The Big Red Adventure
Desde el mismo día en que visitó el antiguo palacio del
Kremlin, convertido ahora en museo, contempló la corona del zar Iván el Terrible detrás
de su vitrina de cristal. Doug Nuts decidió que no podría descansar hasta robarla y
demostrar una vez más que era el ladrón de guante blanco más afamado del mundo. Por
eso, cuando regresó a la habitación del hotel, lo primero que hizo fue abrir el sobre
con las fotos que acababa de revelar para intentar descubrir sin éxito posibles fallos en
el sistema de seguridad del museo.
Recogió su cámara de fotos, el mando a distancia del
televisor, su maleta y su ordenador portátil. Examinó detalladamente la maleta para
descubrir entre las ropas una regla y un reproductor de casetes y encendió la televisión
con el mando a distancia justo en el momento en el que el canal KGB proyectaba un spot
anunciando que al día siguiente iba a celebrarse una nueva edición del concurso "El
show de la muñeca rusa" y que los interesados en participar debían rellenar la
tarjeta que se incluía en el semanario "Nuevo Pravda".
Cogió la antena del televisor, bajó a la recepción y
salió a la calle, después de entregar la llave de su habitación al portero. Un quiosco
de revistas y una curiosa máquina, que resultó ser una báscula que funcionaba con
monedas, llamaron rápidamente su atención y Doug tuvo la brillante ocurrencia de
utilizar la antena del televisor para extraer las monedas contenidas en la máquina.
A continuación, se dirigió al quiosco y compró
ejemplares de "Nuevo Pravda", "Enciclopedia de la Opera",
"Capital" y "Consolefobia". "Capital" contenía un sello, la
enciclopedia un casete con la voz de una famosa soprano, y "Nuevo Pravda" la
tarjeta necesaria para ser aceptado en el concurso de la televisión. Pero para ser
elegido concursante había que contestar correctamente tres preguntas: el número de erres
que había en la etiqueta de una lata de caviar Dostoyevski, la altura en latas de
vodkacola de la estatua de Karl Marx en la Plaza Roja, y el peso del Gran Oso, la
hamburguesa de carne de oso de la cadena McRomanov.
Doug se dirigió a la Plaza Roja y, después de ver la
enorme cola que se había formado frente a la entrada de los grandes almacenes, se acercó
al hombre que estaba en primer lugar de la cola y le preguntó si sería tan amable de
comprarle una lata de caviar. El hombre accedió, pero dijo que solamente lo haría a
cambio de un rollo de papel higiénico, un objeto que últimamente era casi imposible de
conseguir en Moscú.
Se acercó a un turista japonés y le pidió que le sacara
una foto junto a la estatua de Karl Marx; al descubrir que el japonés aún no había
aprendido a utilizar su cámara, decidió prestarle la suya. Pero al hacer la primera foto
el japonés olvidó quitar el cubreobjetivo, en la segunda colocó la mano delante de la
lente y la tercera salió movida, momento en el que se acabó la película de la cámara
sin que Doug tuviera una sola foto que mereciera la pena.
Nuestro amigo se dirigió a la hamburguesería y compró
una lata de vodkacola y un sandwich gigante Gran Oso. Luego se acercó a los coches
situados a la derecha del puesto y descubrió en uno de ellos una vieja cámara de fotos
que, aunque estaba en pésimo estado, contenía un carrete nuevo.
Después de sacar el carrete y colocarlo en su máquina,
Doug se dirigió al parque Gorky y, una vez dentro, caminó por los paseos hasta encontrar
un niño que jugaba con su consola. Doug convenció al niño para que le diera su consola
a cambio del ordenador portátil y, después de extraer el cartucho de la consola, salió
del parque y regresó al puesto de periódicos. Allí, se comió la hamburguesa e
inmediatamente después se pesó en la báscula para calcular lo que había engordado
después de comerla.
En el interior de la estación de ferrocarril, reprogramó
el cartucho de la consola para saquear el cajero automático. Aunque la secretaria de los
estudios de televisión KGB sólo permitía pasar a los admitidos en el concurso,
consiguió robar una nota que había encima de la mesa.
