Maniac Mansion
Sabía que algún día tenía que ocurrir. Ese viejo
chiflado del Doctor Fred, tarde o temprano, iba a darnos un disgusto. Desde que cayó
aquel meteorito al lado de su mansión en las afueras del pueblo, ya no volvió a ser el
mismo. Experimentos con cerebros, gritos y risas sofocadas a altas horas de la madrugada,
prácticas nucleares... Incluso tentáculos saltarines que algunos aseguran haber visto a
través de las carcomidas ventanas del ático de la casa.
Pero lo de Sandy fue demasiado. Secuestrar a una pobre
chica para hacer un experimento científico era algo que no podía consentir. Y no sólo
por el hecho de que Sandy fuera mi novia, sino porque el domingo jugábamos el partido
más importante de la temporada y su apoyo y el de su grupo de animadoras sería
imprescindible. Con la ayuda de algunos de mis amigos, debía intentar sacarla de esa
siniestra mansión.
EMPIEZA LA BÚSQUEDA
Al final, sólo se presentaron Syd, un colega loco por la
música, cuyo mayor sueño es formar un grupo de rock, y Michael, el fotógrafo más
cotizado del periódico de la Universidad. Al parecer, fueron los únicos que se tragaron
lo de la fiesta en la playa. Cuando les convencí de que no podíamos marcharnos sin
Sandy, decidimos entrar a rescatarla. Comprobamos nuestros walkie-talkies y nos separamos
para no ser descubiertos.
Syd se quedó fuera y Michael fue al buzón. Yo entré por
la puerta principal, gracias a la llave que había debajo de la alfombra. Empecé a
recorrer la casa en busca de Sandy. Subí las escaleras principales y llegué hasta un
estudio de pintura donde cogí unas frutas de cera y aguarrás. Bajé de nuevo a la
entrada y, a la derecha, encontré una habitación a oscuras. Después de un par de
coscorrones, encendí la lámpara y localicé una cinta de cassette detrás de un panel
suelto. Esperé a que una extraña vieja saliese de la cocina y me apropié rápidamente
de una linterna y un apetecible bote de Pepsi. Atravesé el comedor, hasta encontrar una
pequeña despensa donde obtuve unos zumos de frutas y comida para tentáculos (?). Volví
sobre mis pasos, subí de nuevo las escaleras, y traspasé la puerta de seguridad gracias
a la claves del manual.
Al poco tiempo unos pasos me alertaron de que alguien se
dirigía hacia la cocina, así que me escondí hasta que pasase el peligro. Subí más
escalones y me encontré frente a un tentáculo gigante que me cerraba el paso. Me quedé
quieto sin poder reaccionar, observándolo detenidamente. Parecía tener vida propia;
estaba hambriento y sediento. No tenía ni idea de lo que podía comer un tentáculo, así
que le di la comida para los de su especie y todo lo que tenía que ver con las frutas.
Muy complacido, se marchó y pude continuar con la visita.
Así llegué hasta un pasillo con cuatro puertas. Las dos
del medio parecían dar paso a habitaciones ocupadas, por eso entré por la primera. En el
suelo encontré una moneda de 10 céntimos que me guardé rápidamente. Subí una pequeña
escalerilla y llegué al ático, donde vivía otro tentáculo verdoso que estaba muy
deprimido. Uno hambriento, otro deprimido... al parecer el doctor Fred no los trataba muy
bien. ¿Qué habría hecho con mi pobre Sandy?
Recogí el disco que había grabado el tentáculo y una
llave amarilla que encontré detrás del altavoz derecho. Dejé al pobre bicho con su
depresión y traspasé la cuarta puerta. ¡Vaya, una máquina de hacer pesas! La utilicé
un par de veces y me sentí mucho más fuerte. Después del generoso esfuerzo, entré en
el baño para darme una ducha, pero la momia que había dentro de la bañera me hizo
cambiar de opinión. Cogí la esponja y me largué corriendo de allí. Definitivamente,
estaba en una casa de locos.
NUEVOS PERSONAJES ENTRAN EN ESCENA
Mientras deambulaba de un lado para otro, sonó el timbre
de la puerta. Me escondí para no ser descubierto y le pedí a Michael que cogiese el
paquete y se escondiese. Quizás contenía algo importante.
