Eco Quest
Esto de cuidar la Naturaleza os puede parecer un poco
aburrido a alguno de vosotros, pero os puedo asegurar que no lo es en absoluto. Por si no
me creéis, os voy a contar una historia que lo confirmará. El lunes por la mañana, me
encontraba en el laboratorio del Instituto de Investigación Oceanográfica. Estaba
ayudando a mi padre a curar a una gaviota cuando, de repente, se acordó de que tenía una
cita y se fue dejándome encargado de todo.
Decidí ser ordenado -sólo por una vez, claro- y comencé
por echar la mezcla fertilizante al coral del acuario. Tras esto, descubrí que no había
puesto agua en la jaula del hamster, así que me puse en movimiento (por cierto, ya
comprobaréis lo agradecida que es mi mascota). Como siempre, lo primero que hice fue
recoger todo el laboratorio armado con mi bolsa de basura, vieja compañera de tantas
aventuras ecológicas. Mi siguiente tarea era cuidar del delfín herido que teníamos en
observación en la piscina del laboratorio. La idea de poder estar cerca de un animal tan
maravilloso como este cetáceo me llenaba de alegría, así que, ilusionado, abrí la
puerta de la piscina. Hecho esto, debía seguir las indicaciones que mi padre me había
dejado escritas en la pizarra.
Me encontraba muy embebido en este trabajo, cuando, para mi
sorpresa, el delfín me habló. Pasados los primeros momentos de desconcierto, mi nuevo
amigo me pidió que le ayudase a salir de una red que le aprisionaba para poder terminar
la misión que estaba realizando. Así lo hice y él se alejó mar adentro.
Por suerte, una semana después, Delphineus regresó.
Estaba preocupado por la desaparición de Cetus, su rey. Este suceso había provocado
diversos problemas en su ciudad, por lo que aceptó de buen grado mi oferta de ayuda.
Comenzaba la aventura. Naturalmente, necesitaba un equipo de inmersión, y yo sabía que
había uno en el armario que estaba debajo de la pizarra. Después de recogerlo, nos
pusimos en marcha.
Desgraciadamente, un enorme barco que estaba tirando un
montón de basura nos impedía continuar. No me quedó más remedio que recoger toda la
que pude en mi bolsa para abrir un camino y poder así pasar a través de ella. Entre
tanta porquería, encontré un bote de cristal que guardé cuidadosamente para futuros
usos. Estos desechos afectaron al sentido de la orientación de mi amigo Delphineus, por
lo que me pidió que le guiase durante un tiempo. Me puse el equipo de inmersión y
comencé a sumergirme hasta que me encontré ante algo que me impresionó. Delante de mí,
aparecía una maravillosa ciudad que en su tiempo debió ser bellísima. Sin embargo,
ahora, yacía semienterrada en basura. Entre tanta suciedad, una cesta metálica llamó mi
atención. La guardé y seguí limpiando la zona.
No se veía a nadie, así que curioseé por el templo.
Allí descubrí una concha de bronce que, ansiosamente guardé junto a mis otras
pertenencias. Salí del templo y me detuve ante una estatua de Poseidón, dios de los
mares. Al observarla, me di cuenta de que le faltaba algo y probé a colocarle la concha
que tenía en mi poder. La estatua, agradecida, me concedió el tridente que sujetaba. Con
éste en mi poder me dirigí a la sala del senado.
Este cuarto estaba decorado con misteriosas pinturas
(descoloridas a causa del agua y del paso del tiempo), que cubrían todas las paredes. En
uno de estos tapices se podía observar un dibujo de tres ojos juntos. Una idea me cruzó
por la cabeza y probé a pincharlos con el cetro de Neptuno. Con un ruido ensordecedor,
una trampilla de la pared se movió dejando a la vista un pez que exhibía un ojo sobre el
lomo. "Yo soy el oráculo. ¿Quién me llama?". Le respondí que me llamaba Adam
y que había venido con Delphineus para ayudar a la ciudad. "Tres acertijos debes
resolver si quieres ser realmente útil". Al primero contesté "el Hombre",
al segundo "el Pez" y al tercero "el Amor".
