocar la cámara fotográfica.
Abrí el paquete de placas fotosensibles y, una a una, impresioné las tres placas.
Ya tenía las fotos que necesitaba, pero antes de abandonar
el lugar decidí explorar el bosque situado a mi derecha. Encontré un camino entre los
arbustos y avancé hasta un lugar donde estaba teniendo lugar una extraña ceremonia.
Después de ocultarme lo más rápidamente posible detrás del árbol de mi derecha,
observé un círculo de piedras y en él un grupo de personas del pueblo en torno a un
hechicero indio que recitaba extraños conjuros contenidos en un pergamino.
Repentinamente, una corneja surgió del fondo del bosque,
arrebató al hechicero el pergamino que estaba leyendo y lo dejó caer a mis pies. Al
agacharme para cogerlo fui descubierto por el hechicero y abandoné mi escondite, pero el
indio, que dijo llamarse Narackamous, se materializó a mi lado y me lanzó una terrible
amenaza de muerte. Abandoné el lugar aterrorizado y corrí hacia el pueblo lo más
rápido que pude.
LA MUERTE DE TOBIAS JUGG
Cuando desperté estaba en mi cama con el doctor Cobble a
mi lado. Me explicó que me había encontrado desmayado frente a la casa y me había
conducido inconsciente hasta la habitación. Las aventuras que había vivido durante la
noche me habían producido una crisis cardíaca y corría riesgo de sufrir un infarto, de
forma que el doctor me extendió una receta y me recomendó que fuera a la farmacia con
ella.
Matthews dijo que tardaría algunos minutos en preparar la
receta y que mientras tanto podía utilizar su laboratorio para revelar mis placas.
Recogí todos los productos químicos que necesitaba en la primera habitación (metol,
hidroquinona, sulfito de sodio, ácido bórico, tiosulfito sódico, metabisulfito
potásico, ácido hidroclórico y paracetamol) y encendí la luz roja del laboratorio
acercándome al interruptor.
Coloqué las placas impresionadas en la cubeta y vertí
sobre ellas el metol, la hidroquinona, el tiosulfito sódico y el metabisulfito potásico.
Una vez reveladas las contemplé a la luz, pero la tercera contenía una visión horrible
que me produjo una nueva crisis cardíaca. Matthews me salvó la vida dándome una de las
pastillas que acababa de preparar, pero por desgracia la placa se había destrozado al
caer al suelo.
Pensando que Tobías Jugg podría ayudarme en mi
investigación, me dirigí a su casa justo a tiempo de ver a Wilbur Hambleton salir de
ella. Extrañado por su presencia, decidí seguirle hasta el almacén, donde olvidó una
llave sobre el mostrador.
La llave abría la puerta principal de la casa de Jugg. En
las tres primeras salas encontré otras tantas estatuas: una estatua de niño en la
primera sala, una estatua de hombre joven en el interior de un armario de la segunda y una
estatua de hombre viejo en la vitrina derecha de la tercera. Una vez en el dormitorio de
Jugg, coloqué la estatua de niño en lugar del libro "Infancia", la estatua de
hombre joven en lugar de "El hombre joven" y la restante en lugar de "El
viejo y el mar", consiguiendo de este modo que la biblioteca se desplazara dejando
libre el acceso a otra habitación. También encontré una llave pequeña bajo el borde
izquierdo de la alfombra.
Me encontraba en una biblioteca secreta llena de libros
donde Tobías Jugg yacía moribundo junto al escritorio. Me acerqué rápidamente a él
para intentar ayudarle pero me dí cuenta de que era demasiado tarde. Le entregué el
pergamino y me explicó que aquel que le había herido había venido precisamente a
buscarlo. No me quiso revelar la identidad de su atacante, pero me tradujo el contenido
del pergamino ("En esta morada de muerte de R'Lyeh Cthulhu sueña y espera") y
me previno contra algunos habitantes del pueblo. Pocos segundos antes de morir me dijo que
había dejado una nota para mí sobre su escritorio y que solamente debía leerla en mi
habitación.