Nuestro amigo regresó al parque, se dirigió al puente que
cruzaba el río, y pronto se encontró con un vendedor ambulante. Después de rechazar los
relojes de imitación, consiguió el ansiado rollo de papel higiénico al abusivo precio
de 100 rublodólares, todo el dinero que había conseguido sacar del cajero automático.
Volvió a la Plaza Roja y prestó de nuevo su cámara al
turista japonés, el cual no cometió más errores y sacó por fin una foto de Doug junto
a la estatua, que le permitió descubrir que medía exactamente dos veces su altura. A
continuación, midió la lata de vodkacola con la regla, y mediante unos cálculos
descubrió cuál era la altura de la estatua en latas de vodkacola. Y, después de
entregar el rollo de papel higiénico al hombre con el que había hablado antes y obtener
a cambio una lata de caviar, descubrió que no había erres en la etiqueta.
Resueltas las tres preguntas, regresó al hotel, pidió un
bolígrafo al portero y lo utilizó para rellenar la tarjeta con las respuestas correctas.
A continuación, la metió en el sobre, le puso el sello, escribió en él la dirección
de destino y se dirigió a la puerta de los estudios KGB para introducirla en el buzón.
Cuando regresó al hotel, preguntó al portero si había correo para él; recibió una
carta de la emisora diciendo que había sido seleccionado para participar en el concurso.
Doug se dirigió rápidamente a los estudios de
televisión, mostró la invitación a la secretaria y entró en el plató donde se
realizaba la grabación del concurso. Pero no fue capaz de responder correctamente a todas
las preguntas y recibió como regalo de consolación un miserable llavero.
El presentador del concurso abandonó la sala, dejando a
Doug solo en el plató. Nuestro amigo se apoderó de unos focos y abrió, con ayuda del
llavero, la cabeza de una enorme muñeca rusa para dejar al descubierto un pasaje secreto.
Para su sorpresa, el pasaje conducía al interior del museo donde se encontraba la corona
que tan ansiosamente deseaba robar.
Caminó hacia el hall del museo, introdujo el casete en el
reproductor y lo puso en marcha para que las agudas notas de la cantante rompieran dos de
las vitrinas. Después de apoderarse de un viejo ZX81 y un anillo, regresó a la sala de
la corona, colocó los focos encendidos para anular el sistema de alarma de las células
fotoeléctricas e hizo un agujero en el cristal con ayuda del anillo. Pero cuando estaba a
punto de hacerse con la corona apareció en la sala un competidor vestido de negro que le
dejó sin sentido y desapareció llevándose la corona.
Furioso por haber permitido que otro ladrón se hubiera
aprovechado de su trabajo, Doug escapó del museo al comprobar que se había disparado el
timbre de alarma, y consiguió regresar a la habitación del hotel. Pero su foto se
encontraba en todos los periódicos de la ciudad y decidió que debía abandonar Moscú
antes de ser detenido por la policía.
Doug consiguió fabricar un rudimentario adaptador de
impedancia combinando piezas del reproductor de casetes y el mando a distancia, conectó
el adaptador al ZX81 para construir un terminal y, finalmente, conectó el terminal al
teléfono. Leyó en su ejemplar de "Consolefobia" la clave de acceso necesaria
para acceder al terminal de la casa de videojuegos "Trotsky Games" y tecleó el
número contenido en la nota que robó de los estudios de televisión. La comunicación se
estableció y consiguió una cinta.
Salió del hotel y se dirigió a la hamburguesería, donde
encontró a dos tipos, llamados Alex y Kos, sentados en una de las mesas. Después de una
tensa conversación en la que llegaron a amenazarle con denunciarle a la policía si no
cumplía sus órdenes, Alex y Kos exigieron el código fuente del nuevo juego de
"Trotsky Games" a cambio de ayuda para abandonar el país. Doug les entregó la
cinta que acababa de conseguir y a cambio obtuvo un pasaporte falso. Sin perder un minuto,
se dirigió a la estación, mostró el pasaporte a los guardias y subió al Orient Express
dispuesto a alejarse de una ciudad que se había vuelto muy peligrosa para él.
