Sam & Max
Antes de salir a la calle, Sam recogió dinero oculto en
una ratonera y desenroscó la bombilla con la que Max iluminaba su colección de trastos.
Ya abajo, no encontraron rastro de vida humana, pero les llamó la atención un gato,
debido al gran tamaño de su cabeza. Interrogado por Max, el gato era el agente que
esperaban, disfrazado para no ser descubierto, pero al mismo tiempo reconoció no poder
darles las órdenes del comisario ya que se las había tragado al no tener dónde
esconderlas. Max no tenía ningún reparo a la hora de maltratar animales y recuperó el
papel con las instrucciones, que hablaban de un suceso producido en el parque de
atracciones de los hermanos Kushman. Y allí se dirigieron los dos policías.
Dos impertinentes personajes, un tipo bajito de pelo largo
y rubio acompañado por una especie de guardaespaldas, abandonaban furiosos el lugar justo
en el momento en que llegaban nuestros amigos. Al intentar cruzar la entrada de la carpa
central, Sam recibió en su rostro el aliento de un comefuegos con órdenes estrictas de
no permitir entrar a nadie. Bastó con mostrarle la nota del comisario para que les dejara
libre el camino.
En el interior de la carpa, Sam y Max conocieron a Shep y
Burl, una pareja de hermanos siameses, dueños del parque, que habían denunciado la
desaparición de su principal atracción: Bruno, un pies-grandes que, después de miles de
años conservado en un bloque de hielo, había conseguido derretir su helada prisión y
ahora se encontraba en libertad. También había desaparecido Trixie, la chica con el
cuello de jirafa y segunda atracción del circo; los hermanos no dudaban que había sido
secuestrada por Bruno. Sam y Max prometieron resolver el caso y devolverles a Bruno, pero
dado que necesitarían comenzar sus investigaciones en el propio parque de atracciones los
hermanos Kushman les entregaron un pase gratuito y les explicaron que el tipo con el que
se habían cruzado a la entrada era Conroy Bumpus, una estrella de la música country que
segundos antes había intentado comprar a Bruno y Trixie y se había marchado contrariado
al descubrir que habían desaparecido. Los dos policías abandonaron la carpa por la
salida trasera, pero antes recogieron un mechón de pelo que pertenecía a Bruno y un
tarro de cristal que contenía la mano de Jesse James conservada en formol.
La caravana de Trixie estaba cerrada con un candado, de
manera que Max decidió dejarla por el momento y probar suerte en una de las atracciones
del parque, un juego que consistía en golpear con un martillo el mayor número posible de
ratas en los breves instantes en los que asomaban la cabeza por los agujeros de una caja.
El premio era una linterna vacía; por fortuna la bombilla de la oficina encajaba dentro
de ella.
Sam recogió una lente de aumento en la misma caseta y
conversó con el hombre que estaba a los mandos de la atracción "Cono de la
tragedia". El hombre le explicó que no sabía mucho sobre el piesgrandes pero había
oído que Bruno tenía un amigo que vivía en el interior del "Túnel del amor".
Sam y Max se subieron al "Cono".... Después de recuperarse de la experiencia
Sam se dio cuenta de que había perdido todos los objetos. El vigilante le explicó que se
le habrían caído mientras daba vueltas en el cono y le entregó un tique para que fuera
a reclamarlos en la oficina de objetos perdidos. Así lo hizo, pero al salir de la oficina
con sus pertenencias descubrió que le habían dado algo que no era suyo: un imán en
forma de pez con una inscripción que decía proceder del "Mundo del Pescado".
Sam y Max decidieron investigar en la última atracción
que les quedaba por visitar, el "Túnel del amor". A los pocos segundos de
subirse al cisne comenzaron a recorrer un túnel casi a oscuras en el que la única luz
procedía de tres escenas históricas esculpidas en las paredes. Con ayuda de la linterna
Sam descubrió objetos en las paredes, entre ellos una caja de fusibles en la que, con la
amable ayuda de Max, produjo un cortocircuito que detuvo el movimiento del cisne y les
permitió caminar hasta la tercera y última de las escenas. Al examinar la figura de la
derecha, Sam descubrió un mecanismo oculto que hizo aparecer una puerta falsa al fondo de
la sala en lo que parecía ser sólo un castillo pintado.