Sobre la mesa encontré no sólamente la nota, sino
también un ejemplar del famoso "Necronomicon" que se abría con la llave que
había encontrado bajo la alfombra. En el libro había una página marcada que contenía
el conjuro que debía ser pronunciado tres veces en el círculo de piedras y a la hora
indicada para invocar a Yog Sothoth, el más poderoso de los dioses primigenios.
AVENTURA EN EL FARO
Leí por segunda vez el libro, abandoné la casa del
desdichado Tobías y tomé el camino más corto hacia casa de Cobble pasando por la plaza
y la farmacia para evitar que nadie pudiera acusarme del crimen.
Una vez en mi habitación, descubrí que el mensaje
contenía un nuevo enigma según el cual el hombre que podía ayudarme "vive donde
flotan los tres colores, de donde parten cien mensajes". Pensando en los tres colores
de la bandera americana, supuse que se trataba de la oficina de correos y allí conversé
con una empleada llamada Guilchrist que me explicó que el único mapa del territorio
estaba en poder de Mr. Underhouse, al que podría encontrar en la oficina del fondo.
Entregué las placas reveladas a la empleada para que las enviara a mi revista en Londres
y me dirigí a la habitación de Underhouse.
Desde su silla de ruedas, Underhouse me permitió examinar
el mapa. Le señalé la localización del círculo de piedras y me explicó que era allí
donde había sido enterrado hace 70 años el que fuera último descendiente de la tribu de
los Mic Mac, un indio llamado Narackamous. Le expliqué que ese indio no podía estar
muerto porque había estado a punto de acabar conmigo y Underhouse recordó que los
Ancianos premiaban con la inmortalidad a sus adeptos. Me dijo que el alcalde Arlington
guardaba en la caja fuerte de su oficina un diario que podría ayudarme a resolver el
misterio, pero sólo sabía que los números que formaban la combinación tenían algo que
ver con la parte de la Biblia donde se hablaba de las fuerzas del mal.
Regresé al almacén y compré un broche, un guardapelo y
más placas fotográficas para mi cámara. Encontré a la señorita Picott en compañía
de su sobrina Gloria frente a la oficina de correos y no pareció estar dispuesta a
prestarme su Biblia, pero conseguí ganar su confianza entregándole el guardapelo. De ese
modo, pude descubrir que la página del Apocalipsis donde se habla del número de la
bestia era la 345.
Mr Swing, un empleado del ayuntamiento, no me permitió
subir a la oficina del alcalde hasta que conseguí convencerle de que tenía permiso de
Arlington. Una vez arriba, descubrí detrás de un cuadro la caja fuerte de la que me
había hablado Underhouse y, después de introducir la combinación correcta, encontré en
su interior un cigarro y el ansiado diario. Dentro del cigarro había un papel que
resultó ser la nota de depósito de un paquete que se encontraba en correos a nombre de
Wilbur Hambleton.
El diario era de Jonas Hambleton, un pescador que se
inició en las artes ocultas junto al hechicero indio Narackamous y llegó a entregar a su
esposa Lavina al dios Dagon a cambio de la inmortalidad. De esa unión nacieron dos hijos,
Wilbur y Curtis, de los cuales sólamente el primero siguió las enseñanzas de su padre.
En su diario, Jonas hablaba de las cuatro familias de Innsmouth que habían sellado un
pacto diabólico con Narackamous y decía que guardaba en su cripta las estatuas y
conjuros que podrían destruirlas. Boleskine había destruido su trabajo en 1834, pero el
cometa volvería a pasar en 1910 y con él la oportunidad para que los Ancianos volvieran
a reinar sobre la Tierra.
Después de dejar el diario en su sitio, regresé a correos
a retirar el paquete encargado por Wilbur Hambleton que resultó contener un hábito.