EN BUSCA DEL BARCO PERDIDO
En Pesvakoj, un pequeño puerto del Mar Blanco, Dino Fagoli
contemplaba entristecido el horizonte. Ante las preguntas de un marinero borracho, Dino le
explicó que había embarcado en Tokio en el petrolero "Potemkin" y que el día
anterior habían atracado para comprar algunos suministros, pero que se había perdido y
al volver al puerto el barco había zarpado sin él. Compadecido, el borracho le entregó
un extraño objeto que resultó ser una caja de música.
Decidido a intentar conseguir noticias sobre el destino de
su barco, Dino entró en la taberna "La Ballena Borracha", intentó sin éxito
conversar con el marinero que estaba sentado cerca de la puerta, recogió una jarra vacía
y se acercó a la barra. El tabernero no sabía cuál era el próximo destino del
"Potemkin", pero le explicó que el hombre con el que había intentado hablar
era el capitán Abachov, un viejo lobo de mar retirado. Después de comprar una jarra de
ron y pedir al tabernero que llenara de agua la jarra vacía, Dino regresó a la mesa del
capitán e intentó entablar amistad con él ofreciéndole el ron, pero el capitán se
negaba a hablar con nadie. El tabernero le relató entonces que el capitán Abachov estaba
muy afectado por la desaparición de su loro Wilbur.
A la salida del puerto, podía verse la carpa de un circo y
varios carromatos a su alrededor. Dino entró en la tienda, compró una lata de alubias y
se la comió, notando al instante un aumento de sus fuerzas. A continuación pagó la
entrada en el circo para aceptar un reto con un fortachón llamado El Gran Ursus y, con
las fuerzas multiplicadas por efecto de las alubias, consiguió levantar el mismo peso que
su competidor y ganar un premio de 100 rublodólares.
Dino regresó a la tienda y, ahora que tenía dinero de
sobra, compró un barril de ron y un tubo de píldoras contra el dolor de cabeza. Se
acercó al carromato del tragasables y pagó para ver el espectáculo, pero una tos
inoportuna provocó que la escena tuviera un final trágico. Antes de abandonar el lugar,
cogió uno de los sables que adornaban el cartel del desdichado fakir.
Se acercó al carromato de la gitana Zelda y le entregó la
cantidad que le pedía para que le adivinara el futuro. Pero cuando la gitana abandonó la
sala para descansar, Dino recogió una cuerda colocada en una estantería, y al hablar con
el loro que descansaba sobre una percha descubrió que no podía ser otro que Wilbur, el
loro de Abachov.
Abandonó el circo hacia la derecha y, en el cruce de
caminos, tomó la desviación hacia el norte, hasta llegar a un río helado. Allí, cogió
la escoba del muñeco de nieve, la unió a la cuerda para fabricar una rudimentaria caña
de pescar, hizo un agujero en el hielo con el sable del faquir e introdujo la caña para
pescar un pez.
De vuelta al puerto, Dino colocó una píldora en la jarra
de agua y ofreció la mezcla al borracho para curar su dolor de cabeza. A continuación,
le entregó el barril de ron a cambio de la caja sobre la que estaba sentado, abrió la
caja y descubrió que su contenido eran pipas dulces de girasol. Consiguió atrapar al
gato con ayuda del pescado y, de nuevo en el carromato de Zelda, consiguió la amistad de
Wilbur ofreciéndole las pipas.
Ahora era el momento de regresar a la taberna y ofrecer el
loro al capitán Abachov, el cual, en agradecimiento, explicó que el "Potemkin"
iba a parar unos días en Stokafisburg, un puerto situado a unas 60 millas y que el
próximo barco que partiría desde Pesvakoj lo haría dentro de una semana, demasiado
tarde para intentar alcanzar el "Potemkin". Pero el tabernero explicó a Dino
que Stokafisburg estaba en la línea del Orient Express, el famoso tren que atravesaba
gran parte de Europa y Asia, y que podía cogerlo en Zerograd, una ciudad a la que se
llegaba atravesando el bosque. El gato provocó una pelea con el perro que dormía cerca
de la barra y, ante el enfado del tabernero, Dino se ofreció a quedarse con el dichoso
perro para que le acompañara en su largo camino hacia Zerograd.