Satisfecho con las respuestas, el oráculo me pidió
"una prueba de confianza" para demostrar que yo correspondía con el
protagonista de la leyenda de Eluria. Como comprenderéis, ya no me podía echar atrás,
así que me dirigí primero al senado y después hacia una estatua con forma de ballena
situada a la izquierda de éste. Apenado por el aspecto que tenía la estatua de coral, me
puse a regarla con la solución fertilizante de mi padre, esperando que funcionase igual
que en el laboratorio. Hubo suerte y el petróleo adherido a la estatua se desprendió.
Allí conocí a Demeter, "guardián de los verdes" encargado de cuidar los
jardines de la ciudad. Me regaló una poción curativa, confiando en que me fuese más
útil de lo que había sido para él, en su tarea de proteger a los habitantes de la
ciudad del ataque de los desperdicios de los humanos.
Ya me marchaba, cuando una concha llamó mi atención. Me
pareció bonita y la uní a mi colección de artículos. Aprovechando la
"exploración" de la ciudad de Eluria, me pasé por los apartamentos Pez,
residencia habitual de un buen número de "elurianos". En este lugar, encontré
un trapo que utilicé para limpiar la concha. Tras esto, me dirigí otra vez al senado
donde tuve que girar las columnas del lado derecho hasta conseguir igualarlas con las del
lado izquierdo.
Así, la máscara de oro que se encontraba sujeta a la
pared cayó al suelo dejando a la vista un cangrejo ermitaño que dijo ser el alcalde
Superflous. El nervioso cangrejo me explicó que la ausencia del Rey le estaba obligando a
asumir responsabilidades para las que no estaba preparado. Y para colmo de males, tenía
que hacerlo llevando una concha que se le quedaba pequeña por momentos. Me acordé de la
mía y se la regalé. Agradecido, me dio a cambio una medalla y me solicitó ayuda para
avisar a los habitantes de Eluria de la próxima reunión que tendría lugar allí.
Encantado de colaborar, me dirigí a los apartamentos Pez donde tuve que enseñar la
medalla del alcalde al vigilante. Al verla, me dejó pasar sin problemas.
Iba a comenzar mi recorrido por los apartamentos, cuando un
pez globo se quedó atrapado en la entrada de su casa: un plástico le impedía respirar.
Se lo quité y le conté que el alcalde había convocado una reunión de todos los
habitantes, que se celebraría en el senado. Me dio unos erizos como agradecimiento y se
fue a la reunión. Seguidamente, me encaminé hacia la primera casa del segundo piso donde
hallé un pez ángel totalmente deprimido ante la imposibilidad de comer. Las malditas
algas estaban cubriendo todas las plantas que le servían de alimento. Echando mano de mis
conocimientos de biología marina, usé los erizos, famosos comedores de algas, para
limpiar las plantas de comida.
Tras el festín, y la consiguiente explicación de la
reunión con el alcalde, este pez me regaló una concha afilada como un cuchillo. Me
despedí de él y continué mi búsqueda en la tercera casa del segundo piso, que estaba
habitada por un pez espada. Éste luchaba denodadamente por liberarse de unos aros de
plástico enganchados a su nariz. Usé la concha afilada y lo solté. Resultó ser el
médico de la ciudad que, en compensación por mi ayuda, me donó unas pinzas que
rápidamente guardé junto a mis otras pertenencias. Después, fui a la tercera casa del
primer piso donde, con la ayuda de las pinzas, pude liberar a la tortuga de una muerte
segura.
Allí conseguí unos tornillos que me fueron muy útil. Mi
siguiente visita fue la segunda casa del primer piso, donde el vigilante me reclamó para
evitar que una barca le produjera más heridas con las hélices. La vieja jaula de acero y
los tornillos acabaron con los problemas del vigilante. Y, por fin, mi última visita fue
para la primera casa del primer piso, donde un pez león me dio una púa venenosa.