Cogí una escalera de cuerda colocada junto al almacén de pescado y me escondí detrás
del pozo para disfrazarme con el hábito. Los dos matones que custodiaban el acceso al
faro me dejaron pasar confundiéndome con Wilbur, sobre todo cuando contesté a su saludo
con un gruñido.
Al pie del faro me quité esas ridículas ropas y lancé la
escalera de cuerda hacia una de las ventanas. Trepé por la escalera hasta el interior del
faro y subí hasta la parte superior. Estaba examinando con calma el lugar cuando escuché
unas voces detrás de la puerta. Me dí cuenta de que alguien me había descubierto y
estaba intentando echar la puerta abajo, de forma que me moví con rapidez. Descubrí un
escondite detrás del reloj de sol que contenía unas alas y, después de sacar la vela
del farol, hice pasar los rayos del sol a través de la lupa para encender la vela.
Recubrí las alas con la cera caliente de la vela y, sin dudar un instante, me arrojé al
vacío con las alas a la espalda.
Mi vuelo finalizó en el bosque, junto al campamento de los
gitanos que Baggs había expulsado del pueblo. Una pitonisa llamada Lilith se ofreció a
invocar a algún espíritu que pudiera ayudarme y ante mi sorpresa recibí un mensaje del
mismísimo Lord Boleskine. El científico me pidió en su mensaje que completara el
trabajo que él inició hace 76 años para impedir que los Ancianos vuelvan a reinar sobre
la Tierra. Para ello debía destruir no sólo a los dioses primordiales, sino también a
los habitantes del pueblo que eran sus servidores y para ello tenía que encontrar la
tumba de Jonas.
EL LABERINTO DE LA CRIPTA
Cuando regresé al pueblo ya era de noche. Encontré a
Bishop frente a la farmacia, el cual me explicó que Baggs había encontrado el cadáver
de Tobías y que el doctor opinaba que se trataba de un suicidio. Pedí a Bishop la llave
del cementerio y con ella abrí la puerta que conducía al reino de los muertos. Encontré
una barra y una cuerda entre las tumbas y me dirigí a la cripta, donde forcé la reja con
la barra y até firmemente la cuerda.
Había llegado a un laberinto de catacumbas en cuyo extremo
se encontraba el nicho de Jonas. El camino hasta la tumba fue largo y tortuoso, ya que no
sólamente tuve que evitar caer por agujeros (algunos de ellos ocultos en el centro de
algunas salas) o ser alcanzado por seres tan desagradables como murciélagos, ratas o
arañas, sino que en algunos lugares tuve que realizar diversas tareas para abrir rejas
que de otro modo hubieran permanecido cerradas. Tuve que colocar dos cráneos sobre sendos
pedestales, intercambiar la posición de dos estatuas, hacer aparecer losas ocultas,
acercarme peligrosamente a un agujero para abrir una puerta oculta, pisar una sóla vez
cada una de las losas de un mosaico y, finalmente, dar tres vueltas alrededor de un altar.
El diabólico Jonas Hambleton dormía su sueño eterno en
la última de las salas. Entre sus insultos y maldiciones recogí cuatro estatuas y
retrocedí lo más rápidamente posible hasta el punto de partida perseguido por la
criatura de pesadilla en la que se convirtió Jonas para intentar atraparme. A duras penas
conseguí trepar de nuevo por la cuerda que conducía a la cripta donde sentí el contacto
de una mano amiga. Se trataba del joven Walter y su madre, que vivían en la casita del
cementerio ya que se encargaban de cuidarlo y habían oído extraños ruidos procedentes
de la cripta.
La madre de Walter me condujo hasta su casa, no sin antes
pedir al joven que me devolviera el trípode que se había llevado en su huida del bosque.