Dino y su nuevo amigo llegaron al cruce de caminos y se
internaron en el bosque, hasta encontrar un enjambre de abejas junto a un panal. Atrajo
por dos veces consecutivas a las abejas con ayuda del caramelo, hasta llegar a las
proximidades de una cueva. Arrojó el caramelo al interior de la cueva y las abejas se
lanzaron hacia él haciendo huir a los dos lobos que había dentro. Así, pudo atravesar
la cueva, encontrar la salida del bosque y llegar a Zerograd.
Se dirigió inmediatamente a la estación de ferrocarril,
arrancó un cartel que había en la fachada exterior de la estación y se acercó al
andén, donde una elegante mujer, llamada Miss Molotova, y su guardaespaldas estaban a
punto de subir al Orient Express. Dino entró en el almacén, mostró el cartel al gorila
enjaulado y consiguió que el animal le lanzara un plátano. Volvió al andén, arrojó la
piel del plátano junto al guardaespaldas e intentó hablar con Miss Molotova, momento en
el que al intentar detenerle el guardaespaldas resbaló y se rompió un brazo. Miss
Molotova declaró que no podía viajar hasta Venecia sin un hombre que la protegiera y
pidió a Dino que fuera su nuevo guardaespaldas y la acompañara en su viaje en el tren.
AVENTURAS EN EL ORIENT EXPRESS
Donna Fatale había conseguido convertirse en una gran
estrella de la ópera y borrar su oscuro pasado con una gira triunfal por toda Europa.
Después de una brillante función en el teatro de la ópera de Moscú, recibió en su
camerino la visita de un millonario georgiano, llamado R.J., que le pidió que le
acompañara durante un viaje hasta Venecia a bordo del Orient Express. Seducida por las
exquisitas maneras del millonario y por su gigantesca fortuna, Donna acabó por aceptar la
invitación y, dos días, después estaba en el tren camino de Europa.
Mientras R.J. descansaba en su lujoso compartimento, Donna
decidió dar una vuelta por el tren. Pero, desgraciadamente, en el bar se encontró con
Alex y Kos, quienes le amenazaron con publicar ciertas fotos comprometedoras si no
localizaba a una mujer llamada Betty Molotova y le robaba un microfilm que contenía el
diseño de un nuevo microprocesador para una consola.
Donna y Doug, amigos desde mucho tiempo atrás, se
encontraron en el compartimento de este último, el número 3. Donna explicó a su amigo
que estaban intentando chantajearla y Doug se ofreció a ayudarle a encontrar el
microfilm. Después de hablar con el revisor, el cual le pidió un cigarrillo, Doug se
dirigió al compartimento 10 y llamó a la puerta, justo en el momento que Betty Molotova
pedía a Dino que fuera al bar a buscarle una taza de café. Doug y Dino, también viejos
conocidos, se saludaron en el pasillo y, sin explicarle toda la verdad, Doug pidió la
ayuda del antiguo boxeador haciéndole creer que buscaban unas fotos de Miss Molotova para
darle una sorpresa.
Dino pidió el café al barman y regresó al compartimento
de Molotova, pero al intentar darle la taza el café se derramó sobre su abrigo blanco y
Miss Molotova entró en el baño del compartimento para intentar lavar la mancha. Dino
encontró una botella en el dormitorio y, minutos después, cuando su jefa se dirigió al
bar para jugar a las cartas, entró en el baño y recogió un anillo que Molotova había
dejado olvidado.
Dino entregó a Doug el anillo y la botella, momento en el
que Doug se dirigió al bar y se fijó en la presencia del ladrón que le había
arrebatado la corona. Se acercó a Alex y Kos para pedirles un cigarrillo, pero los dos
chantajistas dijeron que solamente poseían unos cigarrillos especiales que valían nada
menos que 100 rublodólares.