Terminada mi misión, regresé al senado, donde se estaba
celebrando la reunión. Cuando concluyó, el alcalde me ofreció la máscara de oro (una
prueba de confianza, según él). La llevé ante el oráculo y se la ofrecí. A cambio, la
profecía me fue revelada. Inicié un viaje hacia el arrecife y encontré un espejo; un
pez linterna, que guardé en el bote ( con cuya tapadera abrí un acalorado pulpo con el
que me crucé); y un cable, que también se unió a mi colección de objetos.
En una pequeña cueva de piratas, descubrí una llave,
pero, un voraz pez me la robó antes de que pudiera evitarlo. Tras una larga persecución,
le perdí de vista y, cuando ya me daba por vencido, los gritos del intranquilo estómago
de una anémona llamaron mi atención. Agitando frente a ella el viejo sedal que recogí
de la prospección petrolífera, logré que escupiera la ansiada llave y los restos del
pícaro ladronzuelo.
Aunque os parezca increíble, aún tuve tiempo de rescatar
a la hija de Demeter, que estaba atrapada en una red, y de encontrar un viejo submarino
hundido junto a una tenebrosa gruta. Revisando el compartimento de herramientas situado
tras los asientos del submarino, descubrí un martillo y una sierra. Más tarde, localicé
un viejo W.C. y, armado con el tridente, desmonté la cisterna y me apropié de la boya
que contenía.
Con un poco de miedo, entré en la gruta. Solté al pez
linterna para poder ver y descubrí una pared hecha con piedras que no parecía llevar
mucho tiempo allí. Las retiré y una luz verdosa hizo brillar una caja metálica que se
ocultaba en el fondo. La engrasé con el trapo que llevaba y la abrí con la llave.
Dentro, había un traje de protección que usé para descubrir un vertedero tóxico.
Sabía que no debía tocar nada, así que con el cable, la
boya y el transmisor avisé al equipo de limpieza. Eliminada ya la causa de los problemas
de contaminación del arrecife, sólo faltaba encontrar a Cetus. Pasé a través del
antiguo vertedero y encontré un barco ballenero hundido. Usé de nuevo el cetro para
apalancar la puerta. Tan concentrado estaba en mi tarea, que casi no me di cuenta de que
un enorme pez manta, llamado "el Carnívoro" por los habitantes de Eluria, nos
atacaba. Suerte que mi amigo Delphineus me avisó y tuvimos tiempo de huir.
Desgraciadamente, con "las prisas" no vimos una
red abandonada y nos enredamos en ella. Yo me pude soltar cortando la red con la concha
que llevaba, pero, mi buen amigo Delphineus fue atrapado por "el Carnívoro" y
llevado a su guarida. Tembloroso aún por el susto y decidido a salvarlo, volví al
ballenero y con el tridente conseguí abrir la puerta. Al otro lado, vi cómo la cuerda
del cañón se tensaba. Decidí seguirla. De repente, me encontré frente a una enorme
masa que, tras el primer susto, identifiqué como una ballena azul. ¿Sería Cetus...?
Emocionado, me acerqué a la ballena y la hablé.
Estaba gravemente herida, pero.., era Cetus. Tenía que
quitarle el arpón rápidamente. Cogí la sierra y corté la punta. Tiré del palo, y el
arpón salió de su boca. A continuación, utilicé la poción de Demeter para curar la
herida. Cuando se recuperó, fuimos a rescatar a Delphineus. Mientras Cetus luchaba con el
Carnívoro, yo liberé a mi amigo. Fuera, la lucha era desigual y pensé en equilibrar las
cosas usando la espina del pez león. Aunque, al principio pensé que no iba a servir de
nada, el veneno hizo efecto y la ballena pudo, por fin, acabar con "el
Carnívoro". Ahora todo había vuelto a la normalidad. Ya no había residuos en
Eluria y Cetus se encontraba bien. Sabía que había realizado un buen trabajo y tenía
motivos para estar alegre, pero, la idea de tener que separarme de Delphineus me
entristecía.
De hecho, aún lloro cuando lo recuerdo. Pero, cada vez que
estoy en el mar y veo un delfín sonrío pensando que quizá sea él.
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