Me habló de un dibujo que había hecho su marido John antes de morir en el que describía
un signo que había visto en casa de los Hambleton y me ayudó a descubrir el nombre de
las cuatro familias malditas: Arlington, Tyler, Coldstone y Hambleton. Las estatuas
encontradas en la tumba de Jonas contenían cuatro sílabas cada una con las cuales formar
diversos conjuros que podrían destruir a las familias. Encontré el dibujo de John
Webster detrás de un cuadro de la pared y descubrí que se trataba de una estrella de
cinco puntas.
LAS CUATRO FAMILIAS MALDITAS
La casa de los Tyler se encontraba dos localidades al sur
de la plaza. Después de esperar que Tyler saliera de la casa hice aparecer una estrella
de cinco puntas utilizando la primera estatua para formar el conjuro IAE-YOG-THU-SOT y
finalmente volví a utilizar la misma estatua sobre el símbolo para hacer que el malvado
servidor de los Ancianos encontrara una horrible muerte. Repetí el proceso frente a las
casas de Arlington y Coldstone con las estatuas 2 y 3, si bien en el caso de Arlington
tuve que utilizar el conjuro RLA-GNA-HAS-TEP y en el de Coldstone NGH-HLU-KHU-WIG.
Todos los miembros de la familia Hambleton protegían la
entrada de su vieja mansión, de forma que tuve que idear un astuto plan para distraer su
atención. Me dirigí a la fachada del almacén, cogí un trozo de pescado podrido de un
cubo de basura y lo coloqué sobre el suelo para atraer a un gato. Me acerqué a la
mansión de los Hambleton por el lado derecho (caminando hacia el sur y luego hacia el
oeste desde la localidad del almacén de pescado) y allí solté el gato para hacer ladrar
al perro de Wilbur. Los Hambleton se acercaron al lugar atraídos por los ladridos del
perro, momento que utilicé para rodear rápidamente la casa por la izquierda y entrar en
la mansión sin ser descubierto.
En la planta baja de la casa, cogí un quinqué, examiné
un cajón en el que encontré una rosa de los vientos y utilicé dicho objeto sobre el
timón colocado en el fondo de la sala para abrir una puerta en el lado derecho. En el
primer piso, bastó con colocar el quinqué sobre la repisa de la chimenea para abrir una
nueva puerta, si bien tuve mucho cuidado para evitar pisar la piel de oso colocada en el
centro de la habitación.
En el segundo piso, examiné varias veces los cajones para
encontrar una manivela que, aplicada sobre el telescopio, hizo aparecer tres palancas en
el suelo de la sala. Al manipular la palanca central cayó una bola de la lámpara del
techo que, colocada sobre el cuadro de la pared, hizo que se abriera una nueva puerta.
Había llegado al ático de la casa, donde observé un
pequeño altar en el centro de un círculo dibujado sobre el suelo con una estrella en su
interior que era sin duda el símbolo original que vio John Webster. Utilicé mi última
estatua para formar el conjuro THO-NYA-CHT-TUR e inmediatamente aparecieron en la
habitación los tres miembros de la familia. Me dejé atrapar, y cuando el malvado Wilbur
estaba a punto de clavarme su puñal volví a utilizar la estatua tal como había hecho
con las otras tres familias. Escapé rápidamente de la mansión antes de que las llamas
la devoraran, sabiendo que había acabado con las cuatro familias malditas de Innsmouth y
al mismo tiempo con los lazos que mantenían vivo al mismísimo Jonas.
EL FIN DE NARACKAMOUS
Volví a desmayarme frente a la mansión de los Hambleton,
pero afortunadamente el doctor Cobble me encontró y me llevó de vuelta a mi habitación.
Me explicó que el sargento Baggs había descubierto los cadáveres y sospechaba de mí, y
antes de marcharme me entregó una nota en la que Underhouse me rogaba que me pusiera en
contacto con él.