Doug regresó a su compartimento, entregó a Donna el
anillo y la botella -que contenía píldoras para dormir- y le pidió 100 rublodólares.
Donna consiguió que R.J. le diera una fuerte suma de dinero, se dirigió al bar y
utilizó sus dotes de seductora para conseguir que el ladrón le invitara a tomar una
botella de champán en su compartimento. Una vez dentro, Donna colocó las píldoras para
dormir en el champán y, cuando el ladrón cayó en un profundo sueño, abrió el armario
ropero y encontró el número 653 escrito en una camisa. Antes de abandonar el
compartimento, encontró unas gafas de sol en una maleta, y cogió la almohada y las
sábanas que había en la cama.
Donna regresó al compartimento 3 y entregó a Doug los 100
rublodólares y las sábanas después de decirle el número encontrado en la camisa. Doug
se dirigió al bar, consiguió que Alex y Kos le dieran un porro a cambio del dinero y se
lo entregó al revisor. Volvió al bar, consiguió que el hooligan le diera un encendedor
y regresó al primer vagón para darle fuego al revisor. El pobre revisor quedó en un
estado tan lamentable que no pudo hacer nada por evitar que Doug le quitara las llaves.
Se dirigió de nuevo al bar, abrió la puerta que conducía
al exterior y caminó sobre el techo de los vagones, hasta alcanzar el vagón de los
equipajes. Después de atar las sábanas a la puerta del vagón y utilizar las llaves para
abrirse camino, consiguió deslizarse en el interior y, una vez dentro, empleó el número
encontrado en la camisa como combinación de un cofre. Dentro del cofre estaba la corona
de Iván el Terrible.
Doug abrió la puerta con las llaves y se reunió de nuevo
con Donna, quien se dirigió al bar y se puso a jugar a las cartas con Miss Molotova. Pero
Donna utilizó como espejo las gafas de sol de Doug y consiguió ganar una tras otra todas
las manos a su competidora, hasta que ésta se quedó sin dinero en efectivo y, al
intentar utilizar su anillo como fianza, se dio cuenta de que no lo llevaba encima. Donna
abrió el anillo, descubrió que dentro estaba el ansiado microfilm y se lo entregó a
Alex y Kos.
EL INFAME DOCTOR VIRAGO
Pero en ese momento, el maquinista del tren se dio cuenta
de que unos troncos obstaculizaban la vía y frenó antes de que estrellarase contra
ellos. Unos hombres armados, que dijeron ser sirvientes del doctor Virago, robaron un
ataúd del vagón de equipajes y, murmurando acerca de que necesitaban una mujer para un
experimento, se llevaron también a Donna.
Dino y Doug se pusieron inmediatamente manos a la obra.
Atravesaron la estepa en dirección este, hasta encontrar un camino que se dirigía hacia
el sur y, al llegar hasta un puente derruido, Dino colocó tres enormes bloques de piedra
sobre el río para que Doug y él pudieran llegar a la orilla opuesta.
Los dos amigos llegaron a un pequeño pueblo en el que
enseguida les llamó la atención la presencia del carromato de Zelda. En su interior, la
gitana les explicó que Donna estaba en grave peligro y que sólo la rescatarían con
ayuda de la magia. Pero los sicarios de Virago habían robado todas sus pociones y ahora
necesitaba varios elementos para producir una nueva poción. Doug leyó la lista de
ingredientes y descubrió que necesitaban huesos humanos, alas de murciélago, diente de
león y semillas de girasol.
En la calle principal del pueblo, Doug cogió un farolillo
y cinco carámbanos de hielo. Dino arrancó un trozo de cañería, y ambos se dirigieron a
la plaza de la iglesia, donde Dino cogió el tarpaulín que cubría un montón de leña y
le quitó las gafas al anciano que estaba sentado en los escalones después de adormecerle
con la caja de música. Dino confeccionó unos binoculares caseros con la cañería y las
gafas, y Doug cogió una piedra suelta situada al pie de la torre y colocó los
carámbanos para formar una escalera para a alcanzar el campanario.