Así llegaron a una habitación en la que encontraron a un
personaje comiendo palomitas y viendo la televisión sentado en un sofá. Resultó ser
Doug, el hombre-topo, que reconoció ser muy amigo de Bruno. No sabía nada sobre su
desaparición pero explicó que tal vez su tío Shuv-Oohl pudiera darles alguna pista ya
que sabía mucho sobre los piesgrandes. Doug había perdido contacto con su tío en los
últimos años después de que participara en la construcción de "El rollo de cuerda
más grande del mundo", situado en Central Dis, Minnesota.
Finalmente Doug dijo que podía darles otra pista y la
llave de la caravana de Trixie, pero estaba muy hambriento y sólo lo haría a cambio de
una caja de caramelos. Sam y Max decidieron ir a buscar dulces, de forma que movieron una
palanca para restablecer el suministro eléctrico y poder salir de ese modo del túnel y
abandonaron el parque de atracciones.
EN LAS TIENDAS SNUCKEY'S
Tres eran las tiendas de la cadena "Snuckey's"
que aparecían en el mapa de carreteras y nuestros amigos decidieron dirigirse a la más
cercana, situada en la zona de los Grandes Lagos. Allí Sam recogió un gran vaso de
plástico tirado en la acera y entró en la tienda, donde encontró la caja de caramelos y
un divertido juego llamado "Coche-bomba". Se dirigió a la barra para pagar,
pero conversando con el camarero éste mencionó su habilidad para abrir todo tipo de
objetos y botellas, de forma que Sam le preguntó si sería capaz de destapar el tarro de
cristal en cuyo interior se conservaba la mano de Jesse James. El camarero lo hizo sin
esfuerzo y Sam le pagó los objetos que había comprado y, ante la insistencia de Max, le
pidió que le prestara la llave de los servicios.
Mientras Max corría hacia el baño, Sam abandonó el local
y esperó a su compañero. Éste le dijo que había pensado no devolver la llave ya que la
lima que estaba atada a ella a modo de llavero podría serles útil. Los dos subieron al
coche, visitaron las otras dos tiendas "Snuckey's" en las que encontraron otros
dos juegos diferentes y regresaron al parque de atracciones.
De nuevo en el "Túnel del amor" entregaron los
caramelos a Doug y obtuvieron a cambio una palanca que podría ayudarles a abrir la
caravana de Trixie. Además, Doug les contó una historia que pocos sabían: Trixie se
había enamorado de Bruno y había pedido a Flambé, el comefuegos, que derritiera el
hielo que aprisionaba a su amado para que ambos pudieran huir juntos. Así, lo que estaban
investigando no era un secuestro sino una hermosa historia de amor.
La puerta de la caravana de Trixie no pudo resistirse a la
palanca y pudieron investigar su interior. Sam encontró un vestido dentro de una caja y,
pegada a la parte interior de la puerta del armario, una tarjeta para anotar puntuaciones
perteneciente a un club de golf de Florida.
Nada les quedaba por hacer en el parque. El tragafuegos
reconoció haber liberado a Bruno ante las súplicas de Trixie y nuestros amigos se
lanzaron de nuevo a la carretera sabiendo que podían continuar su investigación al menos
en tres lugares diferentes.
PECES Y COCODRILOS
Decidieron ir al "Mundo del Pescado" siguiendo la
dirección que habían encontrado en el imán y allí encontraron un pescador metido en un
río hasta las rodillas, que guardaba sus capturas en una red. A los pocos segundos
nuestros amigos contemplaron cómo un helicóptero aparecía desde el horizonte y
capturaba la red con el pescado en su interior. El pescador explicó que cada vez que
conseguía llenar una red con peces el helicóptero aparecía y se llevaba el fruto de su
trabajo al "Rollo de cuerda más grande del mundo", obligándole a volver a
empezar. Sam se limitó a recoger un cubo lleno de peces y volvió al coche con dirección
a Florida.
El Club Gator era un campo de golf construido en pleno
centro de un pantano lleno de cocodrilos. Sam tomó de un cubo de basura un aparato
estropeado para recoger pelotas de golf y, hablando con el dueño, descubrió que hasta
hace poco tiempo el campo de golf había contado como atracción principal con la
presencia de un piesgrandes que había desaparecido precisamente el día anterior.
Al dirigirse al interior del campo Sam y Max se encontraron
con Conroy Bumpus y su Lee-Harvey, su guardaespaldas, que al parecer habían intentado sin
éxito comprar el piesgrandes del campo de golf. Max no pudo evitar hacer comentarios
sobre el pelo de Conroy y en pocos segundos nuestros amigos se vieron envueltos en una
pelea de desastrosas consecuencias: Sam quedó inconsciente en el suelo mientras Max era
lanzado como una pelota de golf hacia la jaula de cristal vacía en la que hasta entonces
había vivido el piesgrandes.
Cuando Sam volvió en sí Bumpus ya se había marchado. Sin
perder un minuto nuestro amigo cogió el cubo con las pelotas de golf y en su lugar dejó
el cubo lleno de peces del río. Uno tras otro lanzó al pantano varios peces con ayuda de
uno de los palos de golf hasta atraer a los cocodrilos que dormían, y construir un puente
para cruzar el pantano hasta llegar a la jaula.
Sam rescató a su amigo abriendo la puerta de la jaula y
descubrió otra puerta en la parte inferior. Mientras Max le daba un montón de pelo que
había encontrado en el interior de la jaula y había pertenecido al piesgrandes, Sam
encontró detrás de la puerta un objeto de cristal que resultó ser una de esas
semiesferas que se vendían como recuerdo a los turistas en el "Vórtice del
Misterio", un lugar famoso por sus fenómenos paranormales situado en Gullwump. En el
fondo del objeto había una inscripción indicando que su fabricante era Shuv-Oohl, el
tío de Doug, lo que hizo comprender a nuestros amigos que podrían encontrarle allí.
EN EL GRAN ROLLO DE CUERDA
El "rollo de cuerda más grande del mundo"
atraía un gran número de turistas al año y no era de extrañar que se hubiera
construido un museo a su lado y un restaurante giratorio en la parte superior al que se
accedía mediante un teleférico. Sam y Max subieron a la cabina y, en la plataforma que
daba acceso al elevador que conducía al restaurante, se fijaron en la presencia de un
cocinero que recogía el pescado traído por el helicóptero y en un cabo suelto del rollo
de cuerda, imposible alcanzar desde donde se encontraban. Usaron el elevador para entrar
en el restaurante y allí encontraron un curioso personaje, medio faquir medio
electricista, que doblaba herramientas con el pensamiento. Ante la incredulidad de
nuestros amigos, tan particular personaje se ofreció a hacerles una demostración y de
ese modo Sam consiguió una llave fija doblada.
En el interior del museo Sam unió el aparato para recoger
pelotas del campo de golf con la mano de Jesse James y el imán con forma de pescado e,
introduciendo la máquina así construida en el interior del rollo de cuerda, consiguió
extraer un anillo que alguien debía haber perdido hace tiempo.
Ahora era el momento de volver al "Mundo del
pescado" y utilizar la llave fija doblada para aflojar las tuercas del soporte
metálico que sostenía un gigantesco pez de plástico. Cuando Sam y Max entraron en el
interior del pescado el soporte no aguantó su peso y la gigantesca criatura de plástico
comenzó a flotar sobre el río. Pero el pobre pescador era, además de reumático, algo
corto de vista y, creyendo que el enorme monstruo que se acercaba a su anzuelo era de
verdad, intentó pescarlo hasta lanzarlo sobre la red con los demás peces. Como era
lógico el famoso helicóptero apareció y el gigantesco pez de plástico, con dos
policías en su interior, sobrevoló los aires y no paró hasta Minnesota, exactamente
hasta la terraza del cocinero del restaurante giratorio.
Sin quererlo Sam y Max habían llegado a un lugar imposible
de alcanzar de otro modo y Max se ofreció a alcanzar el cabo suelto del rollo de cuerda
que habían visto antes. La súbita aparición del cocinero cuchillo en mano les hizo
cambiar de planes y nuestros amigos se arrojaron al vacío sobre el montón de cabezas de
pescado obteniendo como recompensa el trozo de cuerda que no habían soltado durante la
caída.
EN EL VÓRTICE DEL MISTERIO
El lugar en el que esperaban encontrar noticias de
Shuv-Oohl era un sitio extraño. Si ya era bastante misterioso ver sillas y muebles
levitando en el aire cerca de la puerta más extraordinario era aún el interior. En la
primera sala Sam y Max encontraron un decorado digno del mejor cuadro de Dalí en el que
observaron entre otras cosas cuatro puertas de diferentes colores y un espejo. A medida
que caminaban nuestros amigos cambiaban de tamaño de manera que al acercarse a cualquiera
de las cuatro puertas siempre eran demasiado pequeños o demasiado grandes para abrirlas.
La solución estaba detrás del espejo, en una cueva oculta
en la que Sam y Max encontraron tres imanes con sus correspondientes palancas.
Comprendieron que cada imán controlaba un color y que, combinándolos, podían obtener
cualquiera de los colores de las puertas. Probaron puertas hasta encontrar una habitación
en la que encontraron un personaje que no podía ser sino Shuv-Oohl.
Cuando le preguntaron por su buen amigo Bruno Shuv-Oohl, se
puso en contacto telepático con él, pero lo único que averiguó es que estaba en grave
peligro y que había un lugar importante que se llamaba "Roca de la Rana",
reconocible porque se encontraba entre el "Tocón de árbol más grande del
mundo" y el "Valle de la lluvia ácida eterna". Shuv-Oohl lamentó no poder
ver con más claridad por qué sus poderes habían disminuido desde que perdió su anillo
mágico cuando trabajaba en la construcción del "Rollo de cuerda más grande del
mundo".
Sam le entregó el anillo y, en agradecimiento, Shuv-Oohl
le explicó lo que tenía que hacer para conseguir noticias sobre los piesgrandes
desaparecidos: dirigirse a la "Roca de la Rana", colocar sobre ella tres
muestras de pelo pertenecientes a tres piesgrandes distintos y finalmente esparcir sobre
la roca unos polvos místicos que sólo los hombres-topo conocían. Shuv-Oohl entregó a
nuestros amigos un saquito de polvos que guardaba en su arcón y les deseó suerte.
Al fondo de la sala una puerta abierta conducía a la
habitación donde se vendían los souvenirs. Tras unos segundos acostumbrándose a la
gravedad invertida de la habitación, Sam charló con la vendedora, descubriendo que el
día anterior había escapado el piesgrandes que hasta entonces habían conservado en un
bloque de hielo. Y además, tal como había ocurrido en el campo de golf, Conroy Bumpus
había estado allí hace pocos minutos intentando comprarlo. Ya eran tres los piesgrandes
desaparecidos y en cada caso Bumpus había intentado hacerse con las peludas criaturas.
Dejando el vórtice situado en el centro de la habitación
Sam y Max abandonaron el lugar recogiendo antes la tercera y última muestra de pelo,
situada junto a lo que quedaba del bloque de hielo.
ENCUENTROS EN LA ROCA DE LA RANA
Tenían que localizar de algún modo la roca de la que les
había hablado Shuv-Oohl y la respuesta estaba en el restaurante giratorio, donde la
primera vez que estuvieron Sam se había fijado en unos binoculares de los que se utilizan
para ver el panorama. Los binoculares parecían estar estropeados, pero Sam colocó sobre
ellos la lente de aumento que había encontrado en el parque de atracciones y los puso en
marcha sin necesidad de monedas conectándoles los cables sueltos que había junto al
elevador. Ahora Sam no tuvo dificultad en encontrar la "Roca de la Rana"
siguiendo las indicaciones de Shuv-Oohl y marcarla en su mapa de carreteras.
Una vez allí Sam siguió al pie de la letra las
instrucciones de Shuv-Oohl: colocó uno tras otro los tres mechones de pelo que habían
pertenecido a otros tantos piesgrandes sobre la roca y finalmente los cubrió con los
polvos místicos. Repentinamente la oscuridad cayó sobre el lugar y un platillo volante
con un hombre-topo parecido a Doug en su interior se colocó sobre la roca y se apoderó
de todo lo que había sobre ella. El platillo desapareció tan rápidamente como había
venido pero antes de desvanecerse definitivamente dibujó un mensaje en el cielo
estrellado: "Id a Bumpusville".
Bumpusville era una casa-museo construida por Conroy Bumpus
que era visitada diariamente por centenares de fans venidos de todos los puntos del país.
Dejando de lado el vestíbulo de la casa en el que se encontraban expuestos los discos de
oro obtenidos por Bumpus nuestros amigos caminaron hacia la derecha hasta llegar al
dormitorio. Allí Sam cogió una almohada impregnada de crecepelo (Conroy debía haber
dormido sobre ella) y, con ayuda de la mano de Jesse James unida al recogedor de pelotas
de golf consiguió alcanzar uno de los libros de la estantería. Examinando el resto de la
casa nuestros amigos descubrieron a Lee-Harvey leyendo un libro en un salón e impidiendo
a los curiosos utilizar una máquina de realidad virtual y, lo que era más importante,
encontraron a Bruno y Trixie en un pequeño escenario obligados a bailar al ritmo de la
música y aprisionados por un campo de fuerza producido por una célula fotoeléctrica. La
diabólica canción de Bumpus desveló todos los misterios: Conroy estaba obsesionado con
los animales monstruosos y los seres deformes, lo que le había llevado a capturar a Bruno
y Trixie y a intentar hacerse con todos los pies-grandes desaparecidos.
Después de leer detenidamente el libro, un manual de
cibernética, Sam localizó un droide de limpieza que recorría frenéticamente plumero en
mano cada rincón de la casa y se dispuso a reprogramarlo con ayuda de la información
sacada del libro. Después de que Sam conectara las cinco clavijas de su cerebro el robot
comenzó a moverse desordenadamente hasta tomar finalmente camino del salón de música,
donde atravesó el rayo de luz producido por la célula fotoeléctrica e hizo saltar la
alarma. Como consecuencia el guardaespaldas de Conroy abandonó su lectura para investigar
lo que ocurría y dejó libre el acceso a la máquina de realidad virtual.
La máquina trasladó a Sam a un escenario medieval en el
que destacaba la presencia de una cueva, un castillo y una espada clavada en una roca. Sam
cogió la espada y, al intentar entrar en la cueva, tuvo que retroceder ante la presencia
de un fiero dragón que, afortunadamente, fue presa fácil de la espada. Después de sacar
del corazón del dragón una extraña llave Sam fue devuelto a la realidad poco antes de
que el Lee-Harvey volviera al salón y les mandara salir.
Nuestros amigos se dirigieron al salón de música
recogiendo poco antes un retrato de John Muir, el famoso naturalista. Una vez en el salón
Sam utilizó la llave en la máquina que controlaba la célula fotoeléctrica y de ese
modo Bruno y Trixie recuperaron la libertad.
Max era partidario de llevarles de vuelta al parque de
atracciones para dar por finalizada la misión, pero Sam se había dado cuenta de que el
caso se había complicado bastante y ya no era un simple caso de desaparición. Además
Bruno no tenía ninguna intención de volver a ser una atracción de circo: en compañía
de Trixie pensaba dirigirse a la fiesta en la que iban a reunirse todos los piesgrandes
del mundo, una fiesta en la que solamente podían participar piesgrandes y sus parejas y
que se celebraba en la "Taberna de la Jungla Salvaje", un local situado en
Nevada y propiedad de la famosa estrella de cine Evelyn Morrison.
EN EL PARQUE DE LOS DINOSAURIOS
Sam y Max no consiguieron entrar en la fiesta: un
piesgrandes al que parecían dolerle los pies sólo permitía entrar a los de su especie y
a sus acompañantes. Evelyn Morrison, la dueña del local, explicó que acababa de echar a
patadas a Conroy Bumpus porque molestaba a sus invitados y rogó a Max que cogiera unos
folletos de publicidad con su autógrafo. Los folletos eran de dos lugares diferentes: el
"Parque del monte Rushmore" en Dakota del Norte y el "Museo de celebridades
vegetales" en Texas.
Nuestros amigos se dirigieron a Dakota y primero visitaron
el lugar donde se exponían las réplicas metálicas de dos grandes bestias
prehistóricas. Los dientes de Max dieron buena cuenta del pelo del mammouth y Sam activó
el mecanismo que hacía hablar al tiranosaurio para a continuación detenerlo de forma que
el gigantesco animal metálico quedara con la boca abierta. Acto seguido Sam lanzó la
cuerda hacia la boca del tiranosaurio y consiguió atarla a uno de sus dientes, y con la
colaboración de Max consiguió atar el otro extremo al coche para que, al tirar de la
cuerda, el enorme diente abandonara su lugar para caer en poder de nuestros amigos.
Sam y Max siguieron recorriendo el parque hasta llegar a
una gigantesca piscina llena de alquitrán en la que un grupo de niños hacían cola para
jugar. Nuestros amigos decidieron tomar un ascensor que les trasladó por el interior del
monte hasta un piso superior donde se encontraba un trampolín. Siguiendo las indicaciones
de una instructora, Sam se puso el traje de seguridad y se ató a la cuerda elástica,
unió el vaso de plástico al recogedor de pelotas de golf y se lanzó al vacío en
compañía de Max. De ese modo Max aprovechó el momento en el que se encontraban a corta
distancia de la piscina para llenar el vaso de plástico con alquitrán.
Después de devolver el traje de seguridad y abandonar el
parque, nuestros amigos de dirigieron a Texas. El "Museo de celebridades
vegetales" estaba regentado por una simpática anciana que se había especializado en
esculpir retratos de famosos sobre vegetales, como pepinos o calabazas. Sam cogió una
berenjena con la cara de Conroy Bumpus y preguntó a la anciana si podría hacer un
retrato tomando como modelo el cuadro de John Muir que habían encontrado en Bumpusville.
La señora se tomó su tiempo pero al final entregó a nuestros amigos una buena copia del
original sobre una calabaza.
Sam y Max volvieron a Bumpusville y, de nuevo en la
habitación de Conroy, utilizaron la berenjena para poder coger el peluquín de Bumpus.
Desgraciadamente la alarma saltó y el guardaespaldas de Conroy les echó de la casa a
patadas, pero para entonces ya tenían un nuevo objeto en su poder.
Nuestros amigos volvieron al bar donde se celebraba la
fiesta de los piesgrandes. Después de darle la lima al pobre guardián para que calmara
su terrible dolor de pies confeccionaron un disfraz de piesgrandes untando el vestido
encontrado en la caravana de Trixie con alquitrán y colocándole luego el pelo del
mammouth y el peluquín de Bumpus. Los dos policías se pusieron el traje en la cabina
telefónica del interior del bar y el guardián les permitió entrar a la fiesta.
En ese momento todos los asistentes escuchaban las palabras
de un anciano piesgrandes que desde el escenario hablaba de la persecución que había
sufrido su raza a lo largo de los siglos y de los nuevos peligros que amenazaban su
supervivencia y les condenaban a la extinción. Sólo cuando el anciano dejó de hablar y
los músicos siguieron tocando pudieron nuestros amigos, ocultos bajo su disfraz,
investigar el lugar. Cogieron una botella de vino que estaba sobre la mesa y se dirigieron
a la cocina a través de una puerta situada al fondo a la izquierda. Allí encontraron un
punzón de hielo en una de las paredes de un gigantesco congelador y dejaron su puerta
abierta, pero en el momento que intentaban abrir la puerta del fondo se vieron
sorprendidos por Conroy Bumpus y su guardaespaldas.
Confundiendo a nuestros amigos con un verdadero piesgrandes
Conroy envió a Lee-Harvey a buscar la red que guardaban en el autobús mientras él
impedía que la criatura escapara. Pero Sam se quitó el disfraz para hacer ver a Bumpus
su error de manera que Max quedó oculto entre la pelambrera y pudo esconderse detrás de
la puerta del congelador. Lee-Harvey regresó y Bumpus le explicó que había cambiado de
planes y que iban a utilizar el disfraz para entrar en la fiesta sin ser descubiertos,
pero cuando los dos malvados personajes entraron en el congelador para cambiarse Max
cerró la puerta y activó la máquina para convertirlos en un bloque de hielo.
El ruido atrajo al patriarca de los piesgrandes, pero Sam
le explicó que acababan de encerrar en el congelador a su mayor enemigo y consiguieron el
agradecimiento del anciano, que les condujo a la fiesta y les presentó al resto de los
asistentes como amigos de los piesgrandes y dignos de recorrer libremente el lugar.
Luego el anciano les condujo por una puerta hasta la
piscina y les mostró cuatro enormes totems que, procedentes de diversos puntos del
planeta, habían sido transmitidos a través de numerosas generaciones de piesgrandes.
Bruno apareció en ese momento y mostró su total acuerdo con las palabras del patriarca
según las cuales los totems parecían contener la esperanza para la salvación de su
especie, y como no habían conseguido hasta entonces descifrar su significado pedían
ayuda a nuestros amigos.
EL DESENLACE
Decididos a resolver el misterio Sam y Max regresaron al
restaurante giratorio y consiguieron que el faquir doblara con la fuerza de su mente el
punzón de hielo para convertirlo en un sacacorchos con cuya ayuda pudieron quitar el
tapón a la botella de vino. Regresaron al "Vórtice del Misterio" y, en la
habitación de los souvenirs, pidieron a la encargada que pusiera en marcha el vórtice.
Cuando nuestros amigos estaban ya dentro de la máquina en funcionamiento Sam consiguió
introducir parte de la energía mística del vórtice en el interior de la semiesfera y
taparla con el corcho.
De regreso a la fiesta de los piesgrandes Sam y Max
volvieron a la piscina y se dirigieron al yakuzzi del patriarca donde le entregaron uno
tras otro los objetos que, arrojados al agua, resolvían el misterio de los cuatro totems:
la semiesfera llena de energía, el diente del dinosaurio, la berenjena esculpida con la
cara de John Muir y el crecepelo pegado a la almohada. El anciano recordó que era
necesario el sacrificio de un pies-grandes para que el conjuro surtiera efecto, pero Max
se acercó al congelador y sacó el bloque de hielo en el que se encontraban Bumpus y su
ayudante vestidos con el disfraz. Ante los aplausos generales la víctima forzosa fue
lanzada al agua como antes lo habían hecho los cuatro objetos mágicos.
La superficie de la pequeña piscina se embraveció, una
nube de tormenta se materializó sobre ella y al poco tiempo del agua surgía un árbol.
Pero no iba a ser el único. Después de este primer árbol muchos otros crecieron de la
nada en pocos segundos cubriendo primero los alrededores del edificio para extenderse
luego a todas las grandes ciudades de la costa oeste incluyendo San Francisco. En el
espacio de breves minutos las Montañas Rocosas y en general todo el oeste de Estados
Unidos, desde la frontera con Canadá hasta California, se cubrió de árboles que no
respetaron ni los supermercados ni los grandes rascacielos. La civilización moderna, la
gran amenaza para los piesgrandes, había quedado cubierta por las fuerzas de la
naturaleza y ahora las criaturas peludas que habían estado amenazadas de extinción
tenían un nuevo hábitat donde vivir en paz.
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