Estaba preguntando por Underhouse a la señorita
Guildchrist en la oficina de correos cuando apareció el sargento Baggs. Me ofrecí a ser
interrogado en la oficina de Underhouse y allí, cuando el sargento me preguntó dónde
había pasado la noche, mi amigo me sirvió inesperadamente de coartada diciendo que
había pasado la tarde conmigo y había visto a uno de los vecinos del pueblo merodeando
por la casa de Coldstone.
El sargento se marchó confundido de la habitación. Sin
darme apenas tiempo a agradecerle su ayuda, Underhouse me explicó que conocía a un
anciano indio llamado Natawanga que vivía en el centro del bosque y que podría ayudarme.
Me entregó una pluma con la que podría contactar con él, pero me dijo que para poder
acabar con Narackamous necesitaría un arco y una flecha sagrada.
Me dirigí al almacén de pescado y allí Bishop me
explicó que no había podido hablar con Curtis porque la puerta estaba cerrada. Cogí un
palo que encontré cerca del almacén y retiré con él la barra de madera que bloqueaba
la puerta, pero alguien había colocado desde el interior una cadena con un candado. Cogí
el alfiler del broche y con su ayuda pude abrir el candado y entrar en el almacén.
Dentro, el espectáculo no podía ser más estremecedor:
Curtis Hambleton colgaba boca abajo goteando sangre de un gancho elevado sobre el centro
de la sala. Nada podía hacer por él, de forma que examiné detenidamente la habitación
y encontré el arco sagrado en la chimenea y la flecha escondida bajo uno de los tablones
del suelo, en la parte izquierda de la sala.
Me dirigí al bosque y coloqué la pluma sobre un árbol
cortado, en la misma localidad del árbol gigante en el que correteaba una ardilla.
Súbitamente, apareció la misma corneja que había arrebatado el pergamino de Narackamous
y cogió la pluma, momento en el que me vi convertido en un hermoso pájaro blanco que
siguió a la corneja hasta una casa. Allí, recuperé mi forma humana y conocí a
Natawanga, el viejo indio del que me había hablado Underhouse.
Natawanga me hizo varias preguntas para asegurarse de mis
conocimientos sobre los sucesos de Illsmouth, momento en el que me hizo entrega de un bote
de pintura para protegerme de los malos espíritus y un anillo sin piedra. Me explicó que
Narackamous vivía en un ojo excavado en el interior de la tierra y que sólamente el
fuego me ayudaría a acabar con él.
El ojo del que me había hablado el anciano indio no era
otro que el pozo situado cerca del faro. Descendí por una escalera hasta las húmedas
profundidades del pozo, y allí arrojé el bote de pintura sobre el agua para calmar la
furia de las olas. Recogí un bidón vacío y un bidón de ácido y, en la siguiente
localidad, llené el bidón vacío en el charco de nafta y recogí unos pedernales.
El diabólico hechicero indio dormía el sueño de los
muertos en la última sala. Sin perder un segundo, arrojé la nafta al suelo y la hice
arder con los pedernales para rodear a Narackamous con un círculo de fuego y, antes de
que pudiera atacarme con sus conjuros, disparé contra él la flecha sagrada.
Segundos después de la desaparición definitiva del
malvado hechicero fui sorprendido por la aparición de Lord Boleskine diciéndome que
debía viajar a la isla situada frente al pueblo para acabar con Dagon, la repugnante
criatura marina que había engendrado a Curtis y Wilbur Hambleton. Recogí una mariposa,
una turquesa y una aguamarina y abandoné el pozo, no sin antes volver a llenar el bidón
con nafta.
DAGON Y CTHULHU
Una vez en el puerto, conseguí que Bishop me prestara su
barca de remos y recorrí en pocos minutos la escasa distancia que separaba la costa de la
isla. Recogí un rubí y una esmeralda casi enterrados en la arena y manipulé el dibujo
de la puerta hasta reconstruir correctamente un curioso puzzle.