Doug encontró unos huesos y una botella en el cementerio,
arrojó en su interior el contenido del farolillo para fabricar un whisky casero y le dio
la botella al enterrador que cavaba en la fosa, el cual reveló a nuestros amigos la
presencia de una extraña villa en el centro del bosque cuyo dueño al parecer estaba
realizando experimentos destinados a devolver la vida a los muertos.
Nuestros amigos subieron a la torre de la iglesia y, una
vez arriba, Doug arrojó la piedra contra la campana con lo que asustó un murciélago que
Dino capturó con ayuda del tarpaulín. Dino utilizó los binoculares para localizar la
posición exacta de la villa en la inmensidad del bosque.
Dino y Doug entraron en el bosque, encontraron semillas de
girasol en la madriguera de una ardilla y alcanzaron la entrada de la villa del doctor
Virago. Aún nada podían hacer para rescatar a Donna, pero consiguieron arrancarle un
diente a uno de los leones de piedra que decoraban la entrada.
Volvieron al pueblo y entregaron los ingredientes a Zelda
para que elaborara la poción. Con ella, regresaron a la villa del doctor y, al beberla,
Doug se convirtió en un pequeño murciélago.
En esos momentos Donna acababa de conocer a su secuestrador
y había decidido que tenía que intentar por todos los medios escapar de su encierro.
Cogió un frasco de perfume que había sobre el tocador, descubrió la presencia de una
trampilla en el techo y la utilizó para llegar a un desván colocado sobre su dormitorio,
donde encontró un viejo disco, una urraca disecada y un frasco de cloroformo. Acto
seguido, volvió a bajar, abrió un cojín para encontrar en su interior una pluma,
combinó el perfume con el cloroformo y consiguió dormir al guardián con la mezcla.
Donna bajó las escaleras, entró en la sala de la planta baja y allí cogió una maceta,
un frutero y, después de hacer caer un busto, recogió uno de sus trozos y descubrió que
parecía estar hecho de tiza.
En el estudio del doctor, encontró un diario y una
estilográfica sobre la mesa, cogió uno de los libros de la estantería y leyó los dos
escritos para conocer interesantes datos sobre experimentos de Virago. Encontró unas
limaduras de hierro sobre el reloj de péndulo y descubrió la presencia de una llave en
uno de los ojos del esqueleto. La llave abría la puerta de cristal de la vitrina, y
dentro había un frasco con un murciélago en su interior. Introdujo en el cenicero con
forma de cráneo la fruta, el murciélago y la pluma del cojín para crear una extraña
poción, llenó la estilográfica con ella y la inyectó en la urraca disecada.
Regresó al desván, dibujó un círculo de tiza en el
suelo, consiguió cargar de electricidad estática el disco, colocando sobre él las
limaduras de hierro, puso la urraca disecada en el centro del círculo y el disco en el
gramófono. Una corriente eléctrica alcanzó el círculo y, como por arte de magia, la
urraca volvió a la vida y comenzó a volar. Antes de abandonar la habitación, abrió la
ventana y arrojó la maceta para dejar sin sentido al guardia que custodiaba la puerta
principal.
Donna se dirigió al dormitorio del diabólico doctor y,
aunque no podía abrir la puerta sin despertarle, pidió a la urraca que atravesara en
silencio la habitación y robara las llaves colocadas sobre la mesita de noche. Así lo
hizo, y sin perder un momento, Donna utilizó las llaves para abrir la puerta principal y
recuperar la libertad perdida.
Desgraciadamente, un segundo soldado encontró a su
compañero inconsciente justo en el momento en el que Donna intentaba escapar y, para
colmo de males, Doug, bajo la forma de murciélago, fue capturado por el ayudante del
doctor Virago y conducido a una sala en los sótanos. Donna estaba conectada a una
máquina que pretendía devolver a la vida al cadáver de Lenin, pero Doug recuperó su
forma normal en el momento justo y la aventura tuvo un final tan disparatado como habían
sido la mayor parte de las situaciones de esta gran aventura roja.
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