Muy pronto, nos arrepentimos de la acción y decidimos
llevar el paquete a su dueño. Michael subió a la habitación de Ed y se lo entregó.
Contenía un equipo de comando. Ed nos pidió ayuda para liberar a su padre, el Doctor
Fred, que estaba bajo la influencia de un extraño meteorito. Pero antes necesitaba sus
planos militares, así que encomendó a Michael la tarea de encontrarlos.
Me dirigí a la habitación del piano y puse el disco en el
gramófono. El sonido era tan horrible e insoportable que pensé que a Syd le encantaría,
así que se lo grabé en la cinta que llevaba. Volví abajo, entrando en una sala con una
hermosa lámpara de cristal que colgaba del techo. Al mirarla detenidamente, vislumbré
una pequeña llave oxidada escondida entre los colgantes, pero estaba demasiado alta.
Abrí un pequeño armario y encontré un reproductor de cassette. Puse la cinta que había
grabado y los cristales estallaron en mil pedazos. Con la llave en mi poder, regrese al
hall.
Distraído, me apoyé en una gárgola de la escalera
principal y la puerta de la pared se abrió. Mientras empujaba la estatua, llamé a Syd y
a Michael, que entraron en la sala y encontraron una llave de plata al lado de la caja de
los fusibles. Como Syd coleccionaba llaves usadas, le dimos todas las que teníamos.
Pero no había forma de encontrar a Sandy. Salí afuera
para aclarar mis ideas y, sorprendido, encontré un rollo de película entre los arbustos.
Seguí buscando detrás de las hierbas y también hallé una rejilla. No me costó nada
abrirla gracias a mis fortalecidos músculos. Entré por el conducto, que me llevó hasta
una reja en el techo, muy parecida a la que había visto en la despensa de la cocina.
Mandé a Syd a comprobarlo, mientras Michael se quedaba vigilando los fusibles, y
efectivamente las dos coincidían.
En el estante, Syd encontró un tarro y revelador para las
fotos, pero al cogerlo se rompió y el líquido se filtró a través de la rejilla. Lo
absorbí con uno de mis objetos y seguí el túnel hasta encontrar la válvula del agua.
Mientras tanto, Syd había abierto la puerta de la despensa con la llave de plata y había
llegado a la piscina. Al llenar el tarro con agua, observó que algo brillaba en el fondo.
Abrí la válvula y la piscina se vació.
VISITA LA MAZMORRA
Syd bajó por la escalera y se apropió de una radio y una
llave radiante. Rápidamente, salió de allí y entró en el garaje. Volví a dar otra vez
el agua, pero el doctor Fred ya se había dado cuenta y había mandado a uno de sus
tentáculos a investigar. Capturó a Michael y lo encerró en una mazmorra. Allí mismo,
detrás del esqueleto, estaba la entrada al laboratorio del profesor, protegida por varios
cerrojos y combinaciones. Salí de las tuberías y volví a las escaleras para empujar de
nuevo la gárgola y abrir la puerta, mientras Syd regresaba del garaje y entraba por
allí, llegando hasta una puerta al lado de los fusibles, que abrió con la llave oxidada.
Al otro lado estaba Michael. Salieron corriendo y nos reunimos en el hall.
Le entregué el rollo y el revelador a Michael, por algo
era el experto en fotografía. Se encaminó a la habitación donde estaba la máquina
reveladora, mientras Syd y yo nos dirigimos al garaje. Levanté la pesada puerta y
encontramos un viejo utilitario. Syd abrió el maletero con la llave amarilla y me
entregó las herramientas que encontró, el tarro con agua y la radio. Mientras tanto,
Michael reveló las fotos, que resultaron ser los planos militares de Ed. Se los entregó
y nos comunicó que en diez minutos estaría preparado para el ataque al laboratorio.