Entré a una sala ocupada casi totalmente por una
gigantesca estatua. Para impedir el regreso de Dagon debía formar sobre la estatua la
estrella de cinco puntas que me había ayudado a destruir a las cuatro familias malditas,
y para ello coloqué el rubí en el ojo derecho de la estatua y la aguamarina sobre una de
las estrellas del suelo. Los rayos del sol se reflejaron sobre las piedras y acabaron con
la horrorosa criatura que vivía en el interior de la estatua.
Lord Boleskine volvió a manifestarse ante mí. Después de
entregarme un anillo sin piedra, me recomendó que volviera a la barca porque la corriente
se encargaría de llevarme junto al templo construido por los adoradores de Cthulhu. Así
lo hice y, una vez en el interior de la caverna, usé la lámpara de petróleo para
iluminarme en la oscuridad y la llené con la nafta para asegurarme de que no se apagaría
durante mi exploración.
Esquivando unas horribles criaturas, caminé hacia la
izquierda y luego hacia el frente, hasta encontrarme con una terrible escena. Ellen
Webster y su hijo Walter estaban atados a un poste y unidos a una extraña máquina
mediante la cual Cthulhu extraía de los dos desdichados la energía necesaria para
materializarse. Sin perder un segundo, vertí el bidón de ácido sobre el suelo para
extraer un diamante, coloqué la esmeralda y la turquesa sobre los dos anillos y me puse
ambos anillos por ese orden en los dedos de mis manos izquierda y derecha. La combinación
del poder de ambos anillos, el de Natawanga y el de Boleskine, destruyó la máquina
cuando el terrible Cthulhu estaba a punto de materializarse.
Ellen y Walter estaban a salvo, pero no había tiempo de
efusiones ya que no había terminado mi misión. Regresé a la boca de la caverna, pero la
encontré taponada por un desprendimiento de tierras, aunque afortunadamente descubrí un
estrecho pasadizo en el fondo de la sala que me condujo hacia el círculo de piedras.
El cometa estaba a punto de pasar y con él la oportunidad
de Yog Sothoth, el más poderoso de los dioses primigenios, de volver a dominar el
planeta. Sin perder un segundo, coloqué el trípode y la cámara, examiné la mariposa,
la coloqué en la cámara e inserté la lupa sobre el objetivo. Al acercar la lámpara de
petróleo a la cámara la luz se proyectó sobre los círculos de color de las alas de la
mariposa e imprimió varias marcas de los mismos colores sobre cuatro de las piedras del
círculo. Saqué las placas fotográficas de su bolsa y las coloqué en la cámara justo
cuando el cometa Halley surcaba los cielos fiel a su cita con la Tierra.
Poco después de recoger un trozo desprendido del cometa,
una horrible pestilencia me reveló que Yog Sothoth, el horror cósmico, había
aprovechado las especiales circunstancias estelares derivadas de la presencia del cometa
para cruzar la puerta que separaba su mundo del nuestro. Frente a esa horrible presencia
viscosa coloqué los cuatro objetos que me quedaban sobre las piedras del círculo: la
aguamarina sobre la piedra azul que representaba el agua, el pedernal sobre la piedra roja
símbolo del fuego, el trozo de cometa en la piedra blanca símbolo del aire y el diamante
sobre la piedra verde que simbolizaba la tierra. Pronuncié tres veces el conjuro
contenido en el Necronomicon y la horrible pestilencia desapareció por donde había
venido.
TODO HA TERMINADO
He conseguido disipar la sombra del cometa y completar la
tarea que Lord Boleskine inició 76 años atrás. He traído la paz al atormentado pueblo
de Illsmouth y ya puedo regresar a Inglaterra, pero ¿creerá mi editor la increíble
historia que he vivido en lo que parece ser un tranquilo pueblo de pescadores? Espero
poder convencerle de que todas mis aventuras han sido reales y de que la humanidad puede
respirar a salvo, al menos hasta la próxima visita del cometa.
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