Me dirigí de nuevo al gimnasio, pero en vez de entrar,
continué por la puerta de la derecha hasta encontrar una diminuta planta carnívora. La
pared junto a ella estaba llena de pintura, así que utilicé el aguarrás y cuál no
sería mi sorpresa al encontrar una nueva puerta. Así, llegué hasta un pequeño ático
deshabitado, con unos cables rotos en la pared. Allí nos reunimos de nuevo y planeamos el
ataque final. Teníamos que entrar en las habitaciones ocupadas e investigarlas, así que
decidimos utilizar a Syd como cebo. Entró en la habitación de Ed, rompió la hucha
deliberadamente y Ed lo llevó a la cárcel. Aprovechando la ocasión, Michael entró en
la sala y se apropió de una tarjeta-llave que estaba debajo del hámster y una moneda de
diez céntimos de la hucha. Cuando Ed volvió, le dio el hámster y consiguió
apaciguarlo. Como Syd tenía la llave de la mazmorra, salió tranquilamente y nos volvimos
a reunir. Michael me entregó la tarjeta-llave y la moneda. Ahora teníamos que entrar en
la habitación de Edna. Syd se negó a ser capturado de nuevo, así que allí se dirigió
Michael, con la llave de la cárcel que previamente le entregó Syd. Mientras Michael era
conducido a la mazmorra, Syd entró en la habitación y recogió una llave enana.
Consiguió subir a la buhardilla justo cuando Edna entraba por la puerta. Encendió la
luz, y allí, mal disimulada, encontró una caja fuerte. Al mismo tiempo, yo intenté
arreglar los cables sueltos. Saqué las pilas de la radio y las metí en la linterna.
Michael salió de la cárcel y apagó los fusibles. Con ayuda de la linterna y las
herramientas, arreglé el cable, mientras Michael volvía y encendía la luz. Después
bajé hasta la planta carnívora; estaba tan escuálida que me dio pena y la regué con el
agua que llevaba. De repente, empezó a crecer desmesuradamente. Le entregué la lata de
pepsi para que no se me zampase y alcancé la trampilla del techo escalando por las ramas.
Así, me encontré con un gigantesco telescopio que apuntaba al bosque. Por dos veces,
introduje una moneda y pulsé la flecha derecha del panel, hasta que, ante mis
sorprendidos ojos, apareció la combinación de la caja fuerte. Se la comuniqué a Syd,
que abrió la caja, encontrando un sobre con una moneda de 25 céntimos en su interior.
Bajó las escaleras y Edna le detuvo. Al cabo de un rato, comprobamos que el Doctor Fred
jugaba asiduamente a la máquina de los meteoritos. Syd se decidió a echar una partida
con la moneda de 25 céntimos, pero no pudo superar el récord del Doctor Fred, que
parecía inalcanzable.
Ya sólo nos quedaba por explorar la mazmorra. Nos dejamos
atrapar por Edna e intentamos traspasar la puerta del laboratorio. Syd me entregó todas
las llaves y abrimos los cerrojos con una que aún no habíamos utilizado, pero todavía
quedaba la combinación principal. Probamos varios números al azar. La puerta no se
movió. Finalmente, a Syd se le ocurrió la genial idea de introducir el récord de la
máquina de los meteoritos. Un chirrido mecánico nos anunció que la puerta había
cedido.
Cuando traspasé el umbral, me atacó un tentáculo morado,
pero Ed apareció en el momento oportuno con su traje de campaña y lo entretuvo unos
momentos, cosa que aproveché para entrar en la siguiente sala. Allí estaba mi pobre
Sandy, atada a una máquina con el doctor Fred a punto de sorberle los sesos.
CERCA DE LAS ESTRELLAS
Al verme entrar, activó un mecanismo de autodestrucción
que nos haría volar por los aires en dos minutos, mientras corría de un lado para otro
riéndose como un loco. Entonces, me di cuenta de que la única manera de salvarnos era
desconectando el maldito meteorito. Abrí un armario y encontré un traje antiradiación,
que me puse enseguida para poder entrar en la sala del meteorito, con la última llave que
me quedaba. Apagué el interruptor y el meteorito dejó de brillar.
En ese momento el Doctor Fred volvió a la normalidad e
intentó desactivar la cuenta atrás, pero estaba controlada por el pedrusco. Había que
deshacerse de él. Lo cogí, salí por la puerta de la derecha y llegué al garaje.
Métiéndolo en el maletero, conecté el motor con la llave amarilla y el coche salió
disparado hacia el espacio. La cuenta atrás se detuvo y todo volvió a la normalidad. El
doctor liberó a mi dulce Sandy y prometió no volver a meterse en líos. Espero que
cumpla su palabra, pero algo me dice que esto no quedará